Estado de la actualidad
Acontecimientos de ¨²ltima hora -del desaf¨ªo institucional del nacionalismo vasco a la crisis con Marruecos, pasando por el cambio de Gobierno- condicionar¨¢n el debate sobre el estado de la naci¨®n, que se inicia ma?ana. Ahora que ya es seguro que Aznar no repetir¨¢ como candidato, pero cuando todav¨ªa se desconoce qui¨¦n ser¨¢ su sucesor, el debate servir¨¢ de banco de pruebas sobre la maduraci¨®n de la alternativa que encarna Rodr¨ªguez Zapatero.
El conflicto con Marruecos y el desaf¨ªo nacionalista son temas que admiten escaso contraste entre una oposici¨®n que ha optado por el consenso en estos temas de Estado y un Gobierno que los utiliza de forma arrolladora para ocupar todo el terreno posible y no dejarle margen de maniobra al rival electoral. Tendr¨¢ tambi¨¦n un enorme inter¨¦s pol¨ªtico ver c¨®mo responde CiU a la conminaci¨®n del PP de cerrar filas con ¨¦l en este debate.
Aznar se las ha arreglado para situar casi siempre en primera p¨¢gina de la agenda pol¨ªtica asuntos ajenos al eje izquierda-derecha. La provocaci¨®n marroqu¨ª todav¨ªa permite conjugar el apoyo a la posici¨®n de Espa?a con reproches a la pol¨ªtica del Gobierno en relaci¨®n al vecino pa¨ªs, incluyendo la derivaci¨®n en materia de inmigraci¨®n. Pero no es realista pensar que temas como el del terrorismo o la deriva soberanista del nacionalismo vasco puedan sacarse de la agenda o relativizarse entre las prioridades.
Si Zapatero no hubiera tenido la iniciativa del Pacto Antiterrorista, su posici¨®n en este a?o, dominado dentro y fuera por los efectos del 11-S, habr¨ªa sido mucho peor. En situaciones de guerra o terrorismo, las opiniones p¨²blicas tienden a apoyar al Gobierno, cualquiera que sea su signo. Zapatero ha acertado al no buscar en ese tema un motivo de enfrentamiento. La fuerte sensibilizaci¨®n ciudadana ante el acoso a los concejales vascos y los desaf¨ªos soberanistas, por ejemplo, no permitir¨ªan un desmarque en ese terreno. Dejar claro ese punto puede conducir el debate a las cuestiones que suscitan distintos diagn¨®sticos y diferentes soluciones.
Por ejemplo, el deterioro de los servicios p¨²blicos, incluyendo el de la seguridad ciudadana, que s¨ª se sit¨²a en el eje izquierda-derecha; la incertidumbre general sobre la situaci¨®n econ¨®mica y las p¨¦rdidas en las bolsas, o los recortes de derechos laborales, motivo de la huelga general del 20 de junio. Si Aznar fuera supersticioso no olvidar¨ªa que fue a mitad del segundo mandato cuando Felipe Gonz¨¢lez -en su sexto a?o en La Moncloa, tras la huelga del 14-D que le hicieron los sindicatos- inici¨® su declive. La diferencia es que Aznar se va. Eso le permite actuar sin cuidarse de eventuales efectos electorales negativos, pero tambi¨¦n sin ese saludable contrapeso a la tendencia de todo gobernante con mayor¨ªa absoluta a creer que tiene siempre raz¨®n. Esa creencia jug¨® negativamente en la forma como plante¨® la reforma de las prestaciones por desempleo, que ha acabado provocando el despido improcedente del ministro de Trabajo.
La eliminaci¨®n de los ministros m¨¢s quemados o ineficaces permite a Aznar presentarse al debate con aire renovado, lo que suele gustar al p¨²blico; pero no deja de ser un reconocimiento de debilidades que parec¨ªan impensables hace pocos meses. Desde el Congreso del PP, en enero, ha habido un deterioro claro de la imagen del Gobierno, lo que ha acabado afectando a las relaciones internas, con episodios como el enfrentamiento Arenas-Cascos, ahora trasladado al interior del Consejo de Ministros, y que tanto recuerdan a los de la ¨²ltima fase del periodo socialista. Es significativo que el pretexto hayan sido las encuestas, porque han sido ellas las que han alertado a Aznar de que puede perder Madrid, lo que dar¨ªa alas a Zapatero.
De momento, sin embargo, el duelo se plantea en el terreno del debate parlamentario. ?Convertir¨¢ Zapatero en alternativa veros¨ªmil, como indican algunas encuestas, la oposici¨®n tranquila, el tono que le dio a su primera intervenci¨®n, el a?o pasado, en un debate del estado de la naci¨®n? Lo sabremos ma?ana.
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