Una Espa?a perpleja e inquieta
En el locutorio Mi Tierra hay cuatro relojes con las horas de Espa?a, Maruecos, Ecuador y Nigeria. Tambi¨¦n cuenta el locutorio con los dem¨¢s servicios de este tipo de establecimientos: cabinas telef¨®nicas, agencia para transferencias de dinero al extranjero, m¨¢quinas con bebidas refrescantes, tablones de anuncios con ofertas y demandas de empleo, vivienda, electrodom¨¦sticos, muebles y veh¨ªculos... En un cuarto trasero de este local reina un televisor sobre el que, en esta tarde de junio de 2002, fijan su mirada una veintena de j¨®venes magreb¨ªes y latinoamericanos. Todos varones y todos concentrados en los avatares de un partido de la Copa del Mundo de f¨²tbol.
Estamos en Torre Pacheco, en el Campo de Cartagena, a 15 kil¨®metros de la ciudad p¨²nica y a 33 de Murcia. Es un sitio casi perfecto para constatar dos de los grandes cambios de la Espa?a democr¨¢tica. Uno es el que afecta positivamente a buena parte del mundo rural: el Torre Pacheco que entra en el siglo XXI exuda prosperidad. Su calle Mayor ha sido convertida en peatonal, y en sus bajos se alinea una veintena de sucursales bancarias. Los bares de la zona -como el Julio, que sobre la barra exhibe dos banderas rojigualdas con el toro de Osborne en el centro- tienen un semblante tan limpio, fresco y nuevo como las oficinas bancarias. En cuanto a los vecinos, se les ve saludables y llevan las mismas ropas de moda que la gente de Madrid o Barcelona.
No hay l¨ªder ni partido ultraderechistas, pero las actitudes individuales y colectivas de tinte xen¨®fobo y racista comienzan a hacerse presentes
De los 27.000 empadronados en Torre Pacheco, 6.000 son extranjeros, de ellos 3.500 magreb¨ªes y 2.000 ecuatorianos
Seg¨²n la ONU, Espa?a necesitar¨¢ 12 millones de inmigrantes de aqu¨ª al 2050 para mantener la cifra actual de poblaci¨®n y garantizar las pensiones
Pr¨®spera agua
Torre Pacheco era un pobre secarral hasta que en 1979 se materializ¨® el trasvase Tajo-Segura y pas¨® a disfrutar de unas 18.000 hect¨¢reas de regad¨ªo. Entonces todo cambi¨®. Empez¨® a fluir el dinero y, como dice Diego Garc¨ªa Cobacho, su concejal de Interior, 'con ¨¦l se resolvieron muchas necesidades y se crearon otras, la m¨¢s perentoria la de mano de obra'. Esta localidad murciana, que hasta los setenta del siglo XX se desangraba exportando vecinos a Madrid, Catalu?a y m¨¢s all¨¢ de los Pirineos, pas¨® de tener sed de agua a tener sed de trabajadores para sus campos de lechuga, br¨®coli, apio, mel¨®n y alcachofa, y luego para la construcci¨®n, la hosteler¨ªa, el servicio dom¨¦stico y la asistencia a inv¨¢lidos y ancianos. 'As¨ª que en 1989 el Ayuntamiento ofreci¨® 1.800 puestos de trabajo al Inem para los parados espa?oles', cuenta Garc¨ªa Cobacho. 'S¨®lo se presentaron 30 personas y ninguna acept¨® el de jornalero. No tuvimos m¨¢s remedio que permitir la llegada de extranjeros, primero magreb¨ªes y m¨¢s tarde ecuatorianos'.
De los 27.000 empadronados de Torre Pacheco, 6.000 son extranjeros, de ellos 3.500 magreb¨ªes y 2.000 ecuatorianos. Si a estos inmigrantes se a?aden los ilegales, puede afirmarse que un cuarto de su poblaci¨®n naci¨® fuera de Espa?a.
