El demagogo
Me extra?¨® la fotograf¨ªa que el activo y atractivo diario El Mundo public¨® de los amos de los pa¨ªses ricos en su intimidad, cont¨¢ndose chistes y ri¨¦ndose de Berlusconi, con sus expresivas manos de actor de comedia napolitana. Aznar fumaba largo puro y pon¨ªa los pies sobre la mesa. Mi madre no le hubiera permitido nunca una cosa semejante. Como tengo el temple demag¨®gico, cre¨ª que ser¨ªa contraproducente. Para Aznar. Entre noticias de muertos del sida, bodas afganas bombardeadas, Argentina y Brasil entrando en el hambre, y de todo lo dem¨¢s, me pareci¨® disparatada, aunque ya s¨¦ que es as¨ª, y he visto cosas parecidas en guerras de exterminio, incluso entre las v¨ªctimas. Mi sorpresa fue grande al ver ayer en la privilegiada publicaci¨®n toda una serie: se ve que a Aznar le gust¨® que se viera su situaci¨®n de privilegio entre ellos, aunque estuviera por casualidad, terminando su condici¨®n peri¨®dica de presidente de Europa; y debi¨® de darle m¨¢s muestras a su peri¨®dico, seguro de que hab¨ªa sido un ¨¦xito la primera foto sonda. Seguro que s¨ª.
Si uno deja la demagogia y la educaci¨®n en el guardarropa debemos estar agradecidos a estos figurones de nuestra suerte. Son los grandes guerreros que nos defienden de los pa¨ªses que no comen, e incluso de los que, en los nuestros, pretenden pasarse de su raya. ?C¨®mo no han de estar satisfechos? Han variado muy poco desde las caricaturas que hac¨ªa de ellos Bluff -por cierto, le mataron los antepasados de ¨¦stos: le condenaron a muerte, le indultaron y luego se arrepintieron-, que les pon¨ªa abrigos de astrac¨¢n y sombreros de copa. Ahora queda la formalidad en el traje y la corbata, que ya s¨®lo usan los ejecutivos y los vendedores de yates, coches y armas, pero les queda el puro, que era una caracter¨ªstica de aquellas caricaturas. Tambi¨¦n lo fue de Felipe Gonz¨¢lez, pero a ¨¦l se los mandaba Fidel Castro, desde el otro lado de las barricadas.
(Lo raro: que a m¨ª me preocupe esto, como si yo fuera un paterista, o un encerrado en Lanzarote, o un obrero en paro. Voy a pedir hora a Castilla del Pino, para que vea si es curable. Aunque creo que quiero seguir as¨ª).
(Ah, ya no llevan astrac¨¢n y sombrero porque no pasan fr¨ªo. Salen de la calefacci¨®n de palacio a la del auto, pero no pisan el suelo, alfombrado de rojo. La verdad es que tampoco los subsaharianos necesitan abrigos).
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