Los saltos y los metales
Conmovedora velada con tres obras emblem¨¢ticas del core¨®grafo checo, bien facturadas y bailadas en rigor. Las tres se corresponden con la etapa l¨ªrico-nacionalista (no por ello menos universal) de su repertorio y son anteriores a 1980. Estaba reciente la invasi¨®n sovi¨¦tica a Praga. Jiri Kilian nunca pudo regresar. Estas obras hablan po¨¦ticamente y a la distancia de muchas cosas tan ¨ªntimas como universales, tan personales como generales. Hace pocos a?os, como un silencioso y prudente hijo pr¨®digo, sus obras han entrado a formar parte de la compa?¨ªa titular checa, y eso gracias al esfuerzo individual y devoto de Harapes, un hombre serio y consciente de que la gran figura, el gran aporte de los checos al arte de la danza se llama Jiri.
Jiri Kilian es una genial fuente inagotable de material cor¨¦utico; de sentido musical y de imbricaci¨®n arm¨®nica del fraseo corporal. En sus coreograf¨ªas no sobran pasos ni escasean sentidos. Todo est¨¢ en su justo sitio, en acuerdo t¨¢cito hacia la perfecci¨®n y afecto art¨ªstico; su uso del ballet es tan personal como respetuoso.
No es Kilian un artista festivo (es checo). Hay en su tejido bailado reflexi¨®n, duda, intimaci¨®n con la propia sombra y un di¨¢logo que conduce siempre a otra sombra m¨¢s densa y propia: las soledades de las que viene su propia inspiraci¨®n (Kafka es su escritor favorito, y eso se siente).
Field Mass es un prodigio de econom¨ªa de medios para una pieza monumental. La m¨²sica de Martinu, 'Polni mse' (para bar¨ªtono, coro masculino y orquesta sobre versos de Mucha, junto a otros fragmentos para orquesta de cuerda, piano y timbales) extiende un velo fantasmal sobre la escena. Los bailarines se tapan obsesivamente los o¨ªdos cuando entran los metales: trompetas de muerte m¨¢s que de triunfo. Son once hombres y una mujer; seg¨²n Kilian, la enfermera. Ella hace todo lo que hacen los hombres y al final tambi¨¦n cae abatida en un campo de batalla eterno, sin tiempo y acaso sin esperanza. Aun a pesar de ciertas irregularidades en el cuerpo de baile con el canon y las l¨ªneas, los checos aportan a esta danza una carga de profundidad efectiva y dolorosa.
Return to a strange land dibuja en el espacio las formas del ballet moderno m¨¢s selecto. Kilian deja transparentar con elegancia las influencias de John Cranko y mantiene un tono po¨¦tico elevado, de ¨¦xtasis amante. Pasos a tres y pasos a dos se enlazan en un discurso a mezza voce, donde tambi¨¦n se habla de la muerte, del abandono y de la fragilidad de los encuentros.
Con Sinfonietta, Killian nos despide en un paisaje alentador, casi promisorio. Aqu¨ª los metales, por el contrario, impelen al salto expansivo, gratificante. El paisaje de este ballet, su intenci¨®n, es la b¨²squeda de una gran patria interior y fuerte que puede tener reflejos de la tierra, pero que puede llegar a ser mucho m¨¢s perenne. Hay una discreta alegr¨ªa, un gozo que alerta sobre la p¨¦rdida de horizontes di¨¢fanos y escalas humanas, porque en Kilian la raz¨®n de ser est¨¦tica pasa por su profunda human¨ªstica, eso precisamente hace que su danza nos llene y emocione sin tiempo y sin atender a la absurda tiran¨ªa de las tendencias.
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