La olvidada emigraci¨®n espa?ola
Las noticias que se difunden acerca de las propuestas del presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar para ir cerrando las fronteras de la Uni¨®n Europea a los inmigrantes son m¨¢s que alarmantes. Sugieren, al menos, que su Administraci¨®n padece una preocupante amnesia hist¨®rica sobre la importancia fundamental que ha tenido la emigraci¨®n para Espa?a desde el siglo XVI hasta fechas recientes. Es m¨¢s, la ciudad donde se ha celebrado la cumbre europea, Sevilla, parece la menos indicada para adoptar una pol¨ªtica de murallas contra los hispanoamericanos.
Cuando se propone sellar las fronteras espa?olas a los inmigrantes, no debe olvidarse la historia de tantos centenares de miles de espa?oles que emigraron en el pasado a Am¨¦rica y a otras tierras. En efecto, si no fuera por esa emigraci¨®n, la lengua espa?ola no ser¨ªa actualmente el idioma de m¨¢s de 350 millones de personas en el mundo. Espa?a tiene una deuda hist¨®rica con sus propios emigrantes y tambi¨¦n con los pa¨ªses que los recibieron, ya que ambos contribuyeron de muy diversas maneras al desarrollo humano, a la expansi¨®n internacional de la cultura espa?ola- en todas sus vertientes y a la resoluci¨®n de crisis econ¨®micas y sociales dom¨¦sticas en diferentes ¨¦pocas de la historia de la Pen¨ªnsula.
No est¨¢ por dem¨¢s recordar, por ejemplo, que a fines del siglo XIX, la emigraci¨®n masiva de espa?oles a Am¨¦rica fue una respuesta clara a la dram¨¢tica situaci¨®n social que entonces experimentaba el pa¨ªs, en particular en las zonas de mayor atraso agrario. Como tampoco conviene olvidar la importancia de los aportes a la econom¨ªa espa?ola de los emigrantes espa?oles que fueron a buscar trabajo en Francia y Alemania en los decenios de 1960 y 1970 en pleno franquismo.
Si se revisan las sucesivas emigraciones espa?olas, es menester reconocer grandes cambios a trav¨¦s del tiempo. Es bien sabido que en la ¨¦poca moderna, las primeras corrientes importantes de emigrantes espa?oles se dirigieron a lo largo de los siglos XVI-XVIII a las colonias espa?olas en Am¨¦rica: en total, puede calcularse que cerca de 200.000 hombres y mujeres de todas de las regiones de la Pen¨ªnsula emprendieron la larga y peligrosa traves¨ªa a trav¨¦s del Atl¨¢ntico hasta alcanzar las Antillas o, alternativamente, para llegar a los virreinatos de M¨¦xico, Per¨², del R¨ªo de la Plata y de la Nueva Granada.
Despu¨¦s de las guerras de independencia americanas a principios del siglo XIX, decayeron los flujos de emigrantes espa?oles a Am¨¦rica durante algunos decenios. Pero desde 1880 se renovaron con una fuerza inusitada, emigrando un total de casi tres millones de espa?oles entre ese decenio y el estallido de la Primera Guerra Mundial. Los destinos preferidos eran Argentina, Cuba y Brasil, en ese orden, pero tambi¨¦n salieron importantes contingentes hacia otros destinos. Es menos conocido la importancia de la emigraci¨®n espa?ola a Argelia, a donde llegaron casi medio mill¨®n de hombres y mujeres levantinos en medio siglo, provenientes principalmente de Alicante y Murcia.
