El gol calvo
Hay goles que s¨®lo se pueden anotar con la cabeza rapada. Cuando un delantero recibe un centro de espaldas a la porter¨ªa, necesita una segunda frente para rematar.
El gol calvo por excelencia fue anotado por Uwe Seller en el Mundial de M¨¦xico 70. El alem¨¢n remat¨® sin ver y con perfecta punter¨ªa, como s¨®lo puede hacerlo quien lleva la frente en todo el cr¨¢neo. Ciertos jugadores se ven favorecidos por la p¨¦rdida de pelo. Otros se afeitan al modo de Ronaldo, como gladiadores de una edad futura. Jared Borgetti es el mejor cabeceador en la historia del futbol mexicano. Tal vez por eso lleva el corte brev¨ªsimo y cruel del ej¨¦rcito o el orfelinato, y cuando anota sonr¨ªe con la exultante libertad del pr¨®fugo. Las complicaciones de Jared no pasan de su nombre; no se trasquila para parecerse al Dalai Lama o tener look de alien¨ªgena, sino para practicar el remate patentado por Seller, atributo de las cabezas que castigan bien sus pelos.
Durante a?os, Borgetti fue una inmensa gloria municipal. Reinvent¨® el arte de cabecear en el ardiente estadio de Torre¨®n, pero desmerec¨ªa lejos de casa, como si las canchas extranjeras tuvieran la enrarecida gravedad de Marte.
Desde que Javier Aguirre impuso un orden admirable, la selecci¨®n mexicana demostr¨® que pod¨ªa luchar con eficacia sin aspirar a la magia. Un grupo modesto y entregado, donde Jared anotaba a veces y sin gran alarde. S¨®lo las espinilleras con la Virgen de Guadalupe delataban que el equipo cre¨ªa en los milagros.
Finalmente, en el minuto 34 del partido contra Italia, Borgetti rompi¨® el maleficio de una selecci¨®n en pecado de normalidad. El delantero recibi¨® un centro bien temperado de Cuauht¨¦moc Blanco, con el inconveniente de que deb¨ªa cabecear de espaldas, con un defensa pegado al cuerpo. En 32 a?os nadie hab¨ªa emulado en un Mundial la proeza de Uwe Seller. El portero Buffon estaba atento a todo lo que fuera posible. No pod¨ªa saber que Borgetti iba a saltar como si estuviera en el desierto de Torre¨®n ni que girar¨ªa su cr¨¢neo de pel¨®n de hospicio para anotar el gol que nosotros ve¨ªamos y ¨¦l s¨®lo pod¨ªa so?ar. Los guardametas dan realce a ciertos goles con sus estiradas. Ante el remate inveros¨ªmil, suelen quedarse de piedra. Buffon apenas hizo por la pelota. Acaso su papel en la jugada no fuera otro que estar ah¨ª, enviado por el destino para recordar la sentencia de su tocayo el cl¨¢sico: 'el estilo es el hombre'.
O lo que es lo mismo: hay goles que s¨®lo se pueden anotar con la cabeza rapada.
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