Torre Pacheco vive este fen¨®meno de la inmigraci¨®n con la misma perplejidad que el resto de la sociedad espa?ola, y tambi¨¦n con la misma creciente dosis de inquietud. Aunque si dependiera de Pilar esos sentimientos est¨¢n de m¨¢s. 'Aqu¨ª no hemos tenido manifestaciones graves de xenofobia o racismo, por la sencilla raz¨®n de que el pueblo sabe que le convienen los inmigrantes, que son ellos los que lo est¨¢n sacando a flote', dice mientras sigue intentado ayudar a un marroqu¨ª a regularizar su situaci¨®n. En esta tarde de junio, la cola en el local de Murcia Acoge es larga y espesa. Acuciados por la Ley de Extranjer¨ªa del Gobierno del PP, magreb¨ªes y ecuatorianos pugnan por conseguir o poner al d¨ªa permisos de residencia y trabajo, documentos de reagrupaci¨®n familiar, extensiones de visado y autorizaciones de regreso. Pilar les ayuda, inspirada por esa leyenda que hay en la entrada del local: 'Si tu dios es jud¨ªo, tu coche es japon¨¦s, tu pizza es italiana, tu gas es argelino, tu caf¨¦ es brasile?o, tus vacaciones son marroqu¨ªes, tus cifras son ¨¢rabes, tus letras son latinas... ?c¨®mo te atreves a decir que tu vecino es extranjero?'.
Como Pilar, hay cientos de millares, millones de personas en Espa?a. Son los que intentan facilitarles las cosas a los inmigrantes desde las ONG. Pero tambi¨¦n hay otros millones que no ocultan su desaz¨®n ante el hecho de que Espa?a viva hoy, aunque sea con una d¨¦cada o m¨¢s de retraso, el mismo fen¨®meno de llegada masiva de trabajadores extranjeros y la conversi¨®n en una sociedad plurirracial y plurirreligiosa del Reino Unido, Francia, Holanda o Alemania.
Antecedentes similares
Si ning¨²n pa¨ªs europeo estaba en verdad preparado para ello, Espa?a a¨²n menos. ?ste es el pa¨ªs que a partir de 1492 expuls¨® a jud¨ªos y moriscos, y desde entonces y hasta la muerte de Franco vivi¨® la mayor parte del tiempo bajo el impulso autoritario de la unidad racial, cultural y religiosa. ?ste es un pa¨ªs que durante siglos fue exportador de mano de obra. Y ahora es el pa¨ªs desde donde el Gobierno tilda a la inmigraci¨®n de 'problema', la identifica con el crecimiento de la delincuencia y s¨®lo propone medidas autoritarias, como endurecer a¨²n m¨¢s la Ley de Extranjer¨ªa y blindar las fronteras europeas. Actualmente, la cifra de irregulares var¨ªa entre los 100.000 que calcula la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado y los 300.000 que estima Comisiones Obreras.
En un s¨ªntoma de que Espa?a est¨¢ culminando su incorporaci¨®n al conjunto de los pa¨ªses avanzados occidentales, la inmigraci¨®n lleva camino de convertirse en la gran cuesti¨®n pol¨ªtica, social y cultural. Y aunque, seg¨²n el ¨²ltimo bar¨®metro del CIS -enero-febrero de 2002-, los espa?oles colocan la inmigraci¨®n por detr¨¢s del terrorismo y el paro en la lista de sus preocupaciones, ni el PP, bajo cuyo Gobierno se ha multiplicado la llegada masiva de extranjeros legales o ilegales, ni el PSOE, que no quiere correr el destino de sus correligionarios franceses, desean parecer blandos en esta materia.
Espa?a carece de un l¨ªder y un partido ultraderechistas, pero las actitudes individuales y colectivas de tinte xen¨®fobo y racista comienzan a ser el pan nuestro de cada d¨ªa. La violencia racista se est¨¢ extendiendo peligrosamente entre los adolescentes de los institutos con una alta presencia de inmigrantes, seg¨²n un reciente estudio del antrop¨®logo Carles Serra. La frase 'A los moros hay que meterles ca?a' se ha trivializado entre muchos chavales. En ocasiones, los incidentes son muy graves. En 1999 fueron las agresiones contra africanos y magreb¨ªes en las localidades catalanas de Terrassa, Girona y Banyoles; en 2000, la masiva caza al moro desencadenada en El Ejido (Almer¨ªa), calificada desde Bruselas de 'uno de los m¨¢s graves casos de racismo' en Europa; en 2001, las palizas propinadas por j¨®venes de Alquer¨ªas (Murcia) a un ecuatoriano y un b¨²lgaro, y el pasado febrero, la muerte brutal en el puerto de Barcelona del ecuatoriano Wilson Pacheco.
