Huelga en 'Politraumatislandia'
M¨¢s que en una demostraci¨®n de presi¨®n ante las reformas laborales del Gobierno, la huelga acab¨® convirti¨¦ndose para los sindicatos nacionalistas en una prueba de fuerza sobre qui¨¦n manda en Euskadi, si el nacional-sindicalismo o el sindicalismo. El grito del d¨ªa 19 fue 'espa?oles esquiroles'.
La demencia no es la hinchada del Estudiantes de baloncesto. Demencia era la que demostraban los piquetes nacionalistas preguntando a los trabajadores, a los que trabajaban el 19, de d¨®nde eran, d¨®nde viv¨ªan, si su sindicato era de Euskal Herria o de Espa?a, dici¨¦ndoles que ten¨ªan que seguir a la mayor¨ªa sindical (por lo visto, ser mayor¨ªa en un sitio lo justifica todo). Un ejercicio de sindicalismo de clase, de fraternidad proletaria, de humanismo obrero. Todo, absolutamente todo, es intervenido en Euskadi por el nacionalismo, y esta huelga no pod¨ªa ser una excepci¨®n para este integrismo.
Lo que existe en el Pa¨ªs Vasco no es una fractura, sino un politraumatismo social
Las declaraciones del portavoz del Gobierno vasco el mismo d¨ªa 19 suger¨ªan una cierta apolog¨ªa del paro acontecido. M¨¢s de uno, al o¨ªrlas, decidi¨® en ese momento ir a la huelga al d¨ªa siguiente; ya no se estaba planteando solamente el rechazo a las medidas laborales del Gobierno, hab¨ªa que demostrar a los nacionalistas la fuerza de las centrales no nacionalistas de las que nunca hab¨ªa sido afiliado. Y este resistente deseaba el ¨¦xito de la huelga del d¨ªa 20 aunque hubiera votado al PP en las ¨²ltimas elecciones.
El d¨ªa 20 fue tambi¨¦n d¨ªa de huelga, pero la gente andaba m¨¢s relajada y se ve¨ªan m¨¢s coches y m¨¢s animaci¨®n en las calles. El 19 hubo miedo, y as¨ª cualquiera cierra locales de trabajo. El miedo, de nuevo, como condicionante de toda la vida social. Miedo que hace de sus administradores seres osados y prepotentes. No es que tengan raz¨®n, ni m¨¢s razones, es que dan miedo, y saben que dan miedo. En la delegaci¨®n de Correos en la estaci¨®n de Renfe de Bilbao el piquete nacional-sindicalista grababa en v¨ªdeo a los que entraban a trabajar.
Faltaban estas escenas del d¨ªa 19 para ser un poco m¨¢s conscientes de lo que se est¨¢ fraguando en Euskadi. La Iglesia hac¨ªa pocos d¨ªas que acababa de manifestar su opci¨®n pol¨ªtica (no vale destacar posteriormente la solidaridad con las v¨ªctimas o la condena a ETA deslegitimando el Estado de Derecho y colocando 'el imperio de la ley' a la misma altura de la violencia ilegal) y el movimiento nacional-sindicalista nos mostraba en las consignas y en el discurso de sus piquetes la naturaleza del proyecto pol¨ªtico al que nos quieren arrastrar a todos. Ese discurso y esas escenas son m¨¢s que conocidas, desembocaron en grandes tragedias; pero hay mucha gente, la mayor¨ªa, que no quiere ser consciente de lo que significan porque son nuestras. Para muchos, forman parte de su vida cotidiana en la que se consideran felices y seguros; forman parte de una manera de ser, la mejor del mundo, la de ser vascos, de solidaridad ejemplar con el que vive lejos o el desconocido, y agresividad con el vecino porque no comparte su concepci¨®n del mundo. La m¨¢s perfecta por ser vasca.
Somos capaces de aguantar dos d¨ªas de huelga general, de observar las escenas de enfrentamiento entre trabajadores y sindicatos, de tener en la clandestinidad y en el exilio a cientos de personas, de asumir las mayores alucinaciones pol¨ªticas porque son vascas, y de negar cualquier argumento -o algo m¨¢s importante- al vecino porque es un 'espa?olazo'. Vivimos ya en una sociedad facistizada, as¨ª que vaya con cuidado, porque quiz¨¢s no sepa con qui¨¦n est¨¢ hablando. En Euskadi no existe una fractura social, es politraumatismo social, porque la v¨¦rtebra, el Estado, no existe.
Quiz¨¢s tenga raz¨®n Atutxa cuando considera que ciertas cosas s¨®lo se resuelven con tanquetas. As¨ª se resolvi¨®, pero tarde, el enfrentamiento etnicista en la antigua Yugoslavia. Pero, a diferencia de aquel pa¨ªs, en el que se configuraron varias comunidades ¨¦tnicas, aqu¨ª s¨®lo existe una, la nacionalista, el resto son individuos dispersos que esperan que la presencia del Estado no les obligue a constituir una odiosa comunidad para enfrentarse a la nacionalista. Una comunidad dif¨ªcil de soportar porque acabar¨ªa pareci¨¦ndose demasiado a la nacionalista -autoritaria, sectaria-, aunque surgiera, como se justifican todas, por un mecanismo de defensa. El d¨ªa en el que los no nacionalistas formen una comunidad no habr¨¢ hueco para los dem¨®cratas ni para la democracia.
Esperemos que no llegue a formarse, por mucho que los nacionalistas la proclamen y la deseen. La comunidad de los espa?olistas ser¨ªa el principio del fin. No por espa?olista, sino por lo de comunidad.
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