Un Mozart galante
Favoreci¨® poco a Isabelle van Keulen el cercano recuerdo (abril de este mismo a?o) de la aproximaci¨®n que otra gran violinista, Anne-Sophie Mutter, hab¨ªa hecho del Concierto n¨²mero cinco de Mozart, el mismo que ella ofreci¨® en el Palau la tarde del lunes. Mientras que Mutter proporcion¨® una lectura honda y dram¨¢tica, la holandesa, por el contrario, les dio a esas p¨¢ginas el tono l¨²dico y casi rococ¨® con que muchas veces se envuelve a Mozart: m¨²sica galante, casi palaciega, de pocos contrastes din¨¢micos, tempo r¨¢pido y ajena a cualquier ensimismamiento rom¨¢ntico. Todo ello, desde luego, dentro de una afinaci¨®n y t¨¦cnica impecables. Sin embargo, hoy en d¨ªa ese tipo de perspectiva va casi indisolublemente asociada a la interpretaci¨®n con instrumentos originales, que proporcionan una sonoridad mucho m¨¢s ligera. La Amsterdam Sinfonietta no los utiliza. Por otra parte, tanto la solista como la orquesta, se desenvolvieron con un sonido plet¨®rico, casi opulento. Sonido que, en una sala peque?a como la Rodrigo, resulta m¨¢s perceptible y denso. Y todo ello casa mal con ese Mozart juguet¨®n, dieciochesco y casi de porcelana.
Ciclo de Solistas Internacionales
Isabelle van Keulen, viol¨ªn. Nieuw Amsterdam Sinfonietta. Peter Oundjian, director. Obras de Grieg, Mozart y Beethoven. Palau de la M¨²sica. Valencia, 10 de junio de 2002.
Antes, en la suite Holberg, ya se hab¨ªa notado esa tendencia 'a la densidad', pero en Grieg se tolera mejor que en Mozart. Cuidaron, por otra parte, la configuraci¨®n mel¨®dica de las frases y la vivacidad r¨ªtmica donde se requer¨ªa. No hubo lugar, sin embargo, para la fr¨¢gil melancol¨ªa que tambi¨¦n ocupa un espacio en esta partitura.
En la segunda parte, el Cuarteto n? 14 de Beethoven se present¨® en una transcripci¨®n para orquesta de cuerda. Previamente, Oundjian explic¨® al p¨²blico los trazos principales de la obra y las razones de su transcripci¨®n. Razones que, tras la escucha, segu¨ªan sin convencer demasiado. Por m¨¢s que Mahler las haya defendido. El clima tr¨¢gico y, a la vez, sereno de los ¨²ltimos cuartetos se diluye demasiado cuando hay 25 m¨²sicos dibujando las l¨ªmpidas cuatro partes trazadas por Beethoven. El tejido contrapunt¨ªstico, tan presente en muchos momentos de este opus 131 (primer movimiento, tercera variaci¨®n del movimiento central, etc), pierde nitidez. La compenetraci¨®n ¨ªntima del grupo, casi indispensable en el g¨¦nero cuartet¨ªstico, se delegaba ahora en la batuta. Y era, curiosamente, el miembro de un cuarteto tan de referencia como el Tokyo (Peter Oundjian fue su primer viol¨ªn desde 1981 a 1995) el que propiciaba y dirig¨ªa esta adaptaci¨®n, que result¨® m¨¢s bien blandita, y no s¨®lo por haberla transcrito. Incluso con una orquesta pod¨ªa haberse logrado m¨¢s desolaci¨®n y m¨¢s desnudez y, sobre todo, una visi¨®n unitaria que cohesionara ¨ªntimamente los siete movimientos de una de las obras m¨¢s conmovedoras de la historia de la m¨²sica.
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