?Qu¨¦ nos dicen los expertos acerca de las razones por las cuales se emigraba? Ciertamente, fen¨®menos fundamentales como los demogr¨¢ficos impulsaron la emigraci¨®n, pero el m¨®vil econ¨®mico era a¨²n m¨¢s importante. En un reciente estudio de la emigraci¨®n mediterr¨¢nea a Am¨¦rica en los siglos XIX y XX, el historiador Marcello Carmagnani se?ala que la fuerza fundamental que movilizaba a los emigrantes consist¨ªa en su deseo de obtener mayores ingresos monetarios por su trabajo. Las grandes oleadas de emigraci¨®n se vincularon directamente con la expansi¨®n del mercado de trabajo dentro del propio pa¨ªs y, luego, en el ¨¢mbito internacional. Los emigrantes buscaban informaci¨®n sobre el diferencial salarial de un pa¨ªs a otro, formulando sus decisiones y sus riesgos racionalmente. Sin embargo, la decisi¨®n de abandonar su pa¨ªs siempre implicaba peligros, como se constata de manera demasiado frecuente hoy en d¨ªa. Los emigrantes espa?oles a Am¨¦rica, por ejemplo, sufr¨ªan una alta morbilidad durante el viaje trasatl¨¢ntico, en especial los ni?os de menos de diez a?os, de los cuales cerca del 1% falleci¨® a principios del siglo XX en el trayecto mar¨ªtimo.
Evidentemente, el trato recibido por los emigrantes espa?oles que llegaban a diversos pa¨ªses de Latinoam¨¦rica fue diverso, pero en t¨¦rminos generales no existieron barreras a su entrada y los reci¨¦n llegados pudieron obtener la nacionalidad con notable facilidad. Conviene recordar las consignas de los destacados pol¨ªticos e intelectuales argentinos del siglo XIX, Sarmiento y Alberdi, que hicieron famosa la expresi¨®n: 'Gobernar es poblar'. La emigraci¨®n era concebida como factor fundamental de progreso (ahora dir¨ªamos desarrollo), que ayuda a explicar por qu¨¦ tantos espa?oles emigrados llegaran a ocupar posiciones tan destacadas dentro de las sociedades latinoamericanas.
Hoy en d¨ªa, en Espa?a se experimenta el anverso de la moneda. Los inmigrantes que llegan cada d¨ªa en mayor n¨²mero, de Hispanoam¨¦rica o del norte de ?frica, buscan entrar al mercado formal o informal de trabajo, pues all¨ª tendr¨¢n mejores salarios que en sus pa¨ªses de origen. El objetivo de su periplo es perfectamente racional, pero, adem¨¢s, es claro que por motivos demogr¨¢ficos la demanda europea por trabajadores j¨®venes de otras latitudes ir¨¢ aumentando en este nuevo siglo. Sin duda es necesario regular los flujos de inmigrantes, pero resulta equivocado pensar que simplemente con medidas policiacas se podr¨¢ lidiar con una realidad social y econ¨®mica, cada d¨ªa m¨¢s compleja.
La discusi¨®n actual sobre la mejor forma de tratar a los inmigrantes contempor¨¢neos a Espa?a no debe prescindir de la conciencia hist¨®rica de la emigraci¨®n espa?ola en el pasado. ?No existe acaso una deuda hist¨®rica de Espa?a con los pa¨ªses latinoamericanos y tambi¨¦n con pa¨ªses del norte de ?frica, como Argelia, que recibieron tantos espa?oles a fines del siglo XIX?
A fin de cuentas, la experiencia contempor¨¢nea de la emigraci¨®n de latinoamericanos y africanos a Espa?a y a Europa no puede valorarse simplemente en t¨¦rminos negativos. Es consecuencia y expresi¨®n de una serie de procesos hist¨®ricos, demogr¨¢ficos y econ¨®micos compartidos por continentes y naciones. Y tiene una fuerza y una l¨®gica que no puede suprimirse simplemente mediante decretos y reglamentos represores del libre movimiento de los seres humanos. El fen¨®meno de la emigraci¨®n requiere un debate profundo y una disposici¨®n a buscar soluciones m¨¢s justas y m¨¢s previsoras en el futuro.
Carlos Marichal es profesor del Colegio de M¨¦xico.
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