Comienzan a emerger peque?os Le Pen. El almeriense Juan Enciso, alcalde del PP de El Ejido, es uno de ellos. Otro es el canario Francisco Rivero Garc¨ªa, propietario del Canal 25 de televisi¨®n, que en oto?o de 2000 declar¨®: 'Los negros vienen a traer droga y basura, los pol¨ªticos son unos acojonados y el Gobierno espa?ol no tiene huevos. ?Pues los huevos los vamos a tener los canarios. ?Vamos a echar de aqu¨ª a esa gente, aunque sea a la pedr¨¢'. Tambi¨¦n en Canarias, Jos¨¦ Manuel Soria, alcalde de Las Palmas y presidente del PP en la comunidad aut¨®noma, es muy beligerante contra los magreb¨ªes y africanos. Y en Catalu?a emerge el ultraderechista Josep Anglada, que, con ocasi¨®n del conflicto de la mezquita de Premi¨¤ de Mar, ha afirmado que los ¨¢rabes est¨¢n conquistando esa comunidad 'con el fruto de los vientres de sus mujeres'.
Desde Canarias hasta Catalu?a, pasando por Madrid, Murcia y Valencia, la inmigraci¨®n est¨¢ cambiando Espa?a. Para lo bueno, con la presencia de mano de obra laboriosa y barata en actividades que ya no interesan a los espa?oles, la inyecci¨®n de sangre fresca en la Seguridad Social y la aportaci¨®n de pluralidad y mestizaje a nuestra cultura. Para lo malo en lo que hace a nueva delincuencia, conflictos comunitarios, explosiones de racismo y endurecimiento de los discursos pol¨ªticos. Pero volvamos a Torre Pacheco. ?C¨®mo se vive todo ello en este pueblo?
Triple pol¨ªtica
Desde 1979, el Grupo Independiente, al que pertenece el concejal de Interior, Garc¨ªa Cobacho, gobierna Torre Pacheco, ahora con el apoyo de los socialistas. El Ayuntamiento, explica Garc¨ªa Cobacho, se ha esforzado por evitar conflictos relacionados con la inmigraci¨®n con una triple pol¨ªtica. En primer lugar, luchando contra los guetos derivados del alojamiento en chabolas, albergues miserables suministrados por los patrones o edificios abandonados; y de hecho, 22 de las 27 ¨²ltimas viviendas de protecci¨®n oficial construidas han sido vendidas a magreb¨ªes. En segundo lugar, emple¨¢ndose en cortar los brotes de organizaci¨®n de pandillas neonazis. Por ¨²ltimo, usando el sentido com¨²n.
?Sentido com¨²n? 'S¨ª', responde el edil. 'Le pongo un ejemplo. En el colegio de Balsicas tuvimos un problema cuando los padres de 11 ni?os magreb¨ªes denunciaron que se les obligaba a rezar oraciones cat¨®licas y tambi¨¦n que los men¨²s conten¨ªan cerdo. Lo que hicimos fue suprimir la oraci¨®n y mantener el cerdo, y eso bajo el mismo principio: 'Si en la escuela no hay religi¨®n, no la hay para nadie'.
No todo, sin embargo, es de color de rosa en Torre Pacheco. Como en otros lugares de Espa?a, aflora el sentimiento de que la presencia de inmigrantes se traduce en un incremento de la delincuencia. 'A m¨ª ya me han entrado diez veces para robar en la finca, lo que me produce una gran sensaci¨®n de inseguridad e impotencia', dice una vecina que no desea dar su nombre. Y a?ade: 'Nunca he sido racista, pero ahora veo a los inmigrantes de otra manera. Que vengan aqu¨ª a trabajar, pero que se adapten, que respeten a los ciudadanos que ya estamos aqu¨ª'.
Cuando se le pregunta al concejal de Interior si esta percepci¨®n de alza de la inseguridad se corresponde a los hechos, la respuesta es afirmativa. 'En Torre Pacheco no hemos tenido homicidios o violaciones de espa?oles protagonizados por extranjeros, y eso ha evitado quiz¨¢ explosiones como la de El Ejido', dice. 'Pero en siete de cada 10 incidentes en los que interviene nuestra Polic¨ªa Municipal los protagonistas son magreb¨ªes, m¨¢s argelinos que marroqu¨ªes, o ecuatorianos'.
