Grandes problemas para grandes pol¨ªticos
Ej¨¦rcito, terrorismo, extrema derecha e izquierda radical, vistos por los protagonistas de la transici¨®n
El 16 de febrero de 1936, un domingo lluvioso en buena parte de Espa?a, los varones mayores de 23 a?os acud¨ªan a las urnas. Millones de espa?oles votaban entonces por ¨²ltima vez en unas generales. Los que no murieron tuvieron que esperar 41 a?os y cuatro meses para elegir libremente su opci¨®n pol¨ªtica. Fue el mi¨¦rcoles del 15 de junio de 1977. Un d¨ªa de sol.
'Todos los m¨ªtines estaban llenos. Ven¨ªan incluso los que no te votaban. Era la gran fiesta', recuerda el entonces candidato por CiU, Miquel Roca. 'La pol¨ªtica levantaba m¨¢s pasiones que el f¨²tbol ahora', comenta Santiago Carrillo, ex l¨ªder del PCE. 'Aquella ¨¦poca abri¨® los 25 mejores a?os de la historia espa?ola contempor¨¢nea', sentencia el ex secretario general del PSOE, Felipe Gonz¨¢lez.
Carrillo: 'Fue una injusticia hist¨®rica el resultado que sufri¨® el PCE en esas elecciones'
Felipe Gonz¨¢lez: 'El hombre que de verdad resolvi¨® los problemas fue Adolfo Su¨¢rez'
Hombres y mujeres mayores de 21 a?os hab¨ªan le¨ªdo libros y gu¨ªas -a 100 pesetas- que se publicaban para saber c¨®mo introducir las papeletas en las urnas. Pero todo estaba en el aire.
El ambiente de esa campa?a se parec¨ªa muy poco a cualquiera de las de ahora. El a?o hab¨ªa empezado con el presidente del Consejo de Estado, Antonio Mar¨ªa de Oriol y Urquijo, secuestrado por los GRAPO. Y despu¨¦s el teniente general Villaescusa. Luego los liberaron. Pero el 24 de enero lleg¨® una especie de respuesta por parte de la ultraderecha: los asesinatos de Atocha. Cinco abogados laboralistas pr¨®ximos al PCE murieron acribillados por terroristas ultras.
Los acontecimientos se precipitan tras la matanza de Atocha. En marzo de 1977 se legalizaron los sindicatos, naci¨® el germen de la Confederaci¨®n Espa?ola de Organizaciones Empresariales y se aprob¨® la Ley de Huelga. La Constituci¨®n tendr¨ªa que esperar hasta el 6 de diciembre del siguiente a?o. Pero el tren era imparable. El 1 de abril de 1977 Adolfo Su¨¢rez suprimi¨® la Secretar¨ªa General del Movimiento y mand¨® quitar el yugo y las flechas de la sede en la calle de Alcal¨¢. Y el 9 de abril, en plena Semana Santa, Su¨¢rez legaliz¨® el PCE. El Consejo Superior del Ej¨¦rcito expres¨® su condena a la decisi¨®n. 'La cabeza de Su¨¢rez no vale un duro', era la frase de moda.
Pero Su¨¢rez aguant¨®. A pesar de los militares y de la econom¨ªa, cercana al desplome tras las crisis del petr¨®leo. Una encuesta de la ¨¦poca mostraba que el paro preocupaba incluso m¨¢s que la situaci¨®n pol¨ªtica.
En mayo llegaron a Espa?a Dolores Ibarruri, Pasionaria, y el poeta Rafael Alberti, tras 40 a?os de exilio. El 14 de ese mes Don Juan de Borb¨®n renunci¨® a sus derechos sucesorios en beneficio de su hijo. Tras todas estas emociones, una semana despu¨¦s, el 22 de mayo, comenz¨® una campa?a electoral de 21 d¨ªas. Y en plena campa?a dimiti¨® Torcuato Fern¨¢ndez Miranda, presidente de las Cortes y figura clave en la transici¨®n.
Por si todo eso fuera poco, el 15 de junio, el d¨ªa de las elecciones, ETA ten¨ªa secuestrado al financiero vasco Javier de Ybarra, cuyo cad¨¢ver aparecer¨ªa ocho d¨ªas despu¨¦s envuelto en pl¨¢stico, bajo un mont¨®n de ramas de pino, muerto por disparo de pistola.
