La tierra devuelve a sus muertos
Dos ancianas logran, tras 60 a?os de silencio, que se abra una fosa de la Guerra Civil donde est¨¢n enterrados sus hermanos
Les enga?aron. Ni Eduardo, ni Francisco, ni Porfirio, ni Joaqu¨ªn, pens¨® al entregarse el 5 de noviembre de 1937 que les quedaban pocas horas de vida. Eran soldados del Ej¨¦rcito republicano, lucharon en el frente de Asturias, y cuando cay¨® esta regi¨®n, escaparon por los montes y volvieron a su pueblo, Palacios del Sil, en El Bierzo (Le¨®n).
'Ha dicho Franco: los que no tengan las manos manchadas de sangre, que no teman', solt¨® Porfirio. Y convenci¨® a los dem¨¢s para entregarse en el ayuntamiento. Sus mujeres, sus hermanas, sus madres les pidieron que huyeran. ?A d¨®nde? Estaban rodeados y no quisieron hacerse del maquis para no morir en la monta?a.
El final fue ¨¦se mismo. Porque les enga?aron. Los llevaron al vecino pueblo de Villablino, y esa misma noche los sacaron en un cami¨®n de madrugada para llevarlos a matar. A ellos, y a otros chavales, de poco m¨¢s de 20 a?os la mayor¨ªa. Y en una cuneta, como a otros miles, unos 2.000 s¨®lo en El Bierzo, los fusilaron y los enterraron de madrugada.
En la sepultura hay 37 republicanos que se entregaron enga?ados por un bando de Franco
Isabel Gonz¨¢lez Losada, de 85 a?os, hermana de Eduardo y cu?ada de Francisco, y Asunci¨®n ?lvarez M¨¦ndez, de 87, hermana de Porfirio y Joaqu¨ªn, saben desde hace mucho tiempo d¨®nde los enterraron. Isabel acude all¨ª a menudo desde 1943. Primero iba con su marido, luego enviud¨® pero sigue subiendo -la fosa est¨¢ en Piedrafita de Babia, un pueblo de la monta?a, a m¨¢s de 30 kil¨®metros de su casa-, en autob¨²s o con alg¨²n familiar. 'Llevo toda la vida obsesionada con esa fosa. Lo ¨²nico que quiero, lo que siempre he so?ado, es que los restos de mi hermano salgan de esa triste cuneta para estar junto a los de mis padres', dice Isabel.
Por fin parece que lo va a lograr. Hoy empiezan los trabajos para abrir la fosa, gracias a la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica, que ya el a?o pasado logr¨® desenterrar a 13 personas para entregar los restos a sus familiares.
La precipitaci¨®n de los asesinos aquella noche ha sido de gran ayuda. Los enterraron mal, tanto que al d¨ªa siguiente alg¨²n animal los sac¨® en parte al aire. Al conocer la noticia, el cura del pueblo, recordado por el bando perdedor como un hombre especialmente cruel, dijo en la iglesia: 'Para que ve¨¢is, si ser¨¢n demonios esos rojos, que ni la tierra los quiere, los devuelve, ah¨ª los ten¨¦is'. Al d¨ªa siguiente, la Guardia Civil y los falangistas volvieron al lugar con m¨¢s detenidos. Y otra vez los mataron en medio de la noche, sin juicio, con prisas. Pero entre tanto cavar, abrir y tapar, quedaron un par de monta?as de tierra que son claramente identificables, todav¨ªa hoy. 'Mira, justo aqu¨ª no crece la hierba. Se nota, la naturaleza es sabia, no traiciona a los muertos', comenta Isabel mientras pasa por encima de la fosa.
El Bierzo, Babia, son zonas donde la guerra fue especialmente dura. Y a¨²n quedan muchos viejos, entonces adolescentes, que lo recuerdan perfectamente. Ricardo (80) y Adornina (85) Su¨¢rez viven en Pidrafita. Cuentan y no paran historias terror¨ªficas de la guerra en su pueblo. Ricardo, apenas un chaval en el 37, paseaba a la ma?ana siguiente del asesinato por la zona. El perro oli¨® algo raro. Se acerc¨® y vi¨® la fosa reci¨¦n tapada, con los charcos de sangre a¨²n frescos. Toda la vida ha pasado por all¨ª sabiendo que estaba la fosa. Pero nunca dijo nada hasta hoy. 'El que hablaba, no lo hac¨ªa dos veces. Esto era el terror. No hacen m¨¢s que hablar en la tele de Yugoslavia, de Chile, Argentina... que nos pregunten a nosotros, esto fue mucho peor'.
