Canalla Ketchup
Hay un furor ling¨¹¨ªstico, por los idiomas, es decir, por el ingl¨¦s, pero es un furor de nuevo tipo, porque tambi¨¦n he descubierto en los mercados un nuevo orgullo del idioma espa?ol, la exigencia de que el forastero se esfuerce por hablar o balbucear la lengua del ind¨ªgena, al que se le supon¨ªa la obligaci¨®n de hablar el idioma de los colonizadores. Hemos perdido la pasi¨®n por ser extranjeros porque ya somos un poco extranjeros. Antes los ni?os jugaban mucho a ser extranjeros: ser extranjero era ser m¨¢s rico, m¨¢s valiente, m¨¢s arrogante, con derecho a vacaciones en pa¨ªses remotos. El amor al dinero es amor a los principales valores humanos: libertad, valent¨ªa, sinceridad y generosidad. Con dinero es m¨¢s f¨¢cil ser libre, valiente, sincero y generoso, incluso pol¨ªglota.
Durante tres o cuatro generaciones hemos sido educados sentimentalmente con canciones de las que s¨®lo entend¨ªamos lo esencial: I love you. Las dos joyas musicales del verano de 2002 reflejan la situaci¨®n del mundo, el triunfo de la Am¨¦rica anglosajona, las migraciones africanas, pero demuestran sobre todo una nueva y honda preocupaci¨®n ling¨¹¨ªstica (?el mundo es una aldea global y pluriling¨¹e en ingl¨¦s!). Tanto Aserej¨¦, de las Ketchup, Hijas del Tomate, conjunto vocal andaluz, como Bicho malo pill¨¦, de La Banda del Capit¨¢n Canalla, murga electr¨®nico-valenciana, son experimentos ling¨¹¨ªsticos. Las Ketchup cantan la relevancia del ingl¨¦s en nuestra vida real y fant¨¢stica, y el Capit¨¢n Canalla propone una meditaci¨®n m¨¦dico-sexual en un dialecto negro-africano, seg¨²n los prejuicios ling¨¹¨ªsticos que nos inocul¨® el cine de Hollywood en las minas del Rey Salom¨®n y los dominios del Mau-Mau.
El verano es ¨¦poca viajera y musical: ahora mismo hay miles de coches quietos a la entrada de M¨¢laga y C¨¢diz, y una banda de extranjeros n¨®rdicos flota en la costa como astronautas en la atm¨®sfera de un planeta rojo-amarillo. En la radio del coche y en los altavoces de la playa suena la misma canci¨®n: 'Minga chunga a pelo piqu¨¦, bicho malo pill¨¦. Iba bolinga capucha no us¨¦. Lavo nabo con gel'. Son asuntos serios, naturales, familiares, pero sometidos a cierto extra?amiento africano, como cantados por ind¨ªgenas de Hollywood en una playa de M¨¢laga. ?Somos ind¨ªgenas? Otro estribillo estalla entonces en el televisor del bar: 'Aserej¨¦, ja, dej¨¦, dejebe tude jebere sebiunouba majabi an de bugui an de buididip¨ª', con subt¨ªtulos que traducen lo m¨¢s fidedignamente posible: 'Aserej¨¦, ja, dej¨¦'. As¨ª Canal Sur nos subtitulaba las coplas de los carnavales. ?Somos extranjeros?
Esta musiquilla est¨¢ contando nuestra historia musical-sentimental, locos durante d¨¦cadas por el misterio de las canciones que no sabemos lo que dicen, devastada la cabeza bajo una mole de palabras monstruosamente sin sentido. Ya vamos entendiendo y ya podemos re¨ªrnos de nuestra vieja inocencia: ?Aserej¨¦! ?Somos casi extranjeros! El h¨¦roe de la canci¨®n de las Ketchup es un tal Diego, que rumbea con aire de rastafari afrogitano 'y donde m¨¢s no cabe ni un alma all¨ª se mete a darse ca?a pose¨ªdo por el ritmo ragatanga. Y el dj que lo conoce toca el himno de las doce: Aserej¨¦, ej¨¦'.
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