Casi un exceso de cortes¨ªa
12.000 voluntarios evitaron que la estancia en Jap¨®n fuese una pesadilla para los extranjeros
El centro de prensa de Yokohama ha sido lo suficientemente grande para acomodar a cuatro Boeing 747. Sus trabajadores, entre voluntarios, polic¨ªas y funcionarios del comit¨¦ organizador, llenar¨ªan un Jumbo. De periodistas habr¨¢ habido una media diaria de 30 o uno por cada seis ordenadores, llenos de toda la informaci¨®n habida y por haber.
Lo que ha caracterizado la organizaci¨®n del Mundial en Jap¨®n ha sido la desproporci¨®n. Salvo el problema de la falta de entradas al principio, en el que tuvo mucho que ver la empresa brit¨¢nica que las imprim¨ªa, todo funcion¨® con orden y precisi¨®n.
El hecho de que pocos de los brasile?os, alemanes, senegaleses, irlandeses, ecuatorianos, ingleses o cameruneses tuvieran dificultades con la log¨ªstica cotidiana habla maravillas de las manadas de voluntarios que les esperaban al llegar a cualquier estaci¨®n de tren, autob¨²s o metro, a cualquier aeropuerto.
?Quienes eran estos voluntarios, la base organizativa? Hombres y mujeres, pero m¨¢s bien mujeres. En total, 12.000. Deseosos de participar en el evento internacional m¨¢s grande en la historia nipona. Jam¨¢s antes se hab¨ªa visto una invasi¨®n de gente de tantos pa¨ªses con fines tan pac¨ªficos y los voluntarios quer¨ªan vivir el fen¨®meno de cerca. No les pagaron nada: ni el transporte, ni las entradas. S¨®lo les dieron sus uniformes azules y blancos y, de vez en cuando, una comida gratis
Varios hablaban ingl¨¦s, espa?ol, franc¨¦s, portugu¨¦s o alem¨¢n. Pocas veces demasiado bien, pero siempre lo suficiente para que la gente lograse su objetivo de llegar al estadio y de vuelta al hotel. Teniendo en cuenta la imposibilidad para la gran mayor¨ªa de los extranjeros de descifrar el alfabeto japon¨¦s y las complicadas conexiones, se habr¨ªa vivido una pesadilla de no ser por los nativos estrat¨¦gicamente ubicados por todas partes y a todas horas para ayudar.
Hab¨ªa bastantes que hablaban castellano, en general con mucho mejor acento que los que hablaban ingl¨¦s. Los sonidos en japon¨¦s tienen bastante m¨¢s en com¨²n con el castellano que con el ingl¨¦s.
En los d¨ªas de partido los voluntarios ten¨ªan las manos llenas. Cuando no, ah¨ª segu¨ªan, aburridos, seguramente frustrados, pero, siendo los japoneses tan extraordinariamente refinados, jam¨¢s demostr¨¢ndolo.
En el centro de prensa hubo un regimiento trabajando en Informaci¨®n. Uno sent¨ªa a veces la obligaci¨®n de ir a preguntarles algo, aunque no tuviera realmente nada que preguntarles, como un simple gesto de caridad, de calor humano. Se les ve¨ªa tan agradecidos cuando uno les preguntaba d¨®nde estaba el servicio o el tel¨¦fono o a qu¨¦ hora cerraba la cafeter¨ªa. Y asi en todos los centros de prensa.
Siempre manten¨ªan el buen humor y los buenos modales. Nadie venido de fuera se puede quejar. Siempre hubo orden y casi un exceso de cortes¨ªa.
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