La maravillosa discreci¨®n del arbitraje de Collina
Era importante para la salud del f¨²tbol un buen arbitraje. Grandes eminencias del deporte como Beckenbauer, Pel¨¦ y Platini hab¨ªan coincidido con el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, en que el Mundial hab¨ªa sido marcado, y hasta cierto punto manchado, por los malos arbitrajes. Todo el sistema se hab¨ªa puesto en duda. Incluso se hablaba de usar c¨¢maras u otros recursos electr¨®nicos para minimizar los fallos humanos.
La FIFA, que insiste en que los ¨¢rbitros de carne y hueso son la mejor opci¨®n, tom¨® la decisi¨®n de elegir al indiscutido Pierluigi Collina para la final. El italiano se hab¨ªa convertido en una celebridad tan grande en las ¨²ltimas semanas, hasta saliendo en anuncios de televisi¨®n, que uno podr¨ªar haber temido por su rendimiento. Pero nada de eso. Sali¨® al campo antes del partido con sus ayudantes, un sueco y un brit¨¢nico, y verlos conversar con seriedad y despu¨¦s animarse y darse abrazos de buena suerte, inspir¨® confianza.
A los seis minutos, Collina sac¨® su primera y merecida tarjeta amarilla: a Roque Junior. Y a los nueve, la segunda: a Klose. No tuvo que amonestar a nadie m¨¢s. Ambos equipos digirieron el mensaje, por si alguien lo dudaba, de que ten¨ªan ante s¨ª a un ¨¢rbitro serio, conocedor de los matices del juego, de las artima?as de las que son capaces los profesionales de las grandes Ligas, y que no se pod¨ªan andar con tonter¨ªas.
Collina condujo el encuentro con maravillosa discreci¨®n. Siempre es una presencia en el campo dificil de perder de vista, por supuesto, pero tiene la gran cualidad de irrumpir en el flujo del juego lo m¨ªnimo posible. Se atreve a no pitar faltas que otros colegiados m¨¢s cobardes, por las dudas, pitar¨ªan. Pero, cuando debe rega?ar a un futbolista, tampoco duda. El juego discurri¨® con un esp¨ªritu de alta deportividad. Ning¨²n jugador critic¨® al ¨¢rbitro, ninguno dio un grito a un juez de l¨ªnea. Curiosamente, s¨®lo se pit¨® un fuera de juego.
Al final, Collina y sus auxiliares se abrazaron, chocaron los cinco como baloncestistas y fueron, sonrientes, a recibir sus medallas. Cuando subi¨® Collina y su famosa cabeza llen¨® las pantallas del estadio, el p¨²blico le ovacion¨®.
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