Portugal se vuela la cabeza
Corea del Sur se impuso en un partido determinado por las expulsiones de Jo?o Pinto y Beto
Corea del Sur gan¨® un partido que seguramente habr¨ªa deseado perder. No le qued¨® m¨¢s remedio. Le oblig¨® Portugal, que se peg¨® un tiro. Dos absurdas acciones de Jo?o Pinto y Beto dejaron a los portugueses con nueve jugadores en un partido que iba para farsa.
Con las noticias que llegaban sobre la contundente derrota de Estados Unidos sobre Polonia, los dos equipos estaban clasificados con el empate. Pero hab¨ªa otra consideraci¨®n: el primero del grupo tendr¨ªa que enfrentarse a Italia, perspectiva fatal que caus¨® la par¨¢lisis durante muchos minutos. A Portugal le iba de perlas con el empate porque se aseguraba el segundo puesto. Su ¨²nica obligaci¨®n era igualar. Perder significaba la eliminaci¨®n; ganar, v¨¦rselas con Italia.
All¨ª no quer¨ªa ganar nadie y a los surcoreanos les conven¨ªa perder para evitar a los italianos. Pero a Jo?o Pinto y Beto les dio el siroco: se hicieron expulsar en dos acciones flagrantes por violentas e innecesarias. Portugal se qued¨® con nueve jugadores y la victoria se convirti¨® en una cuesti¨®n de honor para los surcoreanos. No pod¨ªa proseguir aquella parodia de partido. Ganaron con un gol que volvi¨® a cuestionar las condiciones de V¨ªtor Ba¨ªa como portero. El remate de Park fue duro, casi a quemarropa, pero el portero hizo una de las suyas: se tir¨® de cualquier manera y desatendi¨® la trayectoria del bal¨®n, que le pas¨® entre las piernas.
La primera parte fue nada con sif¨®n. No hubo un remate entre los palos ni ganas de probarlo. Se corri¨® la noticia de los dos goles que hab¨ªan recibido los norteamericanos frente a Polonia y ambos equipos comenzaron a echar cuentas. El armisticio era evidente, aunque los surcoreanos pusieran cara de velocidad. Parec¨ªa que jugaban a toda mecha, pero no llegaron ni una sola vez al ¨¢rea. Todo lo m¨¢s, se cuidaban de protegerse atr¨¢s, sin mucha intensidad porque los portugueses no atacaban ni a tiros. Ese empate era una mina.
En las gradas, la hinchada local cantaba, animaba, jaleaba, exig¨ªa... All¨ª no se especulaba con el cruce en los octavos de final ni con el peligro de Italia. Era el clima febril de los que gozan con un acontecimiento hist¨®rico: su equipo iba directo a la segunda ronda, algo sin precedentes en el f¨²tbol surcoreano, un paria tradicional en los Mundiales. Hab¨ªa que disfrutar de la haza?a.
No pasaba nada, pero a alg¨²n portugu¨¦s se le ve¨ªa inquieto, con los cables pelados. Jo?o Pinto ya hab¨ªa dado muestras de inestabilidad en el partido con Polonia, en el que se jug¨® la expulsi¨®n en una intempestiva patada al central Waldoch. Por lo visto, no se le pas¨® el calent¨®n y se le fue la mano en una patada con tijera a Park. Primero le dio con la derecha y luego con la izquierda. Lo m¨¢s notable es que la jugada era intrascendente, en el medio campo para m¨¢s se?as. La expulsi¨®n fue just¨ªsima a pesar del arrebato que le dio al portugu¨¦s contra al ¨¢rbitro. Portugal comenz¨® a enfangarse en ese instante.
Lo m¨¢s curioso es que durante todo el primer tiempo prevalecieron los intereses de los dos equipos sobre la situaci¨®n de inferioridad de Portugal. Los ¨²ltimos diez minutos fueron bochornosos: el bal¨®n iba del central Couto al central Jorge Costa, de Jorge Costa a Couto y as¨ª hasta el infinito. No presionaba ning¨²n delantero surcoreano y, as¨ª, segu¨ªan los dos defensas d¨¢ndose palique con la pelota. Al menos, Portugal hab¨ªa encontrado la excusa para no atacar. Estaba con diez jugadores. ?Qu¨¦ pod¨ªa hacer?
Es un misterio lo que se dijo en los vestuarios durante el descanso. Probablemente, se hicieron n¨²meros. El caso es que el partido sigui¨® con la misma pinta en el segundo tiempo, excepto un habilidoso remate de cabeza de Pauleta que desvi¨® con dificultades el portero surcoreano. A Portugal un gol le habr¨ªa servido de colch¨®n de seguridad. Luego, ya ver¨ªa. Pero sigui¨® como si el empate se hubiera establecido por decreto. El t¨¦cnico portugu¨¦s lo vio as¨ª y retir¨® al delantero centro, Pauleta, por el defensa Andrade. Y ah¨ª lleg¨® Beto para liarla. En otra jugada sin gravedad, le tir¨® un bocado al extremo surcoreano y se llev¨® una tarjeta amarilla. La segunda. De caj¨®n.
De repente, el escenario cambi¨® radicalmente. No era posible seguir con la pamema porque Corea ten¨ªa enfrente a un equipo con nueve, lo que le obligaba a atacar porque era muy feo no hacerlo en esas circunstancias. En la primera que tuvieron lleg¨® la ayuda de V¨ªtor Ba¨ªa y el gol de Park. Los portugueses se quedaron perplejos: les tocaba salirse de la pel¨ªcula, tirar por la heroica y empatar con nueve. Hasta tuvieron su ocasi¨®n en un espl¨¦ndido tiro al palo de Sergio Concei?ao, pero no hubo manera. Ellos mismos se volaron la cabeza.
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