Se va el caim¨¢n
Con qu¨¦ celeridad parti¨® Eduardo Zaplana de este modesto apeadero del Cap i Casal, hacia la Villa y Corte de Madrid, que es, en definitiva, donde se cuecen y modelan los m¨¢s excelsos destinos. Y en tal trance, ?qu¨¦ sentido tiene el AVE, si tira m¨¢s y m¨¢s veloz un pelo del bigote del jefe que cualquier tren de alta velocidad? Zaplana empu?¨® la cartera de trabajo como un arma cargada de pasado y casi emul¨® las ocurrencias de un Queipo de Llano: a los sindicatos habr¨¢ que darles caf¨¦, mientras el decretazo se transfigura en un paisaje social sumiso y vertical. El cronista ha escuchado y le¨ªdo, en estos d¨ªas, alabanzas y cr¨ªticas del ex presidente de la Generalitat. Y ha podido percatarse de c¨®mo incluso algunos de los severos comentaristas, se han referido, con disimulada admiraci¨®n, a la brillante carrera de Eduardo Zaplana. Hablar de carrera pol¨ªtica, adem¨¢s de chocante, es una forma de degradar la pol¨ªtica y de situarla al nivel de una iniciativa individual, lo que desvirt¨²a su car¨¢cter democr¨¢tico. El pol¨ªtico, es decir, el ciudadano a quien la sociedad elige en un momento -y que puede no elegir al siguiente- no debe si no servir a quienes le ha prestado su confianza. En la gesti¨®n no cuenta tanto la brillantez, como la eficacia en la consecuci¨®n del beneficio general o de una mayor¨ªa. Un pol¨ªtico siempre tiene car¨¢cter transitorio, interino. La brillantez y el virtuosismo son ponderables en una profesi¨®n o en un oficio que se estudia o se aprende, y que se ejerce libremente, sin necesidad de recurrir a las urnas, sino al esfuerzo personal. Habr¨¢ as¨ª un pianista virtuoso, un arquitecto brillante, un artesano laborioso, un obrero eficiente o un artista original. Pero en democracia y al hilo constitucional, un pol¨ªtico no es ni m¨¢s ni menos que aqu¨¦l que cumple la voluntad de la mayor¨ªa y respeto debidamente a la minor¨ªa.
El cronista es consciente de que algunos calificar¨¢n su discurso de antiguo. Y no le importa, muy seguro, de que quienes as¨ª proceden no hacen m¨¢s que jalear el ventajismo, el oportunismo, la desverg¨¹enza, el peloteo, y la trepa. El cronista, al margen de sus cavilaciones, contempla un panorama confuso y con mucha zancadilla de por medio: Zaplana saliente, Camps entrante y Olivas, con el papel¨®n de hacer una fina faena de mamporrero, entre lo entrante y lo saliente, bajo la estricta vigilancia, de quien no ha tenido empacho alguno en dejar colgados a cuantos le prestaron su confianza y otras prendas. Y no se trata de la articulaci¨®n de una salv¨ªfica sant¨ªsima trinidad, ni de una tricefalia, como la definen los socialistas, sino de los restos de un naufragio cantado. Se va el caim¨¢n, dej¨¢ndose y dej¨¢ndonos una autonom¨ªa endeudada, entre el timo y el mito . Se han corrompido muchas instituciones: la ¨²ltima, como flagrante ejemplo, el CVC, donde resuenan unos clarines descaradamente franquistas, que EU pretende silenciar, con argumentos de ley. S¨®lo una oposici¨®n responsable, con las ideas claras y las actuaciones impecables y transparentes, puede arreglar este desolado circo de fieras.
El Gobierno de Aznar est¨¢ en quiebra. Y Zaplana que lleg¨® a la pol¨ªtica 'para ganar dinero' se lleva, efectivamente y que se sepa, la cartera de Trabajo. No se pierdan la nueva versi¨®n del gran fulano.
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