Rosell y el siglo XIX
Despu¨¦s de un largo periodo de ausencia, el presidente de Fomento del Trabajo Nacional parece que ha querido compensar su prolongado silencio con unas jugosas e inclasificables declaraciones sobre la huelga general. De entrada me toca agradecerle que reconozca su existencia. Despu¨¦s de unas semanas sufriendo el acoso medi¨¢tico del Gobierno y sus voceros estaba a punto de sucumbir a la idea de que el 20-J nunca existi¨® y de que todo se debi¨® a un golpe de calor veraniego con s¨ªntomas de epidemia ciudadana. Pero sinceramente, tampoco hac¨ªa falta que el se?or Rosell se pasara en el reconocimiento de la huelga. La intensidad del paro del 20-J permite calificarlo como de huelga general, pero no tanto como para hablar de un impacto econ¨®mico equivalente a una d¨¦cima del PIB. No s¨¦ c¨®mo ha hecho los c¨¢lculos y estoy interesad¨ªsimo en que alguien me lo explique. Porque de ser correctos, me temo que algunos nos est¨¢n sisando en nuestros salarios m¨¢s de lo previsible. Y habr¨¢ que tenerlo muy presente en la pr¨®xima negociaci¨®n colectiva que, por cierto, va a sentir las consecuencias de la ruptura de la concertaci¨®n social. Hechos los agradecimientos por el reconocimiento de la huelga, voy a centrarme en la raz¨®n ¨²ltima de este art¨ªculo, que no es otra que abrir un debate sobre el ep¨ªteto de antigualla del siglo XIX con el que el l¨ªder patronal se ha referido a la huelga. Se trata de una descalificaci¨®n que responde a una machacona l¨ªnea de pensamiento -es un decir- construida sobre la posmodernidad vacua. Seg¨²n algunos han desaparecido los conflictos de intereses en la sociedad, el conflicto social no tiene sentido, las ideolog¨ªas no tienen futuro, luego el pensamiento ¨²nico adornado de modernidad se convierte en la nueva teolog¨ªa dominante. Sin embargo parecen olvidarse de algo muy sencillo. Las personas, sus derechos, sus anhelos, su dignidad y su voluntad de reivindicarlos contin¨²an vivas en nuestras sociedades y esto es lo que ha emergido el 20-J y ha sido una de las claves del ¨¦xito. La huelga como una de las expresiones del conflicto social contin¨²a siendo una realidad hoy. Es verdad que su expresi¨®n, organizaci¨®n y ejercicio han variado sustancialmente, como lo han hecho las formas de trabajo y la propia sociedad. Por eso una de las preocupaciones del sindicalismo confederal que representa CC OO es la necesidad de encontrar todas las nuevas formas de conflicto posible. El 20-J ha sido la primera huelga en la que ha participado de manera embrionaria pero organizada una nueva categor¨ªa de trabajadores, los aut¨®nomos econ¨®micamente dependientes -los trades-, y a la que se ha adherido y a su manera ha participado la Asociaci¨®n de Teletrabajadores de Catalu?a. Pero lo que el se?or Rosell niega en sus declaraciones no es la huelga industrial en su estilo fordista, niega la propia existencia del conflicto social y la participaci¨®n activa de los trabajadores. Cuando habla de formas de reivindicaci¨®n que no causen perjuicios no s¨¦ si ejerce de ingenuo o cree que los ingenuos somos nosotros. Por supuesto que en un sistema de relaciones laborales maduro se desarrollan negociaciones y se alcanzan acuerdos sin necesidad de llegar siempre al conflicto. Pero eso s¨®lo sucede si en alguna ocasi¨®n anterior las partes han conocido el coste y las consecuencias del desacuerdo y del conflicto. Y la experiencia sindical dice que un recordatorio de las ventajas de la negociaci¨®n sobre el conflicto se hace imprescindible, cuando las cosas se tuercen o la memoria flaquea. Una de las claves del conflicto que canaliza el sindicalismo -tambi¨¦n el del siglo XXI- es la capacidad de que las personas sean las protagonistas del mismo. Pretender que las reivindicaciones se limiten a escenificaciones medi¨¢ticas con los trabajadores como observadores pasivos puede ser muy efectista, dar sus frutos a corto plazo y servir como placebo cuando flaquean las fuerzas, pero si se generalizara estar¨ªamos asistiendo al final del sindicalismo como expresi¨®n del conflicto social en una sociedad abierta. Espero que nunca suceda, aunque el riesgo existe y s¨®lo hace falta ver en qu¨¦ se ha convertido una determinada manera de entender la pol¨ªtica. En algunos momentos parece como si los partidos hubieran encargado a los medios de comunicaci¨®n la gesti¨®n de sus proyectos pol¨ªticos como si de albaceas testamentarios se tratara y eso es letal para la pol¨ªtica, especialmente en sociedades con una gran concentraci¨®n de poder econ¨®mico y medi¨¢tico. El ¨¦xito del 20-J se debe en buena parte a que muchas personas han sido sujetos activos de la movilizaci¨®n. Por supuesto hemos utilizado los medios de comunicaci¨®n para llegar a la sociedad, pero una de las claves reside en la red sindical que nos ha permitido contactar directamente con los trabajadores de m¨¢s de 3.900 empresas catalanas e indirectamente con muchas pymes a trav¨¦s de los delegados de personal o comit¨¦s de empresa. Por ¨²ltimo d¨¦jenme terminar con un ataque de sinceridad. C¨®mo es posible que el presidente de Fomento haya cometido la imprudencia de hablar de antiguallas del siglo XIX. Alguien me comentaba lo curioso que resulta esta cita por parte de quien preside una organizaci¨®n que contin¨²a teniendo como norte el proteccionismo intervencionista que la vio nacer. Y que mantiene una estructura organizativa preindustrial -con m¨¢s de 250 gremios aut¨¢rquicos- que se ha convertido hoy en uno de los principales obst¨¢culos para la racionalizaci¨®n de la negociaci¨®n colectiva. Posiblemente una de las causas de la falta de lideraje econ¨®mico que se vive hoy en Catalu?a. El debate est¨¢ abierto.
El pensamiento ¨²nico, adornado de modernidad, se convierte en la nueva teolog¨ªa dominante
Joan Coscubiela es secretario general de CC OO de Catalu?a
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