'Sokamuturra'
Con las fiestas del verano muchos de nuestros pueblos se divierten con la tradicional sokamuturra. Es una diversi¨®n con matices c¨®micos, dram¨¢ticos y salvajes. Protagonista imprescindible es una vaquilla brava atada a una soga. Los j¨®venes corren delante y alrededor del animal evitando les atrape con sus cuernos. Cuando llega una situaci¨®n de peligro, siempre puede haber alg¨²n que otro romero que tire de la cuerda para evitarlo. No obstante, la eficacia del tir¨®n no siempre resulta acertada, por lo que las heridas y contusiones se producen con frecuencia. Tambi¨¦n las consecuencias alcanzan al vacuno, que padece l¨ªmites de estrangulamiento. Las opiniones sobre esta actividad festiva son cuanto menos variopintas. Resulta espect¨¢culo bochornoso para los protectores de los animales, glorioso para los amantes de riesgos in¨²tiles y atractivo para quienes gustan divertirse con situaciones histri¨®nicas.
Para apreciar gran parte de las sensaciones de este juego singular, nada mejor que mirar con detalle el libro Sokamuturra publicado por el Ayuntamiento de Elgoibar, donde un amplio reportaje realizado por Eduardo Arrillaga (Elgoibar, 1966) da sobrada cuenta de este entretenimiento popular. Son sesenta fotograf¨ªas en blanco y negro precedidas por un pr¨®logo donde se explica su historia en Guip¨²zcoa. En otro texto, encabezado por el titulo La sonrisa del miedo, el autor explica las razones que le han llevado a perseguir durante diez a?os consecutivos la caza de estas im¨¢genes. Achaca su inquietud inicial la influencia de su abuelo.
Por lo visto, el nieto cambi¨® el capote y la espada por la c¨¢mara y la pel¨ªcula, y se lanz¨® delante del toro (es este caso torito). El resultado es un trabajo que tiene mucho que ver con la tradici¨®n costumbrista tratada regularmente en fotograf¨ªa, y en este autor responde a una trayectoria elegida desde sus inicios en la disciplina. En su haber cuenta con un trabajo sobre las ferias de ganado y el ambiente que las rodea, otro dedicado al mundo rural vasco y al caser¨ªo, o el proyecto Mayas-Hijos del ma¨ªz. Todos ellos llevan el sello de un fot¨®grafo imbuido totalmente en los ambientes que retrata. En la feria puede ser ganadero o veterinario, en el mundo rural sentir como un campesino y en la Sokamuturra comportarse como el mejor corredor de vaquillas. De esta manera consigue relatos gr¨¢ficos llenos de intensidad y emoci¨®n.
El libro de car¨¢cter monogr¨¢fico desmenuza los detalles. Desde que sale del cami¨®n del feriante, el denominador com¨²n es la vaca, pero esto, que podr¨ªa llegar a ser aburrido por lo reiterativo, gana en intensidad por las disparatadas situaciones que crea su acci¨®n. Algunos participantes se enfrentan al astado y para esquivarlo hacen piruetas en un sem¨¢foro, se cuelgan de un ¨¢rbol, se esconden debajo de un banco p¨²blico, en un portal o sobre el indicador del mapa de la comarca. Los m¨¢s atrevidos intentan inmovilizarlo por el cuello.
Otros m¨¢s temerosos quieren retenerle estirando del rabo para luego salir corriendo, como el negro que en su loca carrera mantiene el ritmo de la maraca que lleva en su mano. Hay quien se queda congelado a una pared con la intenci¨®n de pasar desapercibido, algunos morroskos desmedidos tiran de la cuerda hasta hacer gemir al novillo. Finalmente el animal, renunciando a la vida de tortura a la que est¨¢ destinado parece querer recluirse en la iglesia, eso s¨ª, despu¨¦s de dejar a unos cuantos de sus enemigos tirados por el suelo a la espera de un sanitario.
Arrillaga ha estado junto a la vaquilla, sus tomas constatan el riesgo asumido, m¨¢xime cuando se han realizado con un gran angular. Adem¨¢s ha tenido tiempo para pensar en la luz e incluso a componer algunas formas de original sugerencia. Pero ?es casualidad o suerte? En cualquier caso cuenta una historia en primera persona y el espectador puede vivir a su lado una aventura de otra manera inalcanzable.
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