A las barricadas por la meteorolog¨ªa
El prop¨®sito de la mayor¨ªa gubernamental vasca de reclamar m¨¢s de una treintena de competencias inscritas en su Estatuto, poniendo un plazo para su concesi¨®n, s¨®lo tiene de original precisamente esto ¨²ltimo. Cualquier lector de las memorias de Joaqu¨ªn Almunia sabe de sobra que estas competencias fueron negociadas durante su etapa como ministro de Administraci¨®n Territorial. Se trata de cuestiones de lo m¨¢s variopintas: alguna, relativa a la Seguridad Social, afecta al conjunto del sistema espa?ol. Otras tienen un aspecto de reivindicaci¨®n econ¨®mica: el Estatuto se?ala que corresponde a la comunidad aut¨®noma la pol¨ªtica cient¨ªfica y de investigaci¨®n. Ibarretxe ha recordado que el CSIC es casi exclusivamente madrile?o, y tiene raz¨®n al decirlo. Todas estas competencias, en fin, en condiciones normales tendr¨ªan que ser objeto de una negociaci¨®n t¨¦cnica, pesada, pero concluida en un buen resultado final.
Lo que convierte la reivindicaci¨®n en estridente es la exigencia de un plazo y el lenguaje ag¨®nico con que se presenta. Resulta un tanto grotesco lanzarse a las barricadas con el prop¨®sito de que las competencias del Instituto Nacional de Meteorolog¨ªa correspondan en exclusiva a la comunidad aut¨®noma. Pero, claro est¨¢, la reivindicaci¨®n de la autodeterminaci¨®n resulta todav¨ªa peor, al no ser precisada en su contenido y l¨ªmites y ser al mismo tiempo la panacea de todos los bienes para un sector de los vascos, as¨ª como el testimonio patente, para otros, de la innata perversi¨®n de los dirigentes del PNV.
Planteadas as¨ª las cosas y remiti¨¦ndose tan s¨®lo al contenido de la pretensi¨®n gubernamental vasca, se podr¨ªa pensar en un tratamiento reposado, fr¨ªo y producto del intento de llegar a una v¨ªa media entre dos extremos. En un libro reciente, P¨¦rez D¨ªaz ha se?alado hasta qu¨¦ punto en los an¨¢lisis sobre la vida p¨²blica espa?ola predomina lo exhortativo sobre lo propiamente deliberativo. En ninguna ocasi¨®n se hace tan patente esta realidad como en el Pa¨ªs Vasco. En ella lo m¨¢s frecuente es el gesto y la descarga de adrenalina.
Se comprende por la incidencia del terrorismo. Es verdad que no hay nada tan esencial como la igualdad de derechos a la hora de expresar las propias opiniones y la libertad para hacerlo sin riesgo de la propia vida. Pero, partiendo de esa base, como ha recordado Pasqual Maragall, lo verdaderamente p¨¦simo de la existencia de ETA es que impide a la sociedad vasca -e incluso a la espa?ola- avanzar en cualquier sentido prometedor.
La mejor prueba la tenemos en la que parece irremediable postura del PP en torno a la cuesti¨®n. ?Qu¨¦ lejanos est¨¢n los tiempos en los que, a la altura de 1996, pod¨ªa pensarse que, al fin, la derecha espa?ola, tradicionalmente centralista, ir¨ªa de la mano de los nacionalismos perif¨¦ricos! Convertido en martillo de herejes, Javier Arenas no s¨®lo considera inamovible el presente Estado auton¨®mico, sino que no duda en asimilar la posici¨®n del Gobierno vasco al terrorismo, lo que es una necedad. Por si fuera poco, su visi¨®n del nacionalismo catal¨¢n consiste en verlo como una especie de 'sano regionalismo' y, entonces, ofrecerle ministerios o considerarle como entregado a una deriva semejante a la vasca.
Parece no tener remedio el que en los meses pr¨®ximos en esta cuesti¨®n estaremos dominados por la gresca, las actitudes desgarradas y la confrontaci¨®n sistem¨¢tica. Por eso es precisamente ahora cuando hay que hacer un ejercicio de frialdad y recordar cosas tan elementales como que el prop¨®sito del Gobierno vasco es de dif¨ªcil realizaci¨®n y la posici¨®n oficial del PP se sit¨²a en la extrema derecha de su propia tradici¨®n. Tan s¨®lo esto debiera hacernos recordar que un tratamiento m¨¢s 'deliberativo', es decir, m¨¢s fr¨ªo y m¨¢s tendente al di¨¢logo, es posible y deseable. La prueba definitiva la encontramos en que en otros momentos - elaboraci¨®n del Estatuto y la Constituci¨®n- result¨® as¨ª exactamente.
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