Moda cero
El ideal de los dise?adores ha sido encontrar la forma perfecta. Pero ?y si la forma perfecta fuera la ausencia de forma? En esto sucede como con la idea de Dios. No hay nada m¨¢s anticuado hoy, una vez que Dios no existe, que declararse ateo. Pero ?entonces? ?Declararse hijo de un Creador en el momento mismo en que Stephen Hawking, siendo el m¨¢s sabio de los cient¨ªficos, asegura que el mundo no lo hizo ni Dios? El responsable de todo lo que existe es la forma de las cosas o, mejor, un principio amorfo en donde ten¨ªan lugar todas las formas y del que, poco a poco, se ha deducido la identidad.
A partir de esta idea, propia de una ¨¦poca sin contabilidad, el dise?ador japon¨¦s Issey Miyake, no s¨®lo c¨¦lebre por sus ropas, sino por su flamante establecimiento de Tribeca (Manhattan) construido por Frank Gehry, ha elegido una nueva moda basada en el amorfismo. Fin de la forma acabada y victoria del Big Bang. Si el capitalismo estalla ahora corrompido de s¨ª mismo y las cuentas de las empresas s¨®lo tienen la forma que se les quiera dar, la forma no existe como ley del sistema.
A esta nueva hig fashion la ha titulado su creador A-POC. Lo que en ingl¨¦s corresponde a las iniciales de A Piece of Cloth, una pieza de tela. La A-POC sirve para todo el mundo y por todo el mundo, se atiene a cualquier talla y no importa el sexo, la raza o la edad. Es la moda democr¨¢tica por excelencia, pero llevada a una exacerbaci¨®n que conduce el sistema de nuevo a su grado cero. La A-POC es el principio de la ¨¦poca o menos que eso: el presagio de una ¨¦poca al modo en que los astr¨®nomos indujeron a posteriori la explosi¨®n del cosmos. En esta moda planetaria hay colores, pero no hay configuraci¨®n. El vestido consiste en una producci¨®n tubular de tejido de punto que fabrica una m¨¢quina como una secreci¨®n sin fin. Para adaptar el tubo el¨¢stico a cada individuo basta con cortar aqu¨ª y all¨¢, hacer un pliegue, dar dos puntos. Un fragmento para las mangas, otro para la falda o la chaqueta, otro m¨¢s estrecho para los calcetines, las medias o los guantes.
La gran idea de Issey Miyake es que su idea no posee ideas. Todo es una continuidad conceptual que se agota en su prolongaci¨®n. Miyake ha trabajado como core¨®grafo, ha militado en la alta costura con Givenchy o Laroche, posee los premios Bunka Korosha y el Ashai de su pa¨ªs, y es tan popular haciendo ropa como para formar parte de la Chambre Syndicale du Pr¨ºt-¨¤-Porter de Par¨ªs. Encima ha cumplido ya los 63 a?os. ?Ha perdido por tanto la cabeza?
Lo que Miyake trata de conseguir, seg¨²n sus palabras, es 'hacer a la gente feliz'. ?Hacerlos felices enfund¨¢ndolos en una manguera? Supuestamente no. Pero s¨ª liber¨¢ndolos de la patolog¨ªa de la distinci¨®n porque uno de los mayores padecimientos de nuestro tiempo es la monoman¨ªa de ser 'yo'. En eso el capitalismo ha sabido responder a la demanda ideol¨®gica que se le hac¨ªa a finales de los sesenta. No queremos ser ganado, no queremos ser tratados como mercanc¨ªas, no queremos trabajar como eslabones de una cadena, se dec¨ªa, y frente a eso el capitalismo ha respondido con la 'personalizaci¨®n'. Frente al taylorismo que trataba a las personas como m¨¢quinas, el toyotismo que hace coches imbuyendo a los obreros la convicci¨®n de que los han inventado ellos. Ahora todo el mundo se cree artista. Ahora el obrero es o un 'operador', seg¨²n dicen los libros de empresa, o un 'actor', como proclama la literatura en la econom¨ªa de la experiencia. Cada cual ha encontrado gracias a la inform¨¢tica y la rob¨®tica -siempre en manos del mismo capital, naturalmente- la respuesta a la individualizaci¨®n. ?Consecuencia? Cada cual se considera tan diferente que hasta cree que con el otro no tiene nada que ver. No hay clases sociales, no hay afiliaci¨®n sindical. El capitalismo ha ofrecido lo que se ped¨ªa y se ha salido con la suya. Pero Issaye Miyake nos ofrece lo que ya empezamos a echar de menos: la igualaci¨®n. ?Lo hace por redimirnos? No es probable. Procede como un provocador, un hombre de la moda, un empresario que aspira a vender.
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