Inseguridad
El ser humano es el animal consciente de su mortalidad y eso no le hace maldita la gracia. La m¨¢s refinada elaboraci¨®n de percepciones no ha liberado a nadie de esta carga, de no mediar alguna poderosa enajenaci¨®n. De ah¨ª que la inseguridad, concepto ahora de moda, haya sido siempre compa?era inseparable de la conciencia. Cabe preguntarse, eso s¨ª, sobre la cuesti¨®n de grado, sobre la intensidad de la percepci¨®n, sobre la variedad de los matices y sobre las esferas secundarias afectadas por esta inseguridad. Puede afirmarse, por ejemplo, que el miedo a la muerte, sin estar siempre en primera l¨ªnea, es el que impregna todos los miedos y configura as¨ª la sensaci¨®n de dolorosa incertidumbre.
El ser humano siempre ha estado en lucha con su inseguridad. Avanzado el siglo XVIII, se perfil¨® la esperanza. El siglo anterior, el XVII, hab¨ªa sido el del genio, una ¨¦poca de grandes avances en conocimientos te¨®ricos. Los ilustrados atendieron m¨¢s a la difusi¨®n y a la puesta en pr¨¢ctica. No era todav¨ªa el mejor de los mundos posibles, pero aument¨® el n¨²mero de quienes mataban el hambre, mejor¨® la higiene y la lucha contra la enfermedad. Un caballero de la campi?a inglesa sent¨ªa ahogos que hac¨ªan presagiar su muerte. Acept¨® ingerir infusiones de dedalera que le recomend¨® una mujer. Pasados pocos d¨ªas, el hombre montaba a caballo y sal¨ªa a la caza del zorro. Esto fue en 1776 y la dedalera, de la que se extrae la digitalina, todav¨ªa es utilizada en cardiolog¨ªa. En la misma ¨¦poca Jenner descubri¨® la vacuna contra la viruela y Heberden, la mayor causa de la angina de pecho. Hechos concatenados -s¨®lo he citado algunos ejemplos- no son casuales. Se producen cuando el clima social es propicio. En la segunda mitad del siglo XVIII adquiere gran vigor la idea del progreso y un Condorcet lleg¨® a insinuar la inmortalidad humana, lo que podr¨ªa traer consigo el fin de la inseguridad. ?Es deseable un exceso de ¨¦sta? Seg¨²n ciertos te¨®ricos del liberalismo econ¨®mico, no; quiz¨¢s porque se sienten econ¨®micamente seguros. El hambre agudiza el ingenio, o sea, la creatividad, monserga chapucera donde las haya. La opulencia amuerma y lo que amuermar¨¢ pronto, cuando la medicina gen¨¦tica repare el m¨¢s nimio desbarajuste org¨¢nico. Existe, no obstante, un peque?o detalle: no suelen ir de la mano la inseguridad extrema y los avances de la humanidad. Como dijo Bertrand Russell, las grandes figuras inglesas proceden de la clase de los cazadores de zorros. Si algo hace el hambre es quitarle al que la sufre hasta las ganas de comer.
El modelo socioecon¨®mico que persigue el tr¨ªo Aznar-Blair-Berlusconi no concuerda demasiado con el anhelo de seguridad -relativa, pues m¨¢s es ut¨®pico- tan caracter¨ªstico de la condici¨®n humana. Flexibilidad, movilidad, h¨¢gase usted empresario, prestaciones menores para est¨ªmulo de la busca... En la primera gran etapa del maquinismo el lenguaje del liberalismo cl¨¢sico era m¨¢s crudo; incluso se aleccionaba a los gobiernos en el sentido de que los pobres eran demasiados y que no cab¨ªa otra soluci¨®n que suprimirles el plato de sopa de la caridad. El reverendo Malthus propugnaba que dejaran de copular por muy casados que estuvieran. El Estado tiene la obligaci¨®n de considerar la propiedad como derecho sacrosanto de quien la posea. Tranquilidad, seguridad... y palo para quienes osen turbarlas. Avanzado el siglo, la justificaci¨®n fue adquiriendo complejidad. Hay un proceso de selecci¨®n natural, la vida es insegura y sobreviven los m¨¢s aptos. Es el darwinismo social, calcado del ejemplo que nos da la madre naturaleza. El Estado tiene que proteger a quienes se lo merecen, o sea, a los triunfadores. Pero a esta doctrina le salieron los quistes que todos sabemos. Puesto que aqu¨ª hablamos de seguridad y de su polo opuesto, nos limitaremos a este gui¨®n. Es m¨¢s equitativa y m¨¢s segura para todos los seres humanos, que no s¨®lo para un grupo privilegiado, la cooperaci¨®n que la competencia. Esto afirmaron algunos autores, entre ellos Kropotkin. El pr¨ªncipe Kropotkin figura en la n¨®mina de los anarquistas, pero a decir verdad, pocos hombres m¨¢s pac¨ªficos y m¨¢s enemigos de la violencia que ¨¦l. De ut¨®pico ten¨ªa bien poco. En realidad, ni siquiera propugnaba la abolici¨®n del capitalismo, sino s¨®lo la reforma de ese sistema y del que pudiera sucederle; el m¨¢s probable, el socialismo. Kropotkin, profundo conocedor de la naturaleza, ofreci¨® multitud de ejemplos de ayuda mutua entre los animales. De ah¨ª pas¨® a dise?ar un modelo socioecon¨®mico en el que la agricultura y la industria conviven, se equilibran y complementan, sin mengua del rendimiento y sin necesidad de enviar a la gente a trabajar a treinta kil¨®metros de su casa.
Hoy vivimos bajo el signo de una creciente inseguridad y si he tra¨ªdo a colaci¨®n a Kropotkin no es para decir que nos hemos perdido la gran ocasi¨®n de implantar su modelo, sino a lo sumo, para demostrar descontento con el que se est¨¢ abriendo paso en Europa. En el ¨¢mbito econ¨®mico, la inseguridad es notoria; y en Espa?a un poco m¨¢s. Y as¨ª las cosas, se lleva a cabo una reforma laboral de la que lo mejor que puede decirse es que llega en el peor de los momentos posibles; porque el paisanaje se siente amenazado por muchos flancos: terrorismo, drogas, crimen callejero y un paro que en modo alguno descender¨¢ debido a esta reforma. Antes al contrario, pues que dependa del talante de un funcionario que alguien tenga que aceptar un empleo que en poco o en nada se corresponda con la aptitud del tal demandante y que encima haya que viajar sesenta kil¨®metros diarios y consumir en esta tarea hasta el 20% del salario, m¨¢s bien acentuar¨¢ no s¨®lo la irritaci¨®n, sino la sensaci¨®n de inseguridad producida por condiciones tan precarias. Creo haberlo escrito alguna vez, quiz¨¢s no. Sea como fuere. El trabajo ha de ser creado 'desde arriba', existan los medios (que s¨ª existen) o tengan que inventarse. A Gobierno y empresarios compete la tarea de crear un marco laboral din¨¢mico, que no incida negativamente sobre las ya nada brillantes condiciones de vida de la masa asalariada. ?Hay que poner el carro delante del caballo para salir del hoyo? ?Cuando ya nuestro empleo es el m¨¢s inseguro de Europa? ?Cuando la inflaci¨®n devora los ahorros de los afortunados que los tienen? ?Hemos de vivir, todav¨ªa m¨¢s, en la cuerda floja?
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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