Rotos y desquiciados
Los jugadores espa?oles cargan contra el tr¨ªo arbitral por la frustraci¨®n de la derrota
'Qu¨¦ cara m¨¢s dura tienes. Pero qu¨¦ cara m¨¢s dura'. Seguramente Ghandour, el ¨¢rbitro egipcio, no entendi¨® aquellas palabras que le dedic¨® Morientes cuando le anul¨® el gol que pon¨ªa a Espa?a en las semifinales. Pero s¨ª entender¨ªa el gesto del delantero centro, que se daba golpes en la mejilla con la mano abierta. Como entender¨ªa a Helguera, ya al final del partido, cuando se dirigi¨® hecho una fiera a uno de sus asistentes, a cuya madre ment¨® con reiteraci¨®n. Fue el colof¨®n de un partido y un arbitraje que desquiciaron a Espa?a.
Lo de menos, en este caso, fue el ambiente, aunque la marea roja de la que tanto se ufana Corea del Sur fuera una realidad en todos los ¨¢mbitos ayer en el estadio de Gwangju. Trasladando el episodio a la mitolog¨ªa del lejano Oeste, se dir¨ªa que ayer Camacho, como el general Custer al frente del S¨¦ptimo de Caballer¨ªa, vivi¨® su Little Big Horn particular. La derrota del supuestamente m¨¢s evolucionado, v¨ªctima del n¨²mero y el entusiasmo de un oponente subestimado. Un desborde que comenz¨® por las gradas, se contagi¨® al campo y termin¨® por explotar en los jueces de l¨ªnea, Ragoonath y Tomusange; en dos goles anulados y en varias trifulcas que hundieron a la selecci¨®n hasta quebrarla an¨ªmicamente en una inesperada tanda de penaltis.
No basta con ser mejor que el rival, hay que dejarle sin posibilidad de respuesta
Seg¨²n Helguera, Ghandour dijo que toda la culpa la hab¨ªan tenido sus ayudantes
Nada m¨¢s comenzar el partido, la selecci¨®n surcoreana se llev¨® por delante el centro del campo espa?ol. Jos¨¦ Antonio Camacho y sus ayudantes, desde Pepe Carcel¨¦n hasta Silvia Dorschnerova, permanecieron tapados en sus asientos, metidos en el banquillo a la espera de acontecimientos. Y el equipo reaccion¨®: Romero se sum¨® al medio campo y Joaqu¨ªn aprovech¨® que Kim, el central zurdo, segu¨ªa a Valer¨®n y le busc¨® la espalda. Este aparente dominio, que dur¨® hasta el segundo tiempo, no s¨®lo no se concret¨® en goles sino que se volvi¨® en contra de la moral espa?ola. Al ver que no pod¨ªa marcar, la selecci¨®n se deprimi¨®.
Una r¨¢pida llegada de Park, que remat¨® a la derecha de Casillas en el segundo tiempo, fue el punto de inflexi¨®n an¨ªmico del encuentro. El portero hizo la parada del partido y el p¨²blico celebr¨® las repeticiones en la pantalla gigante como si lo que pasaba en el campo fuera una realidad virtual y hubiera que superarlo con la evidencia incontestable de la imagen cinematogr¨¢fica. '?Ohhhhh!', gritaron con la primera repetici¨®n. Al verlo desde otro ¨¢ngulo, lanzaron el mismo grito de asombro: '?Ohhhhh!'. Por entonces, en el banquillo espa?ol comenzaron a perderse los nervios.
Ra¨²l, Trist¨¢n y Albelda, los tres lesionados, se quedaron de pie con los brazos en jarras en el ¨¢rea t¨¦cnica. Camacho no dejaba de hacer se?as al ¨¢rbitro con el brazo derecho haciendo la pantomima del juez de l¨ªnea al levantar el bander¨ªn. Como si tuviera un resorte en su brazo derecho. Al mismo tiempo, y quiz¨¢ intentando que sus axilas sudadas no cobren mayor fama planetaria de la que ya tienen, con la mano izquierda se tapaba las manchas de transpiraci¨®n del sobaco contrario. El seleccionador se quejaba de pie y gesticulando al colegiado, Ghandour, por la actuaci¨®n de sus ayudantes, Tomusange, de Uganda, y Ragoonath, de Trinidad y Tobago. Cada uno hab¨ªa se?alado un fuera de juego dudoso o inexistente pocos minutos antes.