'No son cosas graves, pero generan malestar, y m¨¢xime cuando lo normal es que nuestros agentes lleven a los detenidos a la Polic¨ªa Nacional de Cartagena, donde, incluso con propuesta de expulsi¨®n, s¨®lo pueden ser puestos en libertad de inmediato', dice el concejal.
Es un hecho que bajo el Gobierno del PP se ha producido un ascenso de la delincuencia en Espa?a. El PSOE lo atribuye en gran medida a la pol¨ªtica de privatizaci¨®n de la seguridad en detrimento del refuerzo de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado. Pero los l¨ªderes del PP desarrollan una intensa campa?a para escabullir responsabilidades y asociar inseguridad con un ascenso de la inmigraci¨®n que tambi¨¦n se ha producido bajo su Gobierno. En este espinoso debate hay aspectos incuestionables, como por ejemplo la conversi¨®n de Madrid en escenario de sangrientos ajustes de cuentas entre carteles colombianos, actuaci¨®n de carteristas rumanos y, en el barrio de Lavapi¨¦s, peleas entre grupos chinos y marroqu¨ªes.
Otras supuestas obviedades lo son menos, empezando por la cifra de detenidos y presos extranjeros que el Gobierno parece haber manipulado al alza. Y continuando por lo m¨¢s importante: las causas de la posible relaci¨®n entre inmigraci¨®n y delitos. Para Mariano Fern¨¢ndez Bermejo, fiscal jefe de Madrid, la asociaci¨®n gubernamental es incorrecta. 'No es la condici¨®n de extranjero, sino la marginaci¨®n, lo que conduce al ¨¢mbito de la criminalidad', dice. 'La soluci¨®n es integrar al inmigrante'.
Pero, como denuncia el l¨ªder socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en Espa?a no existe una pol¨ªtica de Estado para la integraci¨®n de unos inmigrantes que en su gran mayor¨ªa est¨¢n aqu¨ª para quedarse. La carencia es particularmente siniestra, dado que, seg¨²n estudios de fuentes tan diversas como la ONU, la Comisi¨®n Europea, el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) y el BBVA, la poblaci¨®n inmigrante debe crecer bastante m¨¢s. Dada su debilidad demogr¨¢fica y el progresivo envejecimiento de su poblaci¨®n, Espa?a, seg¨²n la ONU, necesitar¨¢ 12 millones de inmigrantes de aqu¨ª a 2050 para mantener la cifra actual de poblaci¨®n y garantizar la supervivencia del sistema de pensiones. Los inmigrantes, seg¨²n datos del Insalud, representaron en 2001 un tercio de los nuevos cotizantes a la Seguridad Social.
Religi¨®n y costumbres
?Es posible integrar a los inmigrantes? 'Con los ecuatorianos no hay problemas: hablan nuestro idioma y van a misa. Salvo que algunos agarran tremendas borracheras y otros o los mismos maltratan a sus mujeres, son gente respetuosa y educada', dice Garc¨ªa Cobacho, a partir de la experiencia de Torrre Pacheco. En cambio, el concejal tiene muchas dudas con los magreb¨ªes. 'El principal problema para su integraci¨®n es el islam; lo usan como un escudo, para aislarse de la sociedad espa?ola'. Mar¨ªa Garc¨ªa, secretaria en el Ayuntamiento, comparte esa impresi¨®n. 'Creo', dice Mar¨ªa, 'que si los marroqu¨ªes y los argelinos vienen aqu¨ª en busca de libertad y trabajo, deber¨ªan hacer un esfuerzo para cortar cosas de su cultura que son retr¨®gradas. Yo no tengo nada contra su religi¨®n, ni contra su manera de vestir o de comer, porque soy de una asociaci¨®n de amigos del pueblo saharaui, pero el trato que dan a las mujeres no lo soporto'.
