El editor cantando
Peter Mayer, el editor norteamericano, dijo ayer en el congreso de los editores espa?oles que su editorial no es una multinacional del multimedia, y por tanto no publica m¨²sica, pero en ella se pasan el d¨ªa cantando. No extra?a. Mayer es ahora un hombre de unos sesenta a?os, tiene el pelo revuelto como cuando era un joven poeta, conserva el aspecto bohemio que lo hac¨ªa exc¨¦ntrico cuando era un gran ejecutivo de Penguin -su presidente, de hecho, desde 1978 a 1996- y ha hecho en el mundo de la edici¨®n un viaje envidiable. Ahora canta. De hecho, ¨¦sa ha sido su pasi¨®n principal, al menos como oyente; estos d¨ªas quer¨ªa escuchar en Madrid a Caetano Veloso, y es conocida su pasi¨®n por Chavela Vargas, a la que oy¨® cantar cuando a¨²n Chavela era una leyenda sin nombre, en M¨¦xico; luego la conoci¨® en Madrid, como Pedro Almod¨®var, y ya la sigui¨® como un fan, por todas partes, aunque hab¨ªan pasado cuarenta a?os despu¨¦s del primer flechazo.
Peter Mayer dijo ayer que lo que de veras tienen las peque?as editoriales es la mente y el esp¨ªritu
Pero es un editor, lo sigue siendo. En los a?os noventa, en Francfort, cuando dirig¨ªa Penguin, se paseaba por la principal feria del libro del mundo provisto de una bolsa verde que semejaba la boca de una rana, y en ella iba metiendo cat¨¢logos, sugerencias y libros; iba con ese aspecto cansado de los veteranos jugadores de f¨²tbol, y parec¨ªa un escritor de antes perdido en los pasillos de un garaje de ricos. Siempre ten¨ªa un despacho abierto en alguna parte del mundo, Nueva Zelanda, Londres, Nueva York, Toronto, y conservaba la lucidez de su control gracias a unos peque?os papeles en los que apuntaba sus citas o sus ocurrencias. Luego juntaba esos papeles y convert¨ªa sus agendas en envidiables prontuarios de lo que iba a ser su cat¨¢logo inmediatamente despu¨¦s. Le dio la vuelta a Penguin, la convirti¨® en una editorial competitiva y abierta, y ahora est¨¢ orgulloso de ese pasado, que ya es pasado.
Ahora es otra vez un peque?o editor, como lo fue, con su padre, antes de ser el gran ejecutivo editorial cuya experiencia compartieron ayer en Valencia sus compa?eros espa?oles. Est¨¢ feliz de haber sido un ejecutivo de altos vueltos, de haber dormido entre tiempos para superar las largas reuniones de las multinacionales, pero ahora ya no tiene mapamundi en su despacho: dirige una peque?a editorial, atestada de libros y de paquetes, en la que, en efecto, se oye cantar en Nueva York. Ayer escuch¨® a algunos ejecutivos de la edici¨®n hablar de los problemas de la globalizaci¨®n y de los grandes grupos, y a ese respecto cogi¨® al vuelo una frase de un colega de Vivendi Universal, Jerome de Noix, que habl¨® del peso de las carteras del ejecutivo actual; a ¨¦l nunca le preocup¨® el peso de la cartera, ni siquiera cuando era un ni?o, siempre que en ella estuviera bien colocado el bocadillo.
En su editorial peque?a, que se llama Overlook Press, como la que puso en marcha su padre, pens¨® que iba a hallar un tiempo distinto, m¨¢s sosegado, menos preocupado por la cartera de los best sellers que pesan mucho m¨¢s que los bocadillos de su infancia. Y hall¨® que no: debe buscar best sellers para ser aceptado en las grandes librer¨ªas, ha de negociar con ¨¦stas los espacios en los que no caben ya las novedades que no se pagan con antelaci¨®n, y ahora entiende que ser¨ªa muy dif¨ªcil publicar a alguien como William Faulkner, que s¨®lo tuvo alg¨²n ¨¦xito (en Random House, en su d¨ªa) cuando public¨® su libro n¨²mero ocho...
Peter Mayer. Dijo ayer que lo que de veras tienen las peque?as editoriales es la mente y el esp¨ªritu; con esos materiales ha trabajado toda su vida, y eso es lo que transmite a¨²n hoy; tiene una fotograf¨ªa en su despacho de Overlook Press: en ella ¨¦l r¨ªe rodeado de veteranos que le asesoran. Un d¨ªa le pregunt¨¦ qui¨¦nes eran. Me dijo: ¡§Son caballeros idealistas¡§. Ayer cont¨® que eso era lo que quer¨ªa su padre que fuera: un caballero idealista. Para eso canta.
Babelia
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