Fiebre azul en Hiroshima
Todo Jap¨®n se lanza a la calle para disfrutar del ¨¦xito de su selecci¨®n
En Hiroshima entienden mejor que en ning¨²n lado que el f¨²tbol no es cuesti¨®n de vida o muerte. Pero, pasada la medianoche de ayer, siete horas despu¨¦s, la gente segu¨ªa festejando en la calle el hist¨®rico triunfo de Jap¨®n pose¨ªda por lo que el entrenador de la selecci¨®n, el franc¨¦s Phillipe Troussier, llama 'la fiebre azul'.
Por todas partes est¨¢ de moda una prenda: la camiseta azul del victorioso equipo nacional. Algui¨¦n se est¨¢ forrando. Cuestan m¨¢s de 100 euros. Pero no importa. Un Mundial no llega todos los d¨ªas y si los japoneses est¨¢ derrotando a los grandotes europeos demostr¨¢ndoles la soltura y el entusiasmo con el que se debe jugar un deporte que, a nivel profesional, apenas lleva diez a?os por estos rumbos...
Los j¨®venes estaban locos de alegr¨ªa en la ciudad que fue, y en cierto sentido sigue siendo, la m¨¢s triste del planeta
En Nagareko, el barrio de juerga de Hiroshima, nadie se inhib¨ªa. Un grupo de cuatro se?ores vestidos de traje y corbata avanzaban por una avenida coreando, no gritando, '?Nip¨®n! ?Nip¨®n! ?Nip¨®n!'. Pasaban los coches y los jovenes les saludaban con los pu?os en alto y tocando las bocinas. En una peque?a plaza, un par de chicas, con las camisetas y los vaqueros azules, cantaban en un karaoke. Cada una, con un microfono y un altavoz a sus pies, una alegre canci¨®n del pop japon¨¦s. Tendr¨ªan unos 25 a?os, pero sus voces parec¨ªan de 10. Mu?equitas japonesas imitando a Madonna. Unas 30 personas las rodeaban en un semi c¨ªrculo, algunas bailando al ritmo de su m¨²sica. Se acab¨® la canci¨®n, hubo aplausos y, de repente, uno de los que estaban bailando, que tambi¨¦n llevaba la camiseta de la fiebre azul, explot¨® con un '?ol¨¦, ol¨¦, ol¨¦, ol¨¦!' al ritmo triunfal que se oye en todas las gradas de todos los campos de f¨²tbol del mundo. Las dos chicas empezaron a cantar con ¨¦l y, de pronto, 40 personas, casi todos j¨®venes, ya estaban cantando y saltando, locos de alegr¨ªa, en el centro de la que fue, y en cierto sentido sigue siendo, la ciudad m¨¢s triste del planeta.
Todo Jap¨®n se ha transformado viendo jugar a su equipo. Es como si todos los habitantes, o la gran mayor¨ªa de ellos, hubiesen bebido de una poci¨®n m¨¢gica que les ha quitado las penas que han vivido durante un decenio de estancamiento econ¨®mico, que les ha borrado aquella forma de ser tan inhibida que siempre pareci¨® definido el car¨¢cter japon¨¦s.
En Osaka, a unos 200 kil¨®metros de Hiroshima, donde se jug¨® el partido Jap¨®n-T¨²nez, otros jovenes celebraban la victoria lanz¨¢ndose desde un puente, uno tras uno, al r¨ªo Dotonbori. Durante el encuentro, miles que no hab¨ªan conseguido entradas se congregaron en un parque cercano para, como explicaban, poder o¨ªr 'en directo' los rugidos de la afortunada multitud que estaba dentro. Despu¨¦s, miles m¨¢s esperaron al lado de una avenida pr¨®xima al estadio para ver pasar el autob¨²s de su her¨®ica selecci¨®n.
En Tokio, 50.000 personas en el estadio Nacional -normalmente usado para el b¨¦isbol- presenciaron el partido en una pantalla grande de televisi¨®n.
Tras el triunfo final, la polic¨ªa, que en ninguna parte de Jap¨®n ha sabido c¨®mo reaccionar ante escenas tan felizmente descontroladas, pidi¨® a los medios de comunicaci¨®n, en las afueras, que, por favor, no entrevistaran a la gente por temor 'a que se excitaran demasiado'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.