25 a?os despu¨¦s, casi todos los pol¨ªticos que condujeron aquella sociedad hacia la democracia coinciden en se?alar que la persona clave fue Su¨¢rez. 'A Su¨¢rez hab¨ªa que haberlo citado hoy 20 veces', comentaba Felipe Gonz¨¢lez tras el discurso que pronunciaron ayer los ¨²ltimos cinco presidentes de las Cortes para celebrar el aniversario. 'El que verdaderamente estaba en la sala de m¨¢quinas haciendo el regate en corto, porque no ten¨ªa tiempo para hacer el regate largo, el que estaba ah¨ª todos los d¨ªas resolviendo problemas, fue Su¨¢rez. Ten¨ªa una gran dificultad que al mismo tiempo era su gran ventaja: ven¨ªa del mismo sitio que los franquistas y por tanto le consideraban un traidor. Vale. Pero la gran ventaja es que los conoc¨ªa a todos'.
'De todos los pol¨ªticos que vi, y vi a muchos antes de las elecciones, el ¨²nico que verdaderamente comprendi¨® que hab¨ªa que legalizar al PCE fue Su¨¢rez', comenta Santiago Carrillo, ex secretario general del partido.
Sin embargo, Adolfo Su¨¢rez prefiere mantener su perfil discreto de siempre. Y como quit¨¢ndole importancia a su labor, ayer en el Congreso declaraba a EL PA?S: 'Las elecciones no fueron m¨¢s que iniciar una ¨¦poca que gracias a Dios termin¨® bien'.
'Se habla siempre de Su¨¢rez y del Rey', comenta otro de los grandes personajes de aquella ¨¦poca, Miquel Roca, ex portavoz de Converg¨¨ncia i Uni¨® en el Congreso y uno de los siete redactores de la Constituci¨®n. 'Pero sin Carrillo y Fraga aquello hubiera sido muy distinto'.
Santiago Carrillo recuerda con pasi¨®n aquella ¨¦poca: 'Hab¨ªa un ambiente de inseguridad total. La gente de izquierda no se fiaba del Gobierno que iba a presidir las elecciones, porque eran herederos del franquismo. Y los de derechas ten¨ªan miedo a que los comunistas tuvi¨¦ramos peso en la pol¨ªtica espa?ola. Estaban convencidos de que los que perdimos la guerra quer¨ªamos la revancha. Por eso yo no levantaba el pu?o en los m¨ªtines. Nunca fue un s¨ªmbolo de amenaza, sino de unidad, pero yo no lo levantaba para reducir esa tensi¨®n'.
'A m¨ª me emocionaba mucho', recuerda Carlos Garaikoetxea, entonces presidente del PNV, 'ver que eran precisamente los viejos de nuestro partido, los que hab¨ªan perdido la guerra y se hab¨ªan pasado a?os de exilio, quienes ped¨ªan moderaci¨®n. Y no por miedo, sino porque hab¨ªan superado el odio, no quer¨ªan venganza'.
Nadie ten¨ªa claro qu¨¦ pod¨ªa pasar al final de ese proceso. Miquel Roca, tambi¨¦n retirado en la actualidad de la pol¨ªtica, es tajante: 'Todos mis compa?eros dicen que si nosotros quer¨ªamos, que si pretend¨ªamos... No es verdad. Viv¨ªamos al d¨ªa. En ning¨²n momento de la campa?a pens¨¦ que yo har¨ªa una Constituci¨®n. ?Pero es que en ning¨²n momento!'
Las elecciones no estaban convocadas formalmente para hacer unas Cortes Constituyentes. Pero los acontecimientos se precipitaron y unos meses despu¨¦s Roca se integr¨® en el grupo de los siete padres de la Carta Magna.
Alfonso Guerra, entonces vicesecretario general del PSOE y ahora s¨®lo diputado, coincide en lo mucho que se improvisaba y recuerda que la inexperiencia y el miedo de la gente provoc¨® situaciones divertidas y tensas: 'El primer mitin que yo di en mi vida fue en septiembre del 76, en el teatro Cerezo de Carmona, y no est¨¢bamos legalizados ni nada de nada. Cuando empec¨¦ a hablar, mis primeras tres palabras produjeron una desbandada que dej¨® vac¨ªo medio teatro. Dije 'Muerto el tirano...' y se fueron, pensando 'aqu¨ª nos fusilan a todos'. Y en algunos m¨ªtines estaba presente el comandante de la Guardia Civil y no sab¨ªas si te iba a interrumpir o incluso a detener'.