Con o sin papeles, magreb¨ªes y ecuatorianos mantienen vivos los campos. En Torre Pacheco son muy conscientes de ello. 'No s¨¦ si somos o no m¨¢s tolerantes con los inmigrantes que otros lugares de Espa?a; lo que s¨¦ es que los necesitamos', dice Garc¨ªa Cobacho. 'Una cosecha de lechugas se pierde en una semana; cuando est¨¢ para recogerla, est¨¢ para recogerla'. As¨ª es, y ahora comienza la recolecci¨®n del mel¨®n.
En el locutorio Mi Tierra hay cuatro relojes con las horas de Espa?a, Maruecos, Ecuador y Nigeria. Tambi¨¦n cuenta el locutorio con los dem¨¢s servicios de este tipo de establecimientos: cabinas telef¨®nicas, agencia para transferencias de dinero al extranjero, m¨¢quinas con bebidas refrescantes, tablones de anuncios con ofertas y demandas de empleo, vivienda, electrodom¨¦sticos, muebles y veh¨ªculos... En un cuarto trasero de este local reina un televisor sobre el que, en esta tarde de junio de 2002, fijan su mirada una veintena de j¨®venes magreb¨ªes y latinoamericanos. Todos varones y todos concentrados en los avatares de un partido de la Copa del Mundo de f¨²tbol.
Estamos en Torre Pacheco, en el Campo de Cartagena, a 15 kil¨®metros de la ciudad p¨²nica y a 33 de Murcia. Es un sitio casi perfecto para constatar dos de los grandes cambios de la Espa?a democr¨¢tica. Uno es el que afecta positivamente a buena parte del mundo rural: el Torre Pacheco que entra en el siglo XXI exuda prosperidad. Su calle Mayor ha sido convertida en peatonal, y en sus bajos se alinea una veintena de sucursales bancarias. Los bares de la zona -como el Julio, que sobre la barra exhibe dos banderas rojigualdas con el toro de Osborne en el centro- tienen un semblante tan limpio, fresco y nuevo como las oficinas bancarias. En cuanto a los vecinos, se les ve saludables y llevan las mismas ropas de moda que la gente de Madrid o Barcelona.
Pr¨®spera agua
Torre Pacheco era un pobre secarral hasta que en 1979 se materializ¨® el trasvase Tajo-Segura y pas¨® a disfrutar de unas 18.000 hect¨¢reas de regad¨ªo. Entonces todo cambi¨®. Empez¨® a fluir el dinero y, como dice Diego Garc¨ªa Cobacho, su concejal de Interior, 'con ¨¦l se resolvieron muchas necesidades y se crearon otras, la m¨¢s perentoria la de mano de obra'. Esta localidad murciana, que hasta los setenta del siglo XX se desangraba exportando vecinos a Madrid, Catalu?a y m¨¢s all¨¢ de los Pirineos, pas¨® de tener sed de agua a tener sed de trabajadores para sus campos de lechuga, br¨®coli, apio, mel¨®n y alcachofa, y luego para la construcci¨®n, la hosteler¨ªa, el servicio dom¨¦stico y la asistencia a inv¨¢lidos y ancianos. 'As¨ª que en 1989 el Ayuntamiento ofreci¨® 1.800 puestos de trabajo al Inem para los parados espa?oles', cuenta Garc¨ªa Cobacho. 'S¨®lo se presentaron 30 personas y ninguna acept¨® el de jornalero. No tuvimos m¨¢s remedio que permitir la llegada de extranjeros, primero magreb¨ªes y m¨¢s tarde ecuatorianos'.
De los 27.000 empadronados de Torre Pacheco, 6.000 son extranjeros, de ellos 3.500 magreb¨ªes y 2.000 ecuatorianos. Si a estos inmigrantes se a?aden los ilegales, puede afirmarse que un cuarto de su poblaci¨®n naci¨® fuera de Espa?a.
