Naci¨®n: su yo y su circunstancia
La historia empieza a registrarse en el presente que corre hacia el pasado cuando pasan las cosas. Lo que est¨¢ pasando no se ve con claridad suficiente en su momento. Lo que pasa hacia la historia va pasando en el presente. Pero pasa en la circunstancia, y aunque ¨¦sta es el yo en cuanto complemento de su esencia, seg¨²n el legado orteguiano, el 'yo' decisivo no comprende decisivamente su circunstancia por lo normal, con lo que no alcanza normalmente a saber en puridad lo que est¨¢ pasando. Lo que en este orden le acontece al hombre le puede suceder a otros entes menos individuales que, en cuanto entidad compleja, humana asimismo, hacen la historia. La referencia concierne a pueblos, naciones, civilizaciones, alianzas, organismos internacionales y otros parecidos. Naciones, pueblos, etc¨¦tera, tienen cada uno su yo y su circunstante ambiente hist¨®rico, por lo que, en paralelismo con lo orteguiano consagrado, son ese su yo mismo y su circunstancia.
Mas conviene ahora referirse a la Naci¨®n. Nos dej¨® dicho Garc¨ªa Morente que 'es evidente que un pueblo, una naci¨®n, una ¨¦poca y la Humanidad misma son, en todo y por todo, 'como si fueran personas'. Son propiamente quasi-personas'. Una Naci¨®n, al ser casi persona, es y act¨²a, en l¨ªneas de idealidad admisible, como una persona, como un ser humano. Por eso se puede decir que la naci¨®n vive. Las naciones viven cada una su vida, desde que en la historia empiezan a ser naciones hasta que dejan de serlo. Ortega concibi¨® la vida del hombre, la vida real, en cuanto relaci¨®n peculiar de ¨¦l con su circunstancia. La naci¨®n vive con actividad que brota de la relaci¨®n de su yo con su circunstancia. La naci¨®n vive en cuerpo y alma; y su vida es la actividad que brota de la relaci¨®n del yo nacional con su circunstancia. La naci¨®n es entidad m¨²ltiple de seres humanos que, al vivir, sienten el ser de su cuerpo y, con el aliento del sentimiento de ser de la naci¨®n, fortalecen y animan el esp¨ªritu nacional. El cuerpo de la naci¨®n es un conjunto entre cuyos m¨²ltiples elementos destacan componentes necesarios, como son sus tierras y sus mares, sus hombres, en cuanto vidas actuantes en el 'hacer' nacional, y otras entidades precisas para el normal y efectivo vivir: el Estado, la industria, y toda infraestructura con eminencia en ella de la materia activa. El cuerpo de una naci¨®n nace, crece, se desarrolla, vive su propia vida, muere al fin. Pero, ?y el alma? ?Qu¨¦ es el alma? Es ese ente misterioso y enigm¨¢tico que'mueve' al cuerpo nacional con componentes activas de orden espiritual. Podr¨ªa decirse que la esencia del alma de la naci¨®n es el 'esp¨ªritu de sus hombres' o el 'esp¨ªritu nacional', ya que tal esp¨ªritu brota de un sentimiento de ser, de ser en com¨²n; es sentimiento de 'estar siendo', de estar viviendo con conciencia de estar haciendo historia: la nacional, pero tambi¨¦n la general historia universal. En suma: el alma de una naci¨®n es lo que mueve a su cuerpo en la vida, en la historia y hacia la historia; es, por tanto, energ¨ªa hist¨®rica. En naciones o civilizaciones en ascenso hist¨®rico su energ¨ªa procede de un alma victoriosa y joven, mientras que las naciones en decadencia se mueven 'desanimadas' por almas enfermas cercanas ya a la muerte. Pero ?es el alma la causa del auge o de la decadencia de las naciones? O, por el contrario, ?es tal auge o declive lo que da a las almas el impulso vigoroso hacia lo alto o la fuerza firme de la componente del decaer? Respuesta compleja. Si fuera obligado resolverla, habr¨ªa de llegarse a la probabilidad de ser la vibraci¨®n del alma la causa veraz del auge o decadencia de las naciones, de las civilizaciones, de los pueblos. Decir exactamente lo que el alma de una naci¨®n es resulta imposible te¨®rico, pero puede, en lo pr¨¢ctico, contarse con que el alma de una naci¨®n se exterioriza mediante la expresi¨®n viva del esp¨ªritu nacional que alienta a sus hombres y que se siente en el hond¨®n de lo nacional complejo, sin tener la naci¨®n, lo nacional, necesidad imperiosa de saber lo que el alma es, porque el esp¨ªritu nacional sabe y conoce m¨¢s por la fe que le hace fuerte que por la ciencia racional que le desconcierta.
