Siete veces adi¨®s
Desde la primera l¨ªnea de Ciencia y valores, Javier Echeverr¨ªa deja meridianamente claro que el lector tiene en las manos un libro de filosof¨ªa, pero no de una filosof¨ªa sustantiva, sino adjetiva, incluso circunstancial, un an¨¢lisis en que el c¨®mo o el cu¨¢nto -los complementos- pesan mucho m¨¢s que las oraciones principales del ser o la sustancia. No se trata exactamente de una provocaci¨®n, pero s¨ª de un programa radical que esquiva los monol¨ªticos pilares del edificio epistemol¨®gico para introducirse por la puerta de servicio hasta la cocina del s¨®tano: la estancia en que la ciencia pierde su pureza y se ensucia de conflictos de intereses, de necesidades financieras, de estrategias militares y de aplicaciones m¨¦dicas y tecnol¨®gicas que no tienen m¨¢s remedio que transformar a la sociedad que las acoge y las costea.
CIENCIA Y VALORES
Javier Echeverr¨ªa Destino. Barcelona, 2002 312 p¨¢ginas. 17,90 euros
Echeverr¨ªa dice siete veces adi¨®s en su libro: adi¨®s a la ontolog¨ªa, a la epistemolog¨ªa, a la neutralidad de la ciencia, adi¨®s a los valores absolutos, a los juicios de valor, al monopolio de la ¨¦tica, y adi¨®s a la resignaci¨®n del fil¨®sofo que sabe o sospecha que su pensamiento no va a tener el menor efecto sobre el curso de la ciencia. El autor afirma llanamente: 'Este libro pretende transformar la actividad cient¨ªfico-tecnol¨®gica'. Ya se ve que el objetivo final no es modesto.
Y, sin embargo, el m¨¦todo de
Echeverr¨ªa s¨ª lo es a su modo, porque se basa sobre todo en abrir los ojos a la realidad de la pr¨¢ctica cient¨ªfica, y en aceptar con sobriedad lo que muchas tradiciones acad¨¦micas considerar¨¢n inaceptable: que la ciencia est¨¢ impregnada, o empapada, de una complej¨ªsima red de valores que no suele deformar sus resultados finales -los hechos confirmados, las teor¨ªas aceptadas-, pero que s¨ª afecta de forma crucial a su pr¨¢ctica, a qu¨¦ l¨ªneas se persiguen y cu¨¢les se descartan, a qu¨¦ ¨¢reas se financian, a qu¨¦ esperan a cambio quienes las financian, a c¨®mo se eval¨²an, a c¨®mo se ense?an en las escuelas y las universidades. La cocina de la ciencia, nos viene a decir Echeverr¨ªa, funciona en medio de una inextricable mara?a de valores ¨¦ticos, s¨ª, pero sobre todo epist¨¦micos, sociales, econ¨®micos, empresariales, pol¨ªticos, m¨¦dicos, militares y educativos, y cerrar los ojos pretendiendo que la investigaci¨®n vive en el limbo del conocimiento puro es un error garrafal: de muchos cient¨ªficos, ciertamente, pero tambi¨¦n de la mayor¨ªa de la sociedad civil.
Si la ciencia no es impermeable a su contexto, a¨²n menos lo es el contexto a la ciencia. A estas alturas, poca gente habr¨¢ tan miope que no haya reparado en que el desarrollo cient¨ªfico y tecnol¨®gico es una de las principales fuerzas -si no la principal- que transforman a las sociedades occidentales. Cada ciudadano es muy libre de vivir de espaldas a ello, y de seguir pensando, si as¨ª le place, que las aplicaciones de ese flujo de conocimiento acabar¨¢n llegando a su ordenador, a su nevera o a su consultorio m¨¦dico de una manera autom¨¢tica e inexorable. Aunque se trata de un curioso punto de vista en una democracia moderna, es obvio que se puede vivir as¨ª, puesto que eso es lo que sigue haciendo la mayor¨ªa de la gente, al menos al sur de los Pirineos, y nadie se muere por ello.
Pero el libro de Echeverr¨ªa deber¨ªa dejar claro, al menos, que no es cierto bajo ning¨²n concepto que la ciencia avance por rutas inexorables e independientes de lo que una sociedad informada decida al respecto. La ciencia y la tecnolog¨ªa est¨¢n inmersas hasta el cuello en su entorno social, econ¨®mico y pol¨ªtico, y s¨®lo progresar¨¢n por las lanzaderas que ese entorno les construya. ?Quiere usted subirse al tren?
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