Torre Pacheco vive este fen¨®meno de la inmigraci¨®n con la misma perplejidad que el resto de la sociedad espa?ola, y tambi¨¦n con la misma creciente dosis de inquietud. Aunque si dependiera de Pilar esos sentimientos est¨¢n de m¨¢s. 'Aqu¨ª no hemos tenido manifestaciones graves de xenofobia o racismo, por la sencilla raz¨®n de que el pueblo sabe que le convienen los inmigrantes, que son ellos los que lo est¨¢n sacando a flote', dice mientras sigue intentado ayudar a un marroqu¨ª a regularizar su situaci¨®n. En esta tarde de junio, la cola en el local de Murcia Acoge es larga y espesa. Acuciados por la Ley de Extranjer¨ªa del Gobierno del PP, magreb¨ªes y ecuatorianos pugnan por conseguir o poner al d¨ªa permisos de residencia y trabajo, documentos de reagrupaci¨®n familiar, extensiones de visado y autorizaciones de regreso. Pilar les ayuda, inspirada por esa leyenda que hay en la entrada del local: 'Si tu dios es jud¨ªo, tu coche es japon¨¦s, tu pizza es italiana, tu gas es argelino, tu caf¨¦ es brasile?o, tus vacaciones son marroqu¨ªes, tus cifras son ¨¢rabes, tus letras son latinas... ?c¨®mo te atreves a decir que tu vecino es extranjero?'.
Como Pilar, hay cientos de millares, millones de personas en Espa?a. Son los que intentan facilitarles las cosas a los inmigrantes desde las ONG. Pero tambi¨¦n hay otros millones que no ocultan su desaz¨®n ante el hecho de que Espa?a viva hoy, aunque sea con una d¨¦cada o m¨¢s de retraso, el mismo fen¨®meno de llegada masiva de trabajadores extranjeros y la conversi¨®n en una sociedad plurirracial y plurirreligiosa del Reino Unido, Francia, Holanda o Alemania.
Antecedentes similares
Si ning¨²n pa¨ªs europeo estaba en verdad preparado para ello, Espa?a a¨²n menos. ?ste es el pa¨ªs que a partir de 1492 expuls¨® a jud¨ªos y moriscos, y desde entonces y hasta la muerte de Franco vivi¨® la mayor parte del tiempo bajo el impulso autoritario de la unidad racial, cultural y religiosa. ?ste es un pa¨ªs que durante siglos fue exportador de mano de obra. Y ahora es el pa¨ªs desde donde el Gobierno tilda a la inmigraci¨®n de 'problema', la identifica con el crecimiento de la delincuencia y s¨®lo propone medidas autoritarias, como endurecer a¨²n m¨¢s la Ley de Extranjer¨ªa y blindar las fronteras europeas. Actualmente, la cifra de irregulares var¨ªa entre los 100.000 que calcula la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado y los 300.000 que estima Comisiones Obreras.
En un s¨ªntoma de que Espa?a est¨¢ culminando su incorporaci¨®n al conjunto de los pa¨ªses avanzados occidentales, la inmigraci¨®n lleva camino de convertirse en la gran cuesti¨®n pol¨ªtica, social y cultural. Y aunque, seg¨²n el ¨²ltimo bar¨®metro del CIS -enero-febrero de 2002-, los espa?oles colocan la inmigraci¨®n por detr¨¢s del terrorismo y el paro en la lista de sus preocupaciones, ni el PP, bajo cuyo Gobierno se ha multiplicado la llegada masiva de extranjeros legales o ilegales, ni el PSOE, que no quiere correr el destino de sus correligionarios franceses, desean parecer blandos en esta materia.
Espa?a carece de un l¨ªder y un partido ultraderechistas, pero las actitudes individuales y colectivas de tinte xen¨®fobo y racista comienzan a ser el pan nuestro de cada d¨ªa. La violencia racista se est¨¢ extendiendo peligrosamente entre los adolescentes de los institutos con una alta presencia de inmigrantes, seg¨²n un reciente estudio del antrop¨®logo Carles Serra. La frase 'A los moros hay que meterles ca?a' se ha trivializado entre muchos chavales. En ocasiones, los incidentes son muy graves. En 1999 fueron las agresiones contra africanos y magreb¨ªes en las localidades catalanas de Terrassa, Girona y Banyoles; en 2000, la masiva caza al moro desencadenada en El Ejido (Almer¨ªa), calificada desde Bruselas de 'uno de los m¨¢s graves casos de racismo' en Europa; en 2001, las palizas propinadas por j¨®venes de Alquer¨ªas (Murcia) a un ecuatoriano y un b¨²lgaro, y el pasado febrero, la muerte brutal en el puerto de Barcelona del ecuatoriano Wilson Pacheco.
