El intraducible canto de los p¨¢jaros
Un enorme cono de arena del que sobresalen unos altavoces, dos sillas elevadas, una rampa, un anfiteatro, un teatrillo con un v¨ªdeo y pocos elementos m¨¢s constituyen el trasfondo material de la instalaci¨®n que la artista hispano-austriaca Eva Lootz plantea en el Palacio de Cristal. Pero lo m¨¢s sorprendente de esta instalaci¨®n pl¨¢stica no se encuentra ah¨ª, en sus objetos, sino en algo mucho m¨¢s inmaterial y a¨¦reo: en el contenido musical que se deriva del tema, los p¨¢jaros, o en los siete conciertos que la artista propone como parte indisociable de su exposici¨®n. Pero, sobre todo, en un sutil cruce de met¨¢foras que van desde el aire, soporte del vuelo del p¨¢jaro y sustancia de la m¨²sica, hasta la necesidad de interrogar a un lenguaje desconocido a partir de las fuerzas de otro.
La lengua de los p¨¢jaros es la primera idea, y el t¨ªtulo mismo de la exposici¨®n. Eva Lootz convoca a los p¨¢jaros, a los que se atrae con reclamos sonoros desde numerosos altavoces. Hay canto de p¨¢jaros en varios niveles: reales, grabados e imaginados en m¨²sica. La segunda idea es antag¨®nica: al nivel del suelo hay visitantes que tienen que poner la oreja si desean encontrar sentido a la propuesta. A ellos se les sugiere un juego sobre el significado: ?es posible entender el canto de los p¨¢jaros?, ?y si damos un rodeo a trav¨¦s de la m¨²sica? Eva Lootz ha hecho parte de este recorrido antes de inaugurar la muestra, invit¨® al flautista Pedro Bonet a grabar di¨¢logos con p¨¢jaros en varias excursiones al campo y esta grabaci¨®n est¨¢ presente en los altavoces de la exposici¨®n, pero Lootz ha dado otra vuelta de tuerca: desde p¨¢jaros reales y grabados ha confrontado las siete intervenciones 'musicales', que corren a cargo del propio Bonet y de Wade Matthews. Con ello, el prisma de significados crece porque la hip¨®tesis de lo que podemos entender de esta misteriosa lengua de los p¨¢jaros se mezcla con el problema de la comprensi¨®n de la m¨²sica.
?Qu¨¦ dicen los p¨¢jaros? La historia de la m¨²sica est¨¢ salpicada por este tema. Papageno, el h¨¦roe de La flauta m¨¢gica mozartiana, mitad hombre y mitad p¨¢jaro, tiene un canto demasiado humano; sus dolores y alegr¨ªas est¨¢n m¨¢s cerca del artesano que de sus queridos p¨¢jaros, y el sonido de su carill¨®n es, b¨¢sicamente, el del afilador. El p¨¢jaro y su doble humano son a¨²n manifestaci¨®n de una naturaleza ajardinada en ese final del siglo ilustrado. Mahler bautiz¨® los movimientos centrales de su Tercera sinfon¨ªa con subt¨ªtulos como: 'Lo que me dicen las flores del campo', 'Lo que me dicen los animales del bosque'..., pero m¨¢s tarde los elimin¨®; lo que le dice la naturaleza es m¨²sica y misterio. Medio siglo m¨¢s tarde, Messiaen no tuvo empacho en articular gran parte de su obra sobre cantos de p¨¢jaros de todo el mundo, documentados con pasi¨®n ornitol¨®gica. Messiaen amaba el canto de los p¨¢jaros por su belleza y su inabarcable variedad, pero, sobre todo, para el m¨²sico franc¨¦s, como para el santo de As¨ªs que ¨¦l retrat¨® en una ¨®pera magistral, los p¨¢jaros expresan la magnificencia de la Creaci¨®n. Idea sublime, pero circular para quien se obstine en la cuesti¨®n: ?qu¨¦ dicen los p¨¢jaros?, ?habr¨¢ que buscar en otro lado?
Barthes dec¨ªa que le gustaba o¨ªr lenguas que no entend¨ªa, de este modo, el popularizador del concepto 'el grado cero del lenguaje' invitaba a situarse m¨¢s all¨¢ del grado cero, en ese terreno en el que la significaci¨®n es algo improbable. ?se es el terreno de la m¨²sica y, tambi¨¦n, el de la lengua de los p¨¢jaros. Cuando decimos 'no entiendo la m¨²sica' o 'no entiendo esta m¨²sica' pretendemos que nos diga lo que no puede decir; entender la m¨²sica es un contrasentido. En la escucha de la m¨²sica disfrutamos de un anhelo de significado a la vez que intuimos que no podemos acceder a ¨¦l, porque lo que quisi¨¦ramos comprender de la m¨²sica se hunde en su ambiguo estatuto de una armon¨ªa presentida pero imposible de descifrar. Quien pretende entender la m¨²sica se encuentra en la misma situaci¨®n parad¨®jica de quien, para disfrutar de las cualidades de un p¨¢jaro, lo apresa en una jaula; su vuelo, su libertad y su canto no ser¨¢n ya lo mismo y nuestra insistente mirada sobre sus limitadas evoluciones nos retrata como a bobos que reiteran un primitivo gesto de disfrute.
