La jungla electr¨®nica
Dos libros desvelan los misterios y las aristas pol¨¦micas del 'techno' y el 'house'
Paradoja: la electr¨®nica de baile es una de las m¨²sicas m¨¢s difundidas del planeta, pero tiene un baj¨ªsimo perfil medi¨¢tico. Como nace por y para las pistas de baile, s¨®lo se explica en aislados programas especializados de radio y televisi¨®n. Por el contrario, recibe ataques de las autoridades y los medios de comunicaci¨®n cuando ocurre alguna muerte en sus eventos multitudinarios. Dos libros recientes, Estado alterado y Loops, explican, respectivamente, el impacto social de la cultura del house y el ¨¦xtasis y la historia de estas m¨²sicas.
Estado alterado (Alba) est¨¢ escrito por los periodistas brit¨¢nicos Matthew Collin y John Godfrey. Aunque busca las ra¨ªces de la simbiosis de las drogas y la m¨²sica en Estados Unidos (movimiento psicod¨¦lico, la disco music), se centra en el Reino Unido de Margaret Thatcher y John Major, opuestos a la ideolog¨ªa del hedonismo comunitario. Desde finales de los ochenta, inspirados por el lib¨¦rrimo ambiente de Ibiza, pinchadiscos brit¨¢nicos predicaron el evangelio del acid house, una m¨²sica que con ayuda del ¨¦xtasis se convirti¨® en un fen¨®meno de masas. Y que hizo sonar todas las alarmas cuando desbord¨® el ¨¢mbito de las discotecas y se expres¨® en raves, alborotadas reuniones m¨¢s o menos ilegales que ten¨ªan lugar en el campo o en edificios abandonados.
Fue esta ruptura de lo convencional, azuzada por una prensa sensacionalista, lo que puso en pie de guerra al establishment brit¨¢nico. Las radicales medidas prohibicionistas que se discutieron en Espa?a tras sucesos como los de M¨¢laga ya fueron puestas en pr¨¢ctica por pol¨ªticos y polic¨ªas del Reino Unido. Estado alterado se lee como una novela cuando describe la puesta en marcha de una legislaci¨®n represiva, que penalizaba el house y derivados, y el enloquecido juego del rat¨®n y el gato entre polic¨ªas y ravers.
Las fuerzas de la ley ganaron la batalla con perseverancia, enormes gastos, ingenio tecnol¨®gico y una brutalidad nunca vista all¨ª desde la huelga de los mineros. Pero las multas, las incautaciones de equipos y las exageradas penas de prisi¨®n cayeron sobre un movimiento que ya estaba entrando en la fase de resaca. Se sabe que los rendimientos del ¨¦xtasis disminuyen con su abuso y entraron en escena drogas como la hero¨ªna y la coca¨ªna, que atrajeron a unos elementos criminales que se burlaban de los ideales de los consumidores. Con el acoso a las tribus de n¨®madas techno y la imposibilidad de montar raves incontrolados, la m¨²sica de baile volvi¨® a las discotecas, como motor de una potent¨ªsima industria del entretenimiento que tiene como bandera al imperio de Ministry.
Aunque enjaezada y estrictamente vigilada, la m¨²sica electr¨®nica bailable no ha dejado de crecer y subdividirse en el Reino Unido, que sigue ejerciendo su papel de irradiador de tendencias. Para moverse por esa jungla, donde abundan el secretismo tanto como el fanatismo, es indispensable Loops. Una historia de la m¨²sica electr¨®nica (Mondadori), dirigido por Javier Bl¨¢nquez y Omar Morera, que re¨²ne aportaciones de una docena de expertos espa?oles y for¨¢neos. Loops no se limita a las formas bailables: abarca desde Luigi Russolo y otros pioneros hasta la pen¨²ltima moda sonora de Londres o Par¨ªs.
Loops evita los prejuicios y las afirmaciones de hegemon¨ªa musical. En la primera parte, estudia todos los afluentes que han desembocado en el impetuoso r¨ªo actual. La fascinante -y finalmente decepcionante- trayectoria de los alemanes Kraftwerk recibe tanta atenci¨®n como los inspirados experimentos de los intuitivos maestros del dub jamaicano. Stockhausen se codea con Brian Eno, las andanzas de los terroristas sonoros de Whitehouse son seguidas por la apasionante cr¨®nica del nacimiento del hip hop en Nueva York.
El grueso de Loops est¨¢ consagrado a la ascensi¨®n de la m¨²sica electr¨®nica hacia su inmensa popularidad actual. Son instructivos los cap¨ªtulos dedicados al house, el techno, el ambient, las m¨²sicas negras brit¨¢nicas (del jungle al 2 step), las fronteras de la experimentaci¨®n, las tendencias que bajan la palpitaci¨®n r¨ªtmica y la confluencia entre electr¨®nica y rock tras a?os de suspicacias. Especialmente provocadoras son las reflexiones sobre el concepto de la remezcla, que el escritor Jeff Noon reivindica como pr¨¢ctica art¨ªstica general: en el tiempo presente, el autor debe asumir que ha perdido el control sobre la reproducci¨®n de la obra e, inevitablemente, sobre su versi¨®n definitiva, que puede ser reconstruida con su permiso o por las bravas.
Los 12 mandamientos
Loops incluye un fascinante prefacio a cargo de Simon Reynolds, periodista ingl¨¦s cuya aportaci¨®n es un listado comentado de 'los principios fundacionales que dan a la m¨²sica electr¨®nica de baile su coherencia como campo cultural definido'. Son 12 puntos, desde la muerte del autor hasta la especificidad del espacio para experimentar esas m¨²sicas; con una pirueta, termina su texto rebatiendo varias de sus propias propuestas. Sin embargo, Reynolds no encuentra argumentos para discutir su afirmaci¨®n de que 'la m¨²sica electr¨®nica de baile est¨¢ ¨ªntimamente ligada a la cultura de las drogas'. Aunque tambi¨¦n menciona el caso de otras m¨²sicas modificadas -seg¨²n ¨¦l, las producciones del soft rock californiano reflejan que se trabajaba con coca¨ªna-, termina reconociendo que 'la m¨²sica electr¨®nica de baile es ¨²nica en su invenci¨®n de un completo lenguaje musical de sonidos, frases y efectos que est¨¢n expl¨ªcitamente dise?ados para disparar subidones de ¨¦xtasis, acompa?ar las alucinaciones aurales que induce el LSD, la disociaci¨®n comatosa que causa la ketamina, etc¨¦tera'.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.