El espectro pol¨ªtico al que se enfretaban los espa?oles era muy complejo. ??igo Cavero, entonces ministro del Gobierno de Adolfo Su¨¢rez y candidato de la UCD, ahora presidente del Consejo de Estado, recuerda la complicaci¨®n: 'La sopa de siglas era espectacular. Pero sobre todo era enorme, mucho mayor que ahora, la diferencia entre los partidos. En cada uno de los grandes asuntos aparec¨ªan posturas irreconciliables. No hay que olvidar que, por ejemplo, el PSOE en el 77 segu¨ªa en postulados marxistas. A pesar de todo aquel l¨ªo de siglas, el resultado de la UCD fue mucho mejor del que esper¨¢bamos, cercano a la mayor¨ªa absoluta. Pero no la tuvimos, y eso mismo nos hac¨ªa consensuar casi todo entre fuerzas muy distintas. Si hubi¨¦ramos logrado los 176 diputados, el consenso hubiera sido mucho m¨¢s dif¨ªcil'.
La mayor¨ªa de los pol¨ªticos no s¨®lo estaban enfrentados, sino que ni siquiera se conoc¨ªan. La an¨¦cdota que cuenta Alfonso Guerra es elocuente: 'El primer d¨ªa que entr¨¦ en el Congreso, ven¨ªa por el pasillo hacia el despacho del presidente y de repente me encuentro a Fraga, al que yo ve¨ªa en el NO-DO. Y me dije 'o este t¨ªo se tira a mi cuello o yo me tiro al cuello suyo, a ver c¨®mo nos vamos a entender'. Nos cruzamos y fue como en las treguas de la Edad Media, nos fuimos apartando el uno del otro hasta que pasamos. Y pens¨¦: 'Si ¨¦ste y yo no nos hemos tirado al cuello es que esta democracia puede funcionar'.
La UCD de Su¨¢rez gan¨® aquellas elecciones y se encontr¨® al hist¨®rico PSOE, casi desaparecido durante el franquismo, pis¨¢ndole los talones. Los comicios, a los que acudi¨® el 78% de los espa?oles con edad de votar, dejaron noqueados a dos partidos: Alianza Popular, heredera del franquismo, y el PCE. La primera sac¨® 16 esca?os y los comunistas s¨®lo 20. UCD, formada entonces por 12 partidos, logr¨® 165 y el PSOE, 103.
Alianza Popular la integraban seis partidos liderados por los llamados siete magn¨ªficos: seis ex ministros franquistas y un embajador, liderados por Manuel Fraga. Carlos Argos, en la actualidad secretario del comit¨¦ nacional de Derechos y Garant¨ªas del Partido Popular, y entonces mano derecha de Manuel Fraga, fue el encargado de organizar la campa?a de AP. 'Estaba claro que nos ¨ªbamos a dar el batacazo. Aquellos ministros eran catedr¨¢ticos, abogados del Estado, algunos con dos oposiciones como Mart¨ªnez Esteruela... Ten¨ªan una calidad intelectual y acad¨¦mica de primera magnitud. Pero muchos de ellos no cre¨ªan en la democracia. Yo quer¨ªa hablar en la campa?a de futuro, pero ellos se empe?aban en hablar de Franco. Un d¨ªa le dije a don Manuel: '?Crees que de verdad con estos ac¨®litos tenemos credibilidad?'. Y ¨¦l me contest¨®: 'Como dijo von Bismark, no se puede cambiar las tropas en el campo de batalla'. Yo le repliqu¨¦ que no fue Bismark sino Clausewicz, uno de los grandes te¨®ricos del pensamiento alem¨¢n del siglo XIX, quien lo hab¨ªa dicho. Y ¨¦l me respondi¨®: 'Bueno, es igual, pero no me corrijas'.
'Cuando lleg¨® el momento de votar la Constituci¨®n ten¨ªamos 16 diputados y tres o cuatro votaron no, se fumaron un puro despu¨¦s', se?ala Argos. 'Un amigo me dijo: 'El error vuestro consisti¨® en que la UCD se constituy¨® con los que fueron subsecretarios con Franco y AP con los que fueron ministros'.
