La llegada al poder de un pragm¨¢tico de provincias
El astuto nuevo primer ministro Jean-Pierre Raffarin lanza un mensaje de 'humanismo y descentralizaci¨®n' a la Francia profunda
Se sabe menospreciado por la intelectualidad parisiense y ¨¦l mismo resalta su faceta de hombre de provincias. Astutamente, oculta el fondo liberal de su pensamiento, elude los conflictos y se trabaja la imagen de persona atenta a tenderos, empleados, artesanos y dem¨¢s clases medias, de las que espera sacar la fuerza para consolidar el Gobierno de centro-derecha. 'Yo no soy un fil¨®sofo', confiesa Jean-Pierre Raffarin en el libro que public¨® antes de que Jacques Chirac le nombrara jefe de un 'Gobierno electoral', que, a partir de ahora, habr¨¢ de demostrar su verdadera talla cuando empiece a tomar medidas impopulares.
No es un tecn¨®crata; tampoco fue nunca un gaullista. Relacionado en su juventud con el centrista Val¨¨ry Giscard d'Estaing, ha circulado en la pol¨ªtica entre UDF y el peque?o partido Democracia Liberal, de cuyo seno fue extra¨ªdo por Chirac para sortear los riesgos de colocar en el puesto a un hombre con pasado pol¨ªtico y ganar unas elecciones en las que no se ha llegado a gritar 'muera la inteligencia', eso no; pero s¨ª se ha hablado muy mal del 'mundo parisiense' y de la 'arrogancia de los enarcas', esos altos funcionarios que pueblan la pol¨ªtica francesa.
Ve las 35 horas como 'una ley subsidiaria' y quiere 'mejorar la vuelta a la actividad'
Ha hablado muy mal del 'mundo parisiense' y de la 'arrogancia de los enarcas'
Raffarin procede de la Francia profunda. Su padre empez¨® como contable, fue diputado y ascendi¨® a secretario de Estado en el Gobierno de Pierre M¨¨ndes-France en la IV Rep¨²blica. Se meti¨® en el mundo de las mutualidades agr¨ªcolas, y el actual primer ministro confiesa haberse dado cuenta de lo que era la globalizaci¨®n observando lo que sufri¨® esa econom¨ªa mutualista 'bajo el peso de las grandes marcas de la distribuci¨®n y de la competencia de productos venidos de los cuatro rincones del planeta'.
Se desvi¨® despu¨¦s al terreno de la comunicaci¨®n: en 1983 trabaj¨® para Giscard d'Estaing hasta encontrar la frase-eslogan 'el socialismo no funciona', con el que los adversarios de Fran?ois Mitterrand pretend¨ªan desacreditar los primeros a?os de gobierno socialista. Raffarin se convirti¨® despu¨¦s en presidente de la regi¨®n de Poitou-Charentes, que comprende ciudades como Poitiers, Angulema y La Rochelle. Con esta sola experiencia fue catapultado a primer ministro. Por eso su libro Por una nueva gobernanza no figuraba en las listas de los m¨¢s vendidos. Pero en sus p¨¢ginas se apuntan las ideas que defiende frente a un socialismo que, seg¨²n ¨¦l, 'descansa en la lucha, la divisi¨®n, la victoria de unos sobre otros, de un proyecto sobre otro, de una clase sobre otra'.
La 'pol¨ªtica humanista' proclamada por este hombre de 53 a?os, lo va a arreglar todo. ?l hace como que le importa una higa la incomprensi¨®n de muchos intelectuales: '?Por qu¨¦ deber¨ªa privarme yo [del humanismo] para satisfacer a un c¨ªrculo de pensadores y de indicadores de opini¨®n que est¨¢n muy lejos de la base popular de nuestro pa¨ªs?'. Afirma que la din¨¢mica humanista 'se opone al gigantismo y a la concentraci¨®n'; apoya la 'moderaci¨®n fiscal, porque los excesos de fiscalidad empobrecen el esp¨ªritu creador', y considera prioritario 'descentralizar la educaci¨®n', abandonando el monopolio del Estado sobre la escuela.
Una breve experiencia ministerial en el Gobierno conservador de Alain Jupp¨¦, entre 1995 y 1997, le consagr¨® como el defensor de los panaderos. A t¨ªtulo de ministro de la Peque?a y Mediana Empresa, exigi¨® que se reconociera la diferencia entre el pan de calidad artesanal y el pan industrial, y en funci¨®n de ello, que se protegiera a los fabricantes de aqu¨¦l. De ello extrajo la ense?anza de que 'la econom¨ªa humanista debe fundarse sobre una preferencia hacia las peque?as y medianas empresas' y que es necesario hacer de la duraci¨®n del trabajo (ley de las 35 horas) 'una norma subsidiaria' para 'mejorar r¨¢pidamente la vuelta a la actividad' y 'liberar las fuerzas vivas y cualitativas del pa¨ªs'.
Cree poco en una estructura mundial: 'El mundo no acepta ser gobernado por ocho personas, por leg¨ªtimas que sean', dice respecto al G-8. Y en cuanto a los extranjeros, primero el diagn¨®stico de la calamidad p¨²blica -'la pol¨ªtica de integraci¨®n ha sido globalmente un fracaso en nuestro pa¨ªs'- y luego, el remedio sencillo: 'Nombrar rectores, prefectos, comisarios de polic¨ªa de origen europeo, asi¨¢tico, ¨¢rabe o africano permitir¨¢ a la poblaci¨®n, m¨¢s tarde, elegir sus representantes en el rico vivero de esos franceses cuyos padres han venido a trabajar a Francia, a menudo desde lejos'.
?ste es el hombre encargado por Chirac de gestionar la pol¨ªtica francesa. No est¨¢ claro su papel en la divisi¨®n del poder trazada por el jefe del Estado para la nueva etapa, puesto que la direcci¨®n del partido Uni¨®n por la Mayor¨ªa Presidencial (UMP) no residir¨¢ en el jefe del Gobierno, sino en el ex primer ministro Alain Jupp¨¦. El hombre de provincias ha sido un eficaz bander¨ªn de enganche electoral; falta saber si tiene verdaderas capacidades para enfrentarse a la tarea de gobierno.
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