Eva Lootz ha visto, con lu-
cidez, que el Palacio de Cristal del Retiro semeja un curioso cruce entre gran jaula y hall de estaci¨®n ferroviaria fin de si¨¨cle. ?Por qu¨¦ no convertirlo en un punto de uni¨®n? P¨¢jaros y seres humanos necesitan un traductor, y ¨¦ste puede ser la m¨²sica. Pero si un m¨²sico y un p¨¢jaro pudieran comprenderse, un oyente ajeno no entender¨ªa ning¨²n mensaje, y si quisiera saber si lo ha habido deber¨ªa aprender a vivir con la duda y 'conformarse' con el placer sonoro. As¨ª pues, la met¨¢fora central de toda esta operaci¨®n conceptual no es otra que la m¨²sica misma, o si se prefiere, lo musical, lo que nos cautiva por su belleza sonora, no aunque no lo entendamos sino, precisamente, porque no lo entendemos.
Esta espl¨¦ndida lecci¨®n retrata la aventura de la m¨²sica moderna. Volvemos a Barthes cuando sit¨²a el inicio de esta peripecia en Beethoven (dejemos de lado que su cuclillo de la Sinfon¨ªa pastoral tenga mucho m¨¢s que ver con el reloj de pared). Beethoven, el sordo que, por ello, rompe con las convenciones del artesano y alza el vuelo; no m¨¢s esquemas de danza, no m¨¢s convenciones, 'no m¨¢s de estos sonidos', como dice el poema de Schiller cantado en la Novena sinfon¨ªa; ¨¦l es el primer h¨¦roe de una m¨²sica que asume el riesgo de lo incomprensible.
Todas estas reflexiones y otras enso?aciones saltan al esp¨ªritu del visitante de la exposici¨®n de Eva Lootz; ella ha convocado en el Retiro a fuerzas muy vivas, como lo son aquellas en las que se confronta la naturaleza y los l¨ªmites de la cultura. Y para un m¨²sico, o alguien que viva la m¨²sica a flor de piel, se concita all¨ª un problema trascendental: c¨®mo habitar esa parcela resbaladiza en donde un medio expresivo busca la significaci¨®n sabiendo que no la encontrar¨¢, esa tensi¨®n constituye el hogar de la belleza. Lo dem¨¢s son jaulas.
Dos experiencias musicales distintas
LOS DOS M?SICOS que dialogan con p¨¢jaros en la propuesta de Eva Lootz tienen en com¨²n su amistad con la artista, pero su trayectoria es muy dispar. Pedro Bonet es especialista en barroco, int¨¦rprete de flauta dulce, director del grupo La Folia y eventual visitante de los barrios de la vanguardia art¨ªstica. De hecho, no son inusuales sus acercamientos a la m¨²sica m¨¢s actual o a la b¨²squeda de temas fronterizos, como son la imitaci¨®n de la naturaleza, t¨ªtulo de uno de sus ¨²ltimos discos. Wade Matthews ha vivido siempre en el filo de la navaja de lo actual. Compositor e int¨¦rprete de s¨®lida formaci¨®n, su nombre es conocido, no obstante, por el liderazgo que ejerce en Espa?a sobre el movimiento de la conocida como improvisaci¨®n libre, uno de los comportamientos musicales m¨¢s exigentes de la exploraci¨®n sonora. Bonet desde la familia de las flautas dulces y Matthews con el clarinete bajo y la flauta travesera se han animado a afrontar la aventura que les ha propuesto Eva Lootz bajo el t¨ªtulo de Ornitofon¨ªas, desde el 30 de mayo pasado hasta el pr¨®ximo 27 de julio. Las tres ¨²ltimas sesiones 'ornitof¨®nicas' van desde hoy (Pedro Bonet) hasta las del 6 y 27 de julio (Wade Matthews). Todas a las nueve de la noche, cuando los p¨¢jaros del Retiro desgranan sus ¨²ltimos cantos confundidos con el suave crep¨²sculo que ba?a el entorno del viejo cascar¨®n cristalino.
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