Comienzan a emerger peque?os Le Pen. El almeriense Juan Enciso, alcalde del PP de El Ejido, es uno de ellos. Otro es el canario Francisco Rivero Garc¨ªa, propietario del Canal 25 de televisi¨®n, que en oto?o de 2000 declar¨®: 'Los negros vienen a traer droga y basura, los pol¨ªticos son unos acojonados y el Gobierno espa?ol no tiene huevos. ?Pues los huevos los vamos a tener los canarios. ?Vamos a echar de aqu¨ª a esa gente, aunque sea a la pedr¨¢'. Tambi¨¦n en Canarias, Jos¨¦ Manuel Soria, alcalde de Las Palmas y presidente del PP en la comunidad aut¨®noma, es muy beligerante contra los magreb¨ªes y africanos. Y en Catalu?a emerge el ultraderechista Josep Anglada, que, con ocasi¨®n del conflicto de la mezquita de Premi¨¤ de Mar, ha afirmado que los ¨¢rabes est¨¢n conquistando esa comunidad 'con el fruto de los vientres de sus mujeres'.
Desde Canarias hasta Catalu?a, pasando por Madrid, Murcia y Valencia, la inmigraci¨®n est¨¢ cambiando Espa?a. Para lo bueno, con la presencia de mano de obra laboriosa y barata en actividades que ya no interesan a los espa?oles, la inyecci¨®n de sangre fresca en la Seguridad Social y la aportaci¨®n de pluralidad y mestizaje a nuestra cultura. Para lo malo en lo que hace a nueva delincuencia, conflictos comunitarios, explosiones de racismo y endurecimiento de los discursos pol¨ªticos. Pero volvamos a Torre Pacheco. ?C¨®mo se vive todo ello en este pueblo?
Triple pol¨ªtica
Desde 1979, el Grupo Independiente, al que pertenece el concejal de Interior, Garc¨ªa Cobacho, gobierna Torre Pacheco, ahora con el apoyo de los socialistas. El Ayuntamiento, explica Garc¨ªa Cobacho, se ha esforzado por evitar conflictos relacionados con la inmigraci¨®n con una triple pol¨ªtica. En primer lugar, luchando contra los guetos derivados del alojamiento en chabolas, albergues miserables suministrados por los patrones o edificios abandonados; y de hecho, 22 de las 27 ¨²ltimas viviendas de protecci¨®n oficial construidas han sido vendidas a magreb¨ªes. En segundo lugar, emple¨¢ndose en cortar los brotes de organizaci¨®n de pandillas neonazis. Por ¨²ltimo, usando el sentido com¨²n.
?Sentido com¨²n? 'S¨ª', responde el edil. 'Le pongo un ejemplo. En el colegio de Balsicas tuvimos un problema cuando los padres de 11 ni?os magreb¨ªes denunciaron que se les obligaba a rezar oraciones cat¨®licas y tambi¨¦n que los men¨²s conten¨ªan cerdo. Lo que hicimos fue suprimir la oraci¨®n y mantener el cerdo, y eso bajo el mismo principio: 'Si en la escuela no hay religi¨®n, no la hay para nadie'.
No todo, sin embargo, es de color de rosa en Torre Pacheco. Como en otros lugares de Espa?a, aflora el sentimiento de que la presencia de inmigrantes se traduce en un incremento de la delincuencia. 'A m¨ª ya me han entrado diez veces para robar en la finca, lo que me produce una gran sensaci¨®n de inseguridad e impotencia', dice una vecina que no desea dar su nombre. Y a?ade: 'Nunca he sido racista, pero ahora veo a los inmigrantes de otra manera. Que vengan aqu¨ª a trabajar, pero que se adapten, que respeten a los ciudadanos que ya estamos aqu¨ª'.
Cuando se le pregunta al concejal de Interior si esta percepci¨®n de alza de la inseguridad se corresponde a los hechos, la respuesta es afirmativa. 'En Torre Pacheco no hemos tenido homicidios o violaciones de espa?oles protagonizados por extranjeros, y eso ha evitado quiz¨¢ explosiones como la de El Ejido', dice. 'Pero en siete de cada 10 incidentes en los que interviene nuestra Polic¨ªa Municipal los protagonistas son magreb¨ªes, m¨¢s argelinos que marroqu¨ªes, o ecuatorianos'.
