Una naci¨®n a sus pies
Hiddink se ha convertido en un semidi¨®s para el pueblo surcoreano
El fen¨®meno Hiddink ha alcanzado cotas alienantes en Corea del Sur, donde el entrenador tiene el rango de semidi¨®s. Tiene que disponer de un profundo sentido del equilibrio para no dejarse arrastrar por una adulaci¨®n que no tiene l¨ªmites. En t¨¦rminos de orgullo nacional, de proyecci¨®n planetaria de la imagen de marca del pa¨ªs, de ins¨®lita victoria moral sobre chinos y japoneses, de potentes consecuencias econ¨®micas, el ¨¦xito de la selecci¨®n surcoreana supera con mucho lo estrictamente deportivo.
A trav¨¦s de su equipo, Hiddink ha conseguido algo m¨¢s que desafiar la l¨®gica del f¨²tbol: ha provocado el cl¨¢sico sentimiento de plenitud nacionalista que genera una cohesi¨®n social formidable. Por lo tanto, la figura de Hiddink se ha transformado en la s¨ªntesis de todos los valores que desea un pueblo. En Corea del Sur, el t¨¦cnico holand¨¦s se ha convertido en el primer referente pol¨ªtico y moral. Los editoriales de los peri¨®dicos le utilizan como ejemplo de decencia frente al intempestivo clima pol¨ªtico que se vive, ante los problemas de corrupci¨®n asociados a la familia del presidente del Gobierno. El rango de cualidades que se le atribuyen es infinito: met¨®dico, exigente, firme, indesmayable, h¨¢bil, riguroso, visionario... P¨®nganse las que se quiera. Hiddink las tiene.
En las gradas de los estadios se despliegan s¨¢banas inmensas que dan gracias a Holanda por el regalo hecho carne en forma de entrenador. 'Gracias, Hiddink' o 'gracias, Hiddink, por haber convertido nuestro sue?o en realidad' son pancartas comunes en todas las ciudades. Los presidentes de las empresas m¨¢s importantes, Samsung y Hyundai, han aleccionado a sus directivos para que sigan el modelo Hiddink. Es lo m¨¢s cercano posible al culto a la personalidad. Cada vez son m¨¢s las voces que exigen la concesi¨®n al holand¨¦s de la nacionalidad honoraria, algo que jam¨¢s ha sucedido con un extranjero.
Dos universidades pretenden nombrarle doctor honoris causa; se ha solicitado que el 14 de junio -cuando Corea se clasific¨® para la segunda ronda- quede registrado como fiesta nacional con el nombre de D¨ªa de Hiddink; las agencias de viaje han elegido como nueva atracci¨®n el pueblo holand¨¦s donde naci¨®; se quiere erigir un monumento con una efigie que recoja su famoso gesto cuando Corea marca sus goles.
Todo lo anterior tiene relaci¨®n con la deuda de gratitud o con el asombro que ha causado un hombre que lleg¨® hace 15 meses a Corea del Sur. Por esas cosas sorprendentes del f¨²tbol, lo ¨²ltimo que se sab¨ªa de Hiddink era su destituci¨®n en el Betis, poco despu¨¦s de dejar el Madrid. Ahora, Hiddink no s¨®lo es objeto de culto, sino el acaudalado entrenador de un equipo que le paga tres millones de euros al a?o m¨¢s ciertos suplementos francamente golosos: viajes gratis de avi¨®n en primera clase durante cuatro a?os, un lujoso coche, una residencia de vacaciones en la isla de Jeju y, quiz¨¢ lo mejor, cerveza gratis de por vida. Por supuesto, Hiddink es el principal reclamo publicitario en Corea del Sur. Sus contratos son tan numerosos como elevados. En concepto de publicidad cobrar¨¢ varios millones de d¨®lares. No hay manera de precisar la cifra porque cada d¨ªa que pasa las ofertas se multiplican.
En los ¨²ltimos d¨ªas se han publicado dos libros sobre ¨¦l y se han fabricado mu?ecos Hiddink que arrasan en el mercado. Todo lo que suene a Hiddink es garant¨ªa de ¨¦xito. Y su nombre suena a Holanda, que se ha convertido en una especie de ganador paralelo del Mundial. Los holandeses no lograron clasificarse, pero el r¨¦dito que reciben es sensacional. Corea juega con el estilo holand¨¦s; la bandera tricolor se ve en los estadios, en las calles, en los bares, en las tiendas; la cerveza de los Pa¨ªses Bajos ha triplicado sus ventas en esta parte de Oriente. Nada se resiste al fen¨®meno de un hombre que tiene una naci¨®n a sus pies.
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