La Documenta 11 o el triunfo del realismo
Desde hace dos o tres a?os tengo amigos y colegas que me preguntan constantemente: ?pero t¨² entiendes algo de lo que pasa hoy en d¨ªa? en alusi¨®n a la escena del arte contempor¨¢neo y a su sensaci¨®n de desconcierto, de haber perdido el rumbo. Y esto me sucede con gente de tan diversa ¨ªndole y de tanta cultura como Mart¨ªn Chirino, Tomas Llorens o Marta Gili. La respuesta es ¨¦sta: no es que ellos no entiendan de qu¨¦ va la situaci¨®n porque se hacen mayores, sino que el arte,en los ¨²ltimos tiempos, tan s¨®lo habla de s¨ª mismo o, como si se cargara de mala consciencia por no ser ya capaz de incidir en el mundo, se constituye b¨¢sicamente en denuncia social.
En la ¨²ltima Documenta (abierta en Kassel hasta el l5 de Septiembre 2002) la pintura parece no existir, como tampoco parece existir ni el sexo ni el humor. Por no haber, no hay apenas instalaciones (omnipresentes en las ¨²ltimas Documentas y Bienales) y s¨ª, en cambio, una abrumadora mayor¨ªa de proyecciones f¨ªlmicas. A pesar de una puesta en escena museogr¨¢ficamente impecable, la sensaci¨®n final es de hast¨ªo: no hay quien pueda asimilar ni tanta uniformidad estil¨ªstica ni, sobre todo, tem¨¢tica. Porque el 90% de lo que se ve concierne a lo pol¨ªticamente correcto, es decir, a temas como los de inmigraci¨®n, el racismo, los integrismos de todo tipo, la exclusi¨®n y el desplazamiento, la opresi¨®n laboral, las culturas urbanas. La obra de arte se va convirtiendo en una mera huella visual de un discurso sociol¨®gico, con productos muy similares a los documentales televisivos o a trabajos que hubieran sido realizados por un periodista un poco sensible.
La obra de arte se va convirtiendo en una mera huella visual de un discurso sociol¨®gico con documentales
Aunque la palabra emoci¨®n parece cada vez m¨¢s alejada de la Documenta, a¨²n pod¨ªan verse algunos trabajos de inter¨¦s aunque pocos, eso s¨ª, descubrimientos. Entre estos ¨²ltimos citemos a la cubana Tania Bruguera, cuya habitaci¨®n iluminada por potentes focos y ruidos de rifle constituye una impactante met¨¢fora de la situaci¨®n pol¨ªtica en su pa¨ªs. La iran¨ª Shirin Neshat, ahora muy en boga, presenta un filme en el que el atavismo masculino se contrapone a otro arquetipo de g¨¦nero, el de la mujer maga y en contacto con la naturaleza, mediante una imagen muy potente, la de una mujer encerrada en un ¨¢rbol. Podr¨ªamos poner la obra de Chantal Akerman como ejemplo de lo que distingue una obra de arte de otra que no lo es, poseyendo temas semejantes: sus dieciocho v¨ªdeos sobre los inmigrantes mexicanos que tantas veces son capturados por las patrullas de control al cruzar ilegalmente la frontera est¨¢n soberbiamente bien filmados, acompa?ados por m¨²sica cl¨¢sica y un texto declamado por su propia voz. Mona Hatoum sugiere la tensi¨®n de la vida cotidiana, y en concreto la del hogar, con un impresionante despliegue de utensilios de cocina, todos met¨¢licos, unidos entre s¨ª por cables electrificados.
La arquitectura es otro de los temas presentes en esta muestra y cabr¨ªa destacar el estudio sobre los edificios inacabados de la Habana, de Carlos Garaicoa; las huellas del terremoto de Kobe de l995 retratadas por Ryuji Miyamoto; las delirantes maquetas de magal¨®polis ut¨®picas del congol¨¦s Isek Kingelez y los rascacielos ficticios, hechos de pl¨¢stico transparente y vidrio, de la alemana Isa Genzken.
Entre las obras que demuestran lo que otrora llam¨¢bamos 'sensibilidad' est¨¢n las cer¨¢micas del mexicano Gabriel Orozco y la instalaci¨®n de un joven holand¨¦s, Mark Manders, cuyos muebles, m¨¢quinas, muros y objetos parecen surgir de un mundo on¨ªrico. Tambi¨¦n los objetos, pero kitsch (unas flores de azul polistireno) constiyuyen el centro de la obra del milan¨¦s Giuseppe Gabellone.
Hay much¨ªsima fotograf¨ªa, como disciplina en s¨ª, en esta Documenta. De entre todos los artistas destaca por su enorme calidad William Eggleston (Menfis, l939) cuyas visiones del profundo sur americano confieren un raro esplendor a lo ordinario. Dentro del ¨¢mbito conceptual, siempre presente, el japon¨¦s On Kawara constata el paso del tiempo y en esta ocasi¨®n lo hace con una performance sorprendente: dos locutores de radio encerrados en una habitaci¨®n de cristal van declamando los a?os desde 998 a. C. hasta 1001, 995 d. C. Una informaci¨®n escueta, pero mucho m¨¢s cr¨ªtica es la que da el chileno Alfredo Jaar, cuya especialidad es la de difundir informaci¨®n que pasa inadvertida: en este caso, cuenta c¨®mo un archivo de 225.000 fotograf¨ªas ha sido comprado por Bill Gates, quien invertir¨¢ m¨¢s de 400 a?os en digitalizar tan s¨®lo una parte de estas im¨¢genes, 'bloque¨¢ndolas', por as¨ª decirlo, durante cuatro siglos.
Dos cl¨¢sicos de las vanguardias de posguerra merecen ser comentados. Sus obras de car¨¢cter autobiogr¨¢fico nos recuerdan que el arte genuino convierte lo local y lo subjetivo en universal. La Ruina de la gran mesa, de Dieter Roth estetiza el deterioro y el desecho en una enorme habitaci¨®n que reconstituye su taller. Y el largu¨ªsimo filme de Jonas Mekas (V¨ª destellos de belleza, 1970-2000) es un canto, magistral, a la ciudad de Nueva York. Con tan s¨®lo su loft, su mujer, su hija, sus amigos, los paseos por la nieve, por el Central Park o por el entonces maravilloso barrio del SOHO, Mekas nos da una lecci¨®n : 'Este filme es pol¨ªtico', afirma en su inicio, confirmando de alguna manera la teor¨ªa de mayo del 68 de que lo privado y subjetivo es tambi¨¦n pol¨ªtico. Su manera de filmar, que se asemeja a la de un amateur, est¨¢ hecha de numeros¨ªsimas y r¨¢pidas secuencias y, sin embargo, ni cansa ni abruma, sino que revela, por el contrario, su s¨®lida formaci¨®n en la historia del arte. As¨ª que a¨²n quedan artistas, podr¨ªamos a?adir, y a¨²n se puede disfrutar del arte.
Victoria Combal¨ªa es cr¨ªtica de arte.
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