'No son cosas graves, pero generan malestar, y m¨¢xime cuando lo normal es que nuestros agentes lleven a los detenidos a la Polic¨ªa Nacional de Cartagena, donde, incluso con propuesta de expulsi¨®n, s¨®lo pueden ser puestos en libertad de inmediato', dice el concejal.
Es un hecho que bajo el Gobierno del PP se ha producido un ascenso de la delincuencia en Espa?a. El PSOE lo atribuye en gran medida a la pol¨ªtica de privatizaci¨®n de la seguridad en detrimento del refuerzo de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado. Pero los l¨ªderes del PP desarrollan una intensa campa?a para escabullir responsabilidades y asociar inseguridad con un ascenso de la inmigraci¨®n que tambi¨¦n se ha producido bajo su Gobierno. En este espinoso debate hay aspectos incuestionables, como por ejemplo la conversi¨®n de Madrid en escenario de sangrientos ajustes de cuentas entre carteles colombianos, actuaci¨®n de carteristas rumanos y, en el barrio de Lavapi¨¦s, peleas entre grupos chinos y marroqu¨ªes.
Otras supuestas obviedades lo son menos, empezando por la cifra de detenidos y presos extranjeros que el Gobierno parece haber manipulado al alza. Y continuando por lo m¨¢s importante: las causas de la posible relaci¨®n entre inmigraci¨®n y delitos. Para Mariano Fern¨¢ndez Bermejo, fiscal jefe de Madrid, la asociaci¨®n gubernamental es incorrecta. 'No es la condici¨®n de extranjero, sino la marginaci¨®n, lo que conduce al ¨¢mbito de la criminalidad', dice. 'La soluci¨®n es integrar al inmigrante'.
Pero, como denuncia el l¨ªder socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en Espa?a no existe una pol¨ªtica de Estado para la integraci¨®n de unos inmigrantes que en su gran mayor¨ªa est¨¢n aqu¨ª para quedarse. La carencia es particularmente siniestra, dado que, seg¨²n estudios de fuentes tan diversas como la ONU, la Comisi¨®n Europea, el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) y el BBVA, la poblaci¨®n inmigrante debe crecer bastante m¨¢s. Dada su debilidad demogr¨¢fica y el progresivo envejecimiento de su poblaci¨®n, Espa?a, seg¨²n la ONU, necesitar¨¢ 12 millones de inmigrantes de aqu¨ª a 2050 para mantener la cifra actual de poblaci¨®n y garantizar la supervivencia del sistema de pensiones. Los inmigrantes, seg¨²n datos del Insalud, representaron en 2001 un tercio de los nuevos cotizantes a la Seguridad Social.
Religi¨®n y costumbres
?Es posible integrar a los inmigrantes? 'Con los ecuatorianos no hay problemas: hablan nuestro idioma y van a misa. Salvo que algunos agarran tremendas borracheras y otros o los mismos maltratan a sus mujeres, son gente respetuosa y educada', dice Garc¨ªa Cobacho, a partir de la experiencia de Torrre Pacheco. En cambio, el concejal tiene muchas dudas con los magreb¨ªes. 'El principal problema para su integraci¨®n es el islam; lo usan como un escudo, para aislarse de la sociedad espa?ola'. Mar¨ªa Garc¨ªa, secretaria en el Ayuntamiento, comparte esa impresi¨®n. 'Creo', dice Mar¨ªa, 'que si los marroqu¨ªes y los argelinos vienen aqu¨ª en busca de libertad y trabajo, deber¨ªan hacer un esfuerzo para cortar cosas de su cultura que son retr¨®gradas. Yo no tengo nada contra su religi¨®n, ni contra su manera de vestir o de comer, porque soy de una asociaci¨®n de amigos del pueblo saharaui, pero el trato que dan a las mujeres no lo soporto'.
Con o sin papeles, magreb¨ªes y ecuatorianos mantienen vivos los campos. En Torre Pacheco son muy conscientes de ello. 'No s¨¦ si somos o no m¨¢s tolerantes con los inmigrantes que otros lugares de Espa?a; lo que s¨¦ es que los necesitamos', dice Garc¨ªa Cobacho. 'Una cosecha de lechugas se pierde en una semana; cuando est¨¢ para recogerla, est¨¢ para recogerla'. As¨ª es, y ahora comienza la recolecci¨®n del mel¨®n.
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