En dos a?os, seis de los siete magn¨ªficos desaparecieron de la vida pol¨ªtica espa?ola. S¨®lo Manuel Fraga se present¨® a las siguientes elecciones, las de 1979. Sufri¨® un batacazo electoral a¨²n mayor. Pero su partido ir¨ªa creciendo, cambiar¨ªa las siglas y pasar¨ªa a llamarse Partido Popular, hasta convertirse en el mayor de la oposici¨®n cuando se hundi¨® la UCD y en el partido de Gobierno bajo el liderazgo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
Sin embargo el PCE no logr¨® recuperarse de aquel descalabro que lleg¨® tras los m¨ªtines m¨¢s multitudinarios de la campa?a. El entonces centrista ??igo Cavero lo recuerda con iron¨ªa: 'Los de la UCD organiz¨¢bamos actos de, como mucho, 5.000 personas. Y luego ve¨ªamos los del PCE -m¨¢s de 300.000 personas en Torrelodones a tres d¨ªas de las elecciones- y nos asust¨¢bamos. Pero al final ganamos claramente y el PCE se qued¨® en la m¨ªnima expresi¨®n. Me temo que llevaba a todos sus votantes a los m¨ªtines, mientras los nuestros se quedaban en casa'.
Para Carrillo la explicaci¨®n es algo m¨¢s compleja: 'Despu¨¦s de todo lo que hab¨ªan hecho los comunistas por acabar con la dictadura, el voto no nos dio m¨¢s que 20 diputados. ?Qu¨¦ injusticia hist¨®rica! Pero yo vi venir ese resultado. Desde el momento en que el Alto Mando del Ej¨¦rcito se declar¨® en contra de la legalizaci¨®n del PCE, el miedo jug¨® un papel important¨ªsimo. Mucha gente que quer¨ªa votar comunista no lo hizo por miedo a una involuci¨®n. Ahora es dif¨ªcil, para los j¨®venes, imaginar ese miedo'.
'Pero el Ej¨¦rcito era preocupante', a?ade Carrillo. 'Cada vez que ETA mataba a un general, que por cierto, siempre mataba a los m¨¢s constitucionalistas, llegaba un viento fr¨ªo desde los cuarteles. Y si el 23-F no triunf¨® fue porque Franco hab¨ªa dicho a los militares que ten¨ªan que obedecer al Rey como a ¨¦l mismo. Y as¨ª sucedi¨®. No lo obedecieron porque fuese el Rey de la Constituci¨®n, sino porque hab¨ªa recogido el testigo de Franco'.
El temor era omnipresente. 'Tard¨¦ muchos a?os, despu¨¦s de 1977, en pasar la frontera sin tener miedo', recuerda Miquel Roca. Carlos Garaikoetxea, entonces presidente del Partido Nacionalista Vasco, luego lehendakari y ahora tambi¨¦n retirado de la pol¨ªtica, lo explica as¨ª: 'Esa espada de Damocles estaba siempre ah¨ª. Por eso todos nos moder¨¢bamos. Ten¨ªamos muy claro que pedir la autodeterminaci¨®n no s¨®lo era un brindis al sol, sino un motivo para que volviera el ruido de sables. Y no lo hac¨ªamos. Pero esa moderaci¨®n, ese nadar entre dos aguas, tuvo sus consecuencias. Los de ETA apostaban por la ruptura, nos ped¨ªan que no nos present¨¢ramos a las elecciones. Y ah¨ª comenz¨® la ruptura definitiva dentro del mundo nacionalista. Las reuniones fueron dram¨¢ticas. Aunque nunca pens¨¦ que 25 a?os despu¨¦s iban a seguir matando'.
?Era esto lo que se quer¨ªa el 15 de junio de 1977? 'Si en aquel momento nos llegan a hacer un dise?o diciendo que en el 2002 Espa?a ser¨ªa un pa¨ªs con las libertades democr¨¢ticas garantizadas, todos habr¨ªamos dicho... ?ojal¨¢!', comenta Roca.
'De los cuatro grandes puntos que se pretend¨ªan solventar: lo social, lo religioso, lo social , lo militar y lo territorial, s¨®lo este ¨²ltimo est¨¢ por resolver', se?ala Felipe Gonz¨¢lez. 'Pero al margen de eso, lo que me da pena es que entre figuras en las que ya hab¨ªa desaparecido el rencor, ¨¦ste ha vuelto a aparecer. Ahora no hay debates sino descalificaciones', concluye el ex presidente del Gobierno.
'Recuerdo que un d¨ªa en el Congreso el diputado independentista canario Fernando Sagaseta hablaba del impeliarismo yanqui confabulado con la oligarqu¨ªa terrateniente espa?ola, que a su vez actuaba en sinton¨ªa con el Ej¨¦rcito y la jerarqu¨ªa eclasi¨¢stica del Vaticano... Y de repente, Sagaseta se call¨® por un segundo, hubo un gran silencio y dijo: ?Qu¨¦ gozada, se?ores, poder decir todo esto desde aqu¨ª!'.
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