El final de los 90 minutos reglamentarios, que Ghandour pit¨® antes de que Espa?a pudiera lanzar un c¨®rner, encontr¨® a los de Camacho desquiciados. El p¨²blico hac¨ªa la ola mientras el seleccionador se enfrentaba a Tomusange en el medio del campo, Morientes se tend¨ªa boca arriba y Ra¨²l, haciendo de fisioterapeuta, le preguntaba qu¨¦ tal estaba, le quitaba las espinilleras y le estiraba los m¨²sculos para evitar calambres en las piernas agotadas.
La anulaci¨®n del gol de oro de Morientes, que habr¨ªa decidido el partido a favor de Espa?a, tuvo consecuencias m¨¢s funestas. El juez de l¨ªnea Ragoonath no dud¨® en levantar su bander¨ªn para se?alar que un bal¨®n que nunca se fue del campo s¨ª se hab¨ªa ido. Juanfran, que estaba calentando junto a la l¨ªnea de fondo de la porter¨ªa surcoreana, vio el hecho a un metro de distancia. El lateral valenciano se llev¨® las manos a la cabeza y as¨ª permaneci¨®, incr¨¦dulo, un buen rato.
Los preparativos de la serie de penaltis, con Morientes dirigi¨¦ndose al ¨¢rbitro y toc¨¢ndose la cara, o grit¨¢ndole a Tomusange un '?me cago en tu puta madre!', fue el pr¨®logo del desastre. Camacho intent¨® animar a los jugadores y Ra¨²l abraz¨® a Casillas. Pero el tiro fallido de Joaqu¨ªn y el penalti de Hong, el libero budista que se confes¨® un lanzador 'experimentado' tras anotar la pena con una gravedad propia de un samurai, pusieron t¨¦rmino a la aventura de Espa?a en Corea.
'Es dif¨ªcil mantener la calma en esas condiciones', dijo Helguera en los vestuarios. El centrocampista se refiri¨® a Juanfran, que se hab¨ªa tragado la indignaci¨®n en la banda y que fue el primero que salt¨® al campo en busca del ¨¢rbitro como si fuera a agredirlo. Camacho se interpuso abrazando a Ghandour y luego el propio Helguera se sum¨® al linchamiento frustrado. '?No te da verg¨¹enza?', le dijo Helguera. 'El ¨¢rbitro me contest¨® que ¨¦l no ten¨ªa nada que ver, que todo hab¨ªa sido culpa de los jueces de l¨ªnea'.
El caso es que se hizo complicad¨ªsimo no ya calmar al centrocampista del Madrid, lo que s¨®lo se consigui¨® en el vestuario, sino intentar que no llegara hasta el lugar del c¨¦sped donde permanec¨ªa impasible Tomusange. A esa complicada tarea se dedicaron durante unos instantes Valer¨®n, Trist¨¢n y Mendieta. Camacho lleg¨® a la carrera hasta all¨ª y comenz¨® a echar de all¨ª a sus jugadores. Helguera, sin embargo, se revolv¨ªa, con el pu?o cerrado y, al final, fue Xavi quien consigui¨® arrastrarlo al vestuario. Conseguido ese primer prop¨®sito, el propio Xavi se dirigi¨® al asistente dibujando con sus dedos una enormes gafas. Por fin, Camacho ech¨® de all¨ª a todos sus hombres, y acab¨® charlando con Ghandour, que intent¨® darle unas explicaciones que el seleccionador recibi¨® con incredulidad.
Mientras esto ocurr¨ªa en el c¨¦sped, al t¨²nel de vestuarios llegaba Joaqu¨ªn, el hombre que hab¨ªa fallado el penalti, consolado por Hierro. Recibi¨® tambi¨¦n un beso de Sergio y otro de Curro Torres. El chaval hab¨ªa permanecido unos instantes en el c¨¦sped con la mirada perdida.
Sin fuerza ya para protestar, ni siquiera para irse al vestuario, Morientes se derrumb¨® sobre el c¨¦sped y se qued¨® con la cara contra la tierra, en posici¨®n fetal, llorando como un ni?o.
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