El gen del ganador
No regatea como Joaqu¨ªn ni abarca lo que Baraja. No se le conocen las roscas precisas de De Pedro ni la pegada de Hierro. Tampoco remata como Morientes. No anticipa como Puyol y ni por asomo para como Casillas. Pero quiere ganar y gana. Ra¨²l gana. Posee el gen de la victoria, tan escaso tradicionalmente en el futbolista espa?ol. Un plus de contundencia y ambici¨®n imparable a trav¨¦s del cual se explica la historia de este deporte. Los triunfos y las derrotas, las haza?as y las decepciones. Tambi¨¦n la de ayer.
Espa?a jug¨® correctamente, mejor que el rival. Reuni¨® virtudes suficientes para pasar a las semifinales, pero finalmente todas ellas resultaron vulnerables a otros factores que descuentan, el de la actuaci¨®n arbitral a la cabeza. A la selecci¨®n le falt¨® la determinaci¨®n de los grandes; el car¨¢cter de los que no admiten discusiones, especialmente cuando se sienten y saben superiores. Le falt¨® Ra¨²l, cuyo poder es rotundo y aplastante, aunque dif¨ªcil de concretar en una suerte futbol¨ªstica puntual, en el regate tal o el tiro cual. Su influencia se explica mejor con la hoja de resultados en la mano.
Ra¨²l no se consiente una distracci¨®n, una mueca de debilidad ante los contratiempos. Su sola presencia se come el partido, del que no se va nunca: intimida al rival y estimula al compa?ero. Tiene car¨¢cter, un empecinamiento enfermizo por salirse con la suya. Y esos rasgos, m¨¢s emocionales que futbol¨ªsticos, sosten¨ªan el sue?o de Espa?a, sus ilusiones de hacer algo de una vez por todas en un Mundial. Y esos rasgos se echaron de menos ayer, cuando las virtudes propias no pesaban tanto como los errores arbitrales, cuando lo que hac¨ªa falta era un pu?etazo encima de la mesa. Hay futbolistas que suman y futbolistas que deciden. Que ganan los partidos. Uno se llama Ra¨²l. Y ayer no estaba.
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