Memoricidio
El neologismo, si lo es, fue introducido por Juan Goytisolo a prop¨®sito de la devastaci¨®n balc¨¢nica. De los puentes sobre el Neretva, en Mostar, o la biblioteca de Sarajevo. Aniquilar s¨ªmbolos, se?as de identidad, referencias de la diversidad, o presencia del pasado, parece ser la tentaci¨®n autoritaria, la primera pulsi¨®n de quienes se sienten m¨¢s seguros si el otro desaparece, aun con sus obras. O, precisamente con sus obras: 'Como si nada hubiera ocurrido', al decir de Fernando VII, de infausta memoria.
Pusieron las manos sobre la ciudad. Sobre las ciudades y el territorio. En bolsillos ajenos, hurtando bienes, y memoria. Primero con el olvido, de compromiso necesario que no inclu¨ªa la desmemoria. Ahora, en directo, sin recato y con arrogancia, sobre la obra com¨²n. Un d¨ªa el Palau de la M¨²sica, para borrar las huellas de una empresa colectiva, com¨²n. Otro sobre el Centro del Carme, el espacio de encuentro, fecundo y creativo, para que nada quede de quienes lo hicieran posible. Ma?ana la sa?a de una demolici¨®n imposibe, en retorno a la falsedad, en Sagunto.
Amparados en la bandera de conveniencia, saltan con facilidad pasmosa del corso a la pirater¨ªa. Engolfados en la arrogancia del despojo s¨®lo conf¨ªan en la capacidad de compra de sus recursos, que son los nuestros. Que la conciencia, la civilidad, son adornos que les permiten la compra de las voluntades, el allanamiento de las voluntades.
Cierto que han podido tener alg¨²n ¨¦xito, siquiera provisional, pues la conciencia suele doblegarse ante la necesidad, y en m¨¢s de una ocasi¨®n la cruel m¨¢xima de extra Ecclesiam nulla salus surte sus efectos letales.
Sin embargo ni el letargo de las subvenciones, ni la decepci¨®n de los errores, adormece la exigencia. El basta ya se abre paso ante la devastaci¨®n, y m¨¢s, ante la barbarie que se apodera de las plazas y ciudades. Una conciencia cr¨ªtica, reposada, firme, serena, que rechaza el memoricidio que se quiere, otra vez, perpetrar.
Son muchos, muchas, m¨¢s de los que ellos piensan y dicen, quienes comienzan a demostrar su hartazgo de arrogancia y despilfarro. Quienes rechazan un memoricidio sistem¨¢tico, dise?ado en los intestinos de viejas fidelidades, recompensadas, como siempre ocurre, por gentes que desprecian cuanto ignoran, y que hacen de la ignorancia argumento.
Los espacios abiertos a la libertad han de ser recuperados. Por todos, que al cabo fuimos s¨²bditos rebeldes, m¨¢s tarde ciudadanos gozosos, y ahora unimos a la ciudadan¨ªa nuestra condici¨®n de contribuyentes y consumidores. Por fin, lo somos todo, mens imb¨¦ciles desmemoriados, a que nos quisieran reducir quienes pretenden arruinar una obra com¨²n, edificada en la dificultad, y con la complicidad de la ciudadania.
Entre tanto, mientras se despoja de memoria y derechos a los ciudadanos, Cernuda toma el relevo de Aza?a en la iconograf¨ªa del r¨¦gimen del Capit¨¢n Espa?a, y el a?o que viene, si nadie lo remedia, Max Aub y Rafael Alberti formar¨¢n parte del santoral aznarita, con grave olvido de propios y ajenos. Finalmente, al decir de los cl¨¢sicos locales, no s¨¦ si incluidos en los programas de estudios de la consejer¨ªa del ramo, pagant, sant Pere canta... claro que la el escepticismo local agregaba que amb perm¨ªs dels capellans, lo que, en los tiempos que corren no es poca cosa.
El memoricidio cosecha pocos ¨¦xitos, como no sean los provisionales de considerar a la ciudadan¨ªa idiota, irrelevante. Muy en la l¨ªnea gen¨¦tica de los autoritarismos, de las dictaduras. La raz¨®n, si se quiere con min¨²scula, acaba imponi¨¦ndose. La otra, con may¨²scula, ciertamente nos ha conducido, a veces, al desprop¨®sito, a la monstruosidad, y todos hemos aprendido. Recordaba Octavio Paz que los monstruos no impiden interrogarnos sobre las preguntas. Y preguntas tenemos, subsisten, por encima y por debajo de los intentos del olvido y la desmemoria. Reducir a escombros la obra colectiva, de Sagunt al Carme, del litoral a las monta?as, en un esfuerzo por devolvernos a la barbarie y la ignorancia es algo que pueden intentar, pero nunca podr¨¢n borrar, por m¨¢s medios que empleen, la soterrada complicidad de una sociedad que se supo libre, gozosa, y que quiere volver por donde sol¨ªa, una vez eliminados los ruidos, las estridencias y los errores que hemos asumido.
Contra el memoricidio, memoria. Y con la memoria, la propuesta de establecer una nueva complicidad. Entre generaciones, siempre. Entre g¨¦neros, por supuesto. Y con la convicci¨®n de que nada es inevitable, que las quejas de caf¨¦, en la plaza, deben ser convertidas en exigencia. Estos Nerones locales ser¨¢n recordados por hablar con sus caballos, como el esperp¨¦ntico edil marbell¨ª, de miserable memoria. Otros se encargar¨¢n de reconstruir, de rehacer el camino.
Ricard P¨¦rez Casado es licienciado en Ciencias Pol¨ªticas y diputado del PSOE por Valencia.
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