Ricardo recuerda que se mataba por matar. En Villablino, de donde salieron los 37 de la fosa, los encerraban en la vieja escuela. Y cuando se llenaba, que era casi todos los d¨ªas, sacaban 20 o 30 para aplicarles la ley de fugas. Las cunetas de El Bierzo est¨¢n llenas. A otros los tiraban desde el puente de Las Palomas, de 83 metros, muy cerca de la fosa de Pidrafita. La corriente se llevaba los cad¨¢veres.
Tanto mataban, recuerda, que la Guardia Civil, harta de tener que hacer el trabajo sucio, exigi¨® a los falangistas que mancharan sus manos de sangre y que asesinaran ellos mismos a sus vecinos. Esa medida redujo mucho el n¨²mero de muertos, dice Ricardo, porque hasta el odio y la crueldad tienen un l¨ªmite.
Pero Isabel y Asunci¨®n no pretenden reabrir esas viejas heridas. Como casi todos los viejos, lo que les preocupa es la historia. Y quieren que se reconozca a sus hermanos. Que se sepa que fueron asesinados sin m¨¢s. Y, sobre todo, que sus restos descansen en paz, junto a sus otros familiares, junto a ellas. Est¨¢n tan preocupadas por eso que Asunci¨®n, pensando que se iba a morir sin que nadie abriera la fosa, dibuj¨® hace a?os un simple mapa que describe perfectamente d¨®nde est¨¢n enterrados sus hermanos. Se lo mand¨® a Isabel y se lo confi¨® a su familia, por si alg¨²n d¨ªa ella no estaba.
Isabel, que a¨²n se confiesa 'roja hasta la m¨¦dula', no es creyente, pero piensa que los muertos deben estar en el cementerio. Mont¨® un gran esc¨¢ndalo en su pueblo, porque su marido es el primer ciudadano de Palacios del Sil enterrado por lo civil. 'Nos lo hab¨ªamos prometido el uno al otro. Y lo cumpl¨ª. Pero all¨ª tienen que estar, en el cementerio, es el ¨²nico lugar donde no hay bandos'.
Ahora Isabel y Asunci¨®n han reunido a sus familias, repartidas por toda Espa?a, para que vean c¨®mo se cumple su sue?o: hoy empiezan los trabajos para abrir la fosa. Adem¨¢s, los miembros de la asociaci¨®n han proyectado la apertura de otras siete, hasta un total del 50 personas. Todas tienen una familia en los pueblos de alrededor. Algunos de los desaparecidos, especialmente en la fosa de los 37, no han sido reclamados. Pero en la asociaci¨®n est¨¢n convencidos de que en cuanto los viejos del lugar vean abrir la tierra, acudir¨¢n. 'Tienen miedo. Durante m¨¢s de 60 a?os no han podido hablar de esto. Y ahora les cuesta hacerlo, pero lo har¨¢n', comenta Santiago Mac¨ªas, portavoz de la asociaci¨®n.
El proyecto siembra a¨²n m¨¢s expectativas fuera de Espa?a. Las tumbas las desenterrar¨¢n cuatros arque¨®logos y 12 voluntarios de 10 pa¨ªses, convocados por la ONG Servicio Civil Internacional. Entre ellos hay una israel¨ª, una estadounidense, y hasta una suiza de 72 a?os, que tuvo unos amigos republicanos espa?oles exiliados y quiere as¨ª rendirles un homenaje. Despu¨¦s de este campo de trabajo habr¨¢ otros, no s¨®lo en El Bierzo, porque en casi toda Espa?a hay fosas como la de Piedrafita. Pretenden incluso recuperar el cad¨¢ver de Federico Garc¨ªa Lorca.
Isabel y Asunci¨®n tampoco quieren venganza. Saben que es in¨²til, que nunca se han cerrado las heridas, que s¨®lo lo har¨¢n cuando mueran los de su generaci¨®n. Pero s¨ª pretenden que al menos se igualen los muertos de uno y otro lado. Y que dejen de torturarlas. Cada d¨ªa, Isabel pasa por la calle principal de Palacios del Sil, que se sigue llamando Francisco Franco, y bajo la placa que recuerda a los muertos del bando nacional. En la entrada de su casa le han pintado una cruz gamada. Y todo pese a tener un alcalde socialista. Isabel cree que tener a su hermano en el cementerio le ayudar¨¢ a ganar esa batalla. S¨®lo busca el empate en la guerra.
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