El cuerpo y el alma de la naci¨®n integran su yo. Pero la naci¨®n, como el ser humano en la filosof¨ªa de Ortega y Gasset, es su yo y su circunstancia. Toda naci¨®n debe decir, para comprenderse a s¨ª misma, 'yo, naci¨®n, soy yo y mi circunstancia', a?adiendo, como nos ense?¨® el mismo Ortega, 'y si no la salvo a ella no me salvo yo'. Pero ?en qu¨¦ consiste la circunstancia de una naci¨®n? Es lo que est¨¢ en su torno con especial semejanza a ella. Claro, que tales 'estar', 'torno' y 'semejar' son realidades de complejas entidad y explicaci¨®n. La m¨¢s l¨®gica de las definiciones acaso sea la de que la circunstancia de una naci¨®n la componen y conforman otras naciones, naciones ¨¦stas que tienen su cuerpo y su alma y que est¨¢n envueltas en su propia y respectiva circunstancia. La circunstancia de una naci¨®n est¨¢ ah¨ª, con dardos de su ser que en el tiempo se dirigen hacia el yo nacional al que envuelve. La naci¨®n, su yo nacional, ante su circunstancia, ha de tenerla en cuenta, ha de admitir su realidad influyente y ha de trabajarla para ser verdaderamente conocida y aprendida antes de ser adosada al yo con la copulaci¨®n necesaria para constituir el yo nacional. Eso es en cierto modo 'salvar' a la circunstancia para salvarse el yo. La naci¨®n, como el hombre, ha de conocer tambi¨¦n a su circunstancia para ir hacia ella trabaj¨¢ndola. Tal trabajo no es sino conocer, saber, c¨®mo es, en qu¨¦ consiste la circunstancia. Y as¨ª como el hombre es tanto m¨¢s yo cuanto m¨¢s profundidad sea capaz de conceder a la extensi¨®n del propio saber y del genuino conocer, la naci¨®n ser¨¢ tanto m¨¢s su yo cuanto mejor llegue a saber el ser y el hacer de su circunstancia. En s¨ªntesis, tal saber y conocer no viene a ser sino el efecto de la pol¨ªtica aplicada inteligentemente a la historia. La naci¨®n, pues, ha de 'tener' pol¨ªtica y estudiar historia para hacerse con su circunstancia: para salvarla. Tener pol¨ªtica es hacer pol¨ªtica verdadera. Esa pol¨ªtica 'verdadera' no es cosa que se vea a diario, porque la verdad en pol¨ªtica no se fundamenta en el decir de quien la hace, sino que exige plasmar realidades en el presente que garanticen un futuro cercano y que demuestren que lo que va hacia el pasado -la historia, en suma- tiene vida y sigue influyendo en la pol¨ªtica hecha en cada instante. Esa pol¨ªtica est¨¢ por eso obligada a saber historia. La historia no se sabe como debiera saberse; es dominio intelectual harto dif¨ªcil. La historia que queda escrita no pasa de ser un decir subjetivo del poderoso del momento. Resulta imposible por ello llegar a saber la historia verdadera; y es ¨¦sa una cuesti¨®n negativa y triste, puesto que para salvar a su circunstancia una naci¨®n, y para salvarse ella, le es obligado conocer suficiente y profundamente su propia circunstancia.
De todo lo anterior puede desprenderse el que la naci¨®n 'te¨®rica', y las naciones en particular en su mayor¨ªa, no sepan con el rigor necesario lo que en realidad son, lo que es su yo y lo que es su circunstancia, por lo que no llegan a saber bien qu¨¦ es ese yo suyo que conforman su yo y su circunstancia. Tal vez sea eso as¨ª porque as¨ª es el hombre y as¨ª es la naci¨®n y son las naciones... y porque as¨ª se hace la historia.
Eliseo ?lvarez Arenas es almirante de la Armada y miembro de la Real Academia Espa?ola.
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