Tras la tempestad debe venir la calma
No creo que sea muy fruct¨ªfero gastar las energ¨ªas en buscar culpables de la situaci¨®n que se ha creado entre Gobierno y sindicatos con motivo de la reforma de las prestaciones de desempleo y del despido. La salsa, desde luego, ha sido la prisa, el desasosiego, pero los alimentos han resultado indigestos, porque no se han querido digerir, discutiendo lo necesario. Pero, como digo, el debate probablemente resultara est¨¦ril, y no estamos para perder el tiempo, sino para sacar conclusiones fruct¨ªferas.
La primera, por obvia, es: ?ha merecido la pena la huelga general? La respuesta debe venir de quienes la han convocado, los sindicatos, y de quienes la han sufrido, Gobierno, empresas, trabajadores y ciudadanos. Respecto a los sindicatos, han arriesgado mucho y, de alg¨²n modo, han salido tambi¨¦n tocados, pues aunque una batalla se gane, siempre hay heridos. No obstante, en una huelga general los efectos positivos, si los hay, siempre son a medio y largo plazo, y si el Gobierno, y las Cortes -no lo olvidemos-, no est¨¢n por la labor de retirar la norma, la huelga habr¨¢ resultado un ¨¦xito de p¨²blico, pero un fracaso de objetivos.
Y es que por m¨¢s esfuerzos de olvido que se hagan, en esta huelga lo que est¨¢ en juego es la derogaci¨®n de una ley. Y eso a?ade matices muy importantes al contenido y car¨¢cter de la protesta. En cuanto a los que sufren la huelga: el primero, el Gobierno. ?Ha salido malparado? Indudablemente que inmune no ha quedado, puesto que las acusaciones de prepotencia, intenciones economicistas y poco sociales, abaratamiento del despido, etc¨¦tera, sean o no rigurosamente ciertas, siempre producen un efecto de desgaste. Bien es cierto que si el mercado de trabajo mejora, el Gobierno habr¨¢ hecho buen uso de su primigenia potestad, como es la de gobernar.
En segundo lugar, los empresarios. En estas huelgas generales, su postura es de lo m¨¢s inc¨®modo e injusto. Nada pueden hacer para paralizar la huelga y la sufren en sus intereses con toda plenitud. Respecto a los trabajadores concretos, no a los trabajadores como clase, la huelga, de momento, s¨®lo les trae hiel -descuento en n¨®minas- y una promesa futura de miel. Y, finalmente, los ciudadanos sufren, como los empresarios, -y a¨²n m¨¢s- todo el peso de la huelga, sin tocar palillo, lo cual exige muchas dotes de comprensi¨®n y paciencia.
Entonces, ?qui¨¦n gana con la huelga general y qu¨¦ se gana? El 'qui¨¦n' est¨¢ un tanto en la nebulosa y, quiz¨¢s, la contestaci¨®n correcta sea que nadie, pues todos pierden algo, y algunos -como los empresarios y ciudadanos-, como 'invitados' forzosos, pierden todo. El 'qu¨¦' es m¨¢s complejo. Desde luego, para que los sindicatos ganen, el Decreto-Ley debe derogarse y/o el Proyecto de Ley retirarse. Y eso ?es bueno para los trabajadores?
En los tiempos que corren, va adquiriendo carta de naturaleza la tesis (el profesor Borrajo lo ha defendido brillantemente, entre nosotros) de que hay que superar la dicotom¨ªa pura empresario-trabajador y elevar el punto de mira a la empresa, como creadora de empleo. De modo que con la competitividad de la empresa y su prosperidad ganan los propios trabajadores. M¨¢s que neocorporativismo, es una realidad que no precisa de adjetivos.
Si esto es as¨ª, no creo que sea buena pol¨ªtica, cara al futuro, el montar todos los derechos laborales en barricadas inamovibles, de manera que nunca una reforma laboral pueda tocar un derecho adquirido. Hay que tener una visi¨®n m¨¢s global y equilibrada del do ut des. Y en esta reforma habr¨¢ que discutir eso. Qu¨¦ tiene de positivo y qu¨¦ de negativo, pero no desde trincheras r¨ªgidas.
Por ello, deben, Gobierno y sindicatos, hacer un nuevo esfuerzo de concertaci¨®n social, de recomposici¨®n del di¨¢logo -que eso s¨ª que es bueno para todos- pero sin olvidar que, igual que los sindicatos deben defender los intereses de los trabajadores, el Gobierno debe gobernar para todos los ciudadanos, con la legitimidad de los votos. Y en ning¨²n sitio est¨¢ escrito que los temas laborales est¨¦n hurtados a la potestad legislativa.
d.
Juan Antonio Sagardoy es catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo en la Universidad Complutense de Madrid
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