El MOMA cambia de orilla con una gran campa?a para acercar a los visitantes a Queens
La sede del museo hasta 2005 alberga dos exposiciones sobre el tiempo y los autom¨®viles
Es azul. Es ultramoderno. Es una antigua f¨¢brica de grapadoras. Es la nueva sede del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA). Mientras duren las obras de transformaci¨®n de su edificio en Manhattan, el museo ha trasladado parte de su colecci¨®n permanente y sus exposiciones temporales al escasamente glamouroso barrio de Queens, esperando que su poder de convocatoria anime a turistas y neoyorquinos a franquear la barrera psicol¨®gica y fluvial del East River y los 15 minutos de metro. Es una apuesta atrevida pero inevitable. El viaje durar¨¢ tres a?os.
El MOMA cerr¨® su sede de Manhattan el pasado 21 de mayo para emprender la mayor ampliaci¨®n de su historia. Necesitaba encontrar una sede provisional y, en vez de buscar por los ruinosos parajes de Manhattan, opt¨® por el extrarradio y decidi¨® transformar en museo parte del hangar donde almacenar¨¢ sus 100.000 obras, 14.000 pel¨ªculas y 14.000 libros. Ya ha anticipado que s¨®lo conseguir¨¢ atraer a una quinta parte de sus visitantes: 400.000 de sus hasta ahora dos millones anuales.
Amablemente descrito como un 'paisaje intermedio' por Michael Maltzan, el arquitecto que ha dise?ado las salas p¨²blicas del museo, Queens es un distrito multi¨¦tnico de casas an¨®nimas y hangares industriales. En este caso prima lo industrial. S¨®lo hay un restaurante en un par de manzanas, el bar dominicano The New Thompson, que ayer no parec¨ªa muy alterado por las futuras perspectivas comerciales. Al otro lado del r¨ªo, la l¨ªnea de rascacielos se perd¨ªa en los vapores de la tremenda humedad de la jornada.
El viaje vale la pena. Llegando al museo, un efecto ¨®ptico juega con las gigantescas letras de lo que ahora se llama MOMA QNS. Los arquitectos, que tambi¨¦n incluyen la firma neoyorquina Cooper, Robertson y Asociados, conservaron e intensificaron el azul el¨¦ctrico de la f¨¢brica de grapadoras Swingline. En un espacio relativamente peque?o, unos 2.500 metros cuadrados, la instituci¨®n abrir¨¢ sus puertas este s¨¢bado con tres exposiciones: un breve vistazo al pasado, un repaso al presente y una exposici¨®n popular.
Las dimensiones maleables y abiertas permiten que las tres muestras coexistan y se complementen. El MOMA empieza con un muestrario de lo mejor de su colecci¨®n permanente. La densidad es inigualable. Casi de un solo vistazo se juntan El ba?ista, de C¨¦zanne; Las se?oritas de Avi?¨®n, de Picasso; El baile, de Matisse; El sue?o, de Rousseau; El falso espejo, de Magritte; un gigantesco ¨®leo de Jackson Pollock, o un autorretrato de Chuck Close.
M¨¢s consistente y novedosa, la muestra Tempo recoge las distintas percepciones del tiempo -culturales, pol¨ªticas, emp¨ªricas- a trav¨¦s del trabajo de artistas contempor¨¢neos internacionales, vistas desde cuatro perspectivas: la m¨¢quina (los relojes), el cuerpo (temporalidad y entrop¨ªa), el agua, la historia (de la descolonizaci¨®n) y la movilidad (e inmovilidad). Usa nociones como las del matem¨¢tico franc¨¦s Henri Jules Poincar¨¦, que afirmaba que la medida del tiempo nunca es la m¨¢s aut¨¦ntica, sino la m¨¢s conveniente.
A-Z time trial, cinco relojes de pared octogonales de Andrea Zittel, miden las semanas y los d¨ªas del usuario seg¨²n sus necesidades; la proyecci¨®n de Pipilotti Risi Mutaflo juega con las interioridades del cuerpo; el Armario de farmacia, de Damien Hirst, repleto de sedativos y ansiol¨ªticos, alude al deseo de inmortalidad, tema que tambi¨¦n tratan las Instant¨¢neas de agua, de Roni Horn, mientras la caba?a construida por Marc Latamie, Casabagass, recuerda los estereotipos colonialistas sobre ?frica.
En la ¨²ltima sala, la exposici¨®n Autobodies retoma una idea muy similar a la del Museo Guggenheim y su muestra de motocicletas, al desplegar por primera vez en a?os seis joyas de su colecci¨®n automovil¨ªstica, un repaso a la velocidad y la est¨¦tica que incluye el Cisitalia 202 GT de Pininfarina (1946) y el modelo de carreras de Ferrari 641/2 (1990).
El museo ha desplegado una intensa campa?a de publicidad para dar a conocer el nuevo emplazamiento, recordaba ayer su siempre en¨¦rgico director, Glenn Lowry. 'Han sido meses de intenso trabajo', enfatiz¨®. Los festejos empezaron el pasado fin de semana con una procesi¨®n simb¨®lica, encabezada por la artista Kiki Smith. Culminar¨¢n a partir del s¨¢bado con dos d¨ªas de entrada gratuita y unos fuegos artificiales organizados por el artista chino Cai Guo-Quiang. En febrero de 2003, el museo ya ha anunciado una espectacular exposici¨®n sobre Picasso y Matisse. Que se sepa que el MOMA ha cambiado de orilla.
La complejidad del arte
La Calle 53 est¨¢ en obras y permanecer¨¢ cerrada hasta 2005. La mayor metamorfosis del MOMA desde que inaugur¨® su sede en 1939 tardar¨¢ tres a?os y medio y costar¨¢ 650 millones de d¨®lares (690 millones de euros). Est¨¢ a cargo de Yoshio Taniguchi, un arquitecto japon¨¦s casi desconocido en EE UU, maestro del minimalismo y la simplicidad. El nuevo MOMA doblar¨¢ su superficie de exposici¨®n, hasta 58.000 metros cuadrados. La prioridad, desde la entrada, ser¨¢ el arte contempor¨¢neo. Una enorme galer¨ªa podr¨¢ albergar, entre otras, las desmesuradas esculturas de Richard Serra, que ahora duermen en un hangar. Se trata de recuperar una idea original que naci¨® en seis habitaciones de un edificio de la Calle 57, en 1929: crear una historia del arte moderno y siempre mantenerse en vanguardia. 'Cualquier museo puede justificar sus necesidades de ampliaci¨®n: m¨¢s asistencia, mayor colecci¨®n. Pero ampliar el museo no era raz¨®n suficiente. Ten¨ªamos que preguntarnos qu¨¦ tipo de instituci¨®n quer¨ªamos ser. Necesit¨¢bamos un nuevo edificio para tratar la complejidad y realidad del arte contempor¨¢neo', comentaba su director, Glenn Lowry, hace unos meses.
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