Reynolds y la paz en el Pais Vasco
Afirma el autor que la violencia de Irlanda y la vasca tienen ra¨ªces muy diferentes y se estructuran de diferente forma
La paz forma parte de la agenda de compromisos de los dem¨®cratas vascos porque su falta supone, en esto momentos, la m¨¢s profunda de las preocupaciones que todos compartimos. Buscarla es una obligaci¨®n, encontrarla es el ¨²nico objetivo. Por eso, no es admisible que ning¨²n dem¨®crata se niegue a admitir foros de debate que utilizan m¨¦todos y sistemas democr¨¢ticos, ni siquiera porque esos foros permitan la participaci¨®n de gentes consideradas no democr¨¢ticas. El aut¨¦ntico talante democr¨¢tico exige que las puertas del espacio de sus partidarios est¨¦n siempre abiertas para que m¨¢s personas puedan acceder a ese espacio de serenidad, de luz, de debate sano, de respeto a la pluralidad y a los derechos humanos.
Los vascos tenemos que reconstruir el edificio de nuestra dignidad en base a la convivencia.
El primer acuerdo, entre los vascos, ha de ser el cese de las muertes y de la violencia.
Sin embargo, puede darse la circunstancia de que foros abiertos y ambiciosos en sus objetivos, avancen tan despacio que nos hagan perder la esperanza. He presenciado, incluso participado, en algunos actos de la Conferencia de Paz de Elkarri, y he sacado las conclusiones sobre las que paso a reflexionar. Cuando daba sus primeros pasos, critiqu¨¦ a la organizaci¨®n Elkarri porque cre¨ª que, tras los planteamientos iniciales, hab¨ªa intereses espurios, incluso que ocultaba la pretensi¨®n de convertirse en un partido pol¨ªtico, claro est¨¢, nacionalista. Pasados los a?os, las dudas en aquel sentido han desaparecido, y la organizaci¨®n se ha empe?ado en un proceso de debate y discusi¨®n encomiable, aunque lento y de eficacia imprevista.
En el plazo de una semana particip¨¦ en una Mesa Redonda en Getxo y asist¨ª a la Conferencia que pronunci¨® Albert Reynolds, exprimer ministro de Irlanda, que fue parte muy activa y protagonista en el proceso de paz de Irlanda del Norte. Saqu¨¦ de ambas algunas conclusiones y algunas ense?anzas. La primera de ellas es que en la discusi¨®n entre todos los dem¨®cratas, nacionalistas y no nacionalistas, hay que suprimir t¨¦rminos acu?ados por una sola de las partes. La segunda es que hay que definir y dimensionar el asunto que queremos resolver estableciendo un orden de prioridades que podamos compartir todos. La tercera es que no se debe mirar el asunto y su resoluci¨®n a la sombra de otros asuntos que se hayan producido en otras partes del Mundo porque no hay asuntos id¨¦nticos y, por tanto, soluciones que han sido aplicadas en un problema no sirven para otros. La cuarta y ¨²ltima es que hay algo, previo a todas las experiencias de resoluci¨®n de conflictos, que puede y debe ser compartido: la voluntad firme de lograr la paz y la libertad como m¨¢ximo objetivo a alcanzar.
Los vascos vivimos enquistados en un problema de interpretaci¨®n complicada que dificulta su soluci¨®n. Es m¨¢s que cierto que el llamado 'conflicto pol¨ªtico vasco' carece de bases objetivas, pero la lectura de la realidad nos lleva a percibir una convulsi¨®n, no s¨®lo entre nacionalistas y no nacionalistas, sino en el propio seno de los nacionalistas y los no nacionalistas. Es necesario que ETA asesine o provoque episodios de terror para que todos los dem¨®cratas sean capaces de compartir, al menos quince minutos, en las concentraciones de protesta y dolor, pero ?ay!, han de ser en silencio, porque cuando de nuevo afloran los micr¨®fonos, los l¨ªderes pol¨ªticos retornan a sus campamentos, recuperan sus esl¨®ganes y vuelven a recluirse en sus p¨²lpitos ret¨®ricos y sus atalayas defensivas.
Es necesario ir construyendo un amplio espacio alejado de los maximalismos de quienes quieren, principalmente, sacar rentas pol¨ªticas electorales en lugar de resolver los problemas que influyen en nuestra convivencia haci¨¦ndola dif¨ªcil. Cuando intervine en la Mesa redonda, en Getxo, hubo dos mensajes impl¨ªcitos en mi intervenci¨®n: el primer acuerdo ha de ser el cese de las muertes y la violencia; adem¨¢s, el acuerdo definitivo requiere que los partidos democr¨¢ticos dejen aparcados, siquiera temporalmente, sus principios diferenciadores para subrayar ¨²nicamente los principios que todos compartimos como dem¨®cratas: la protecci¨®n y preservaci¨®n de los derechos de los vascos como ciudadanos. En estos espacios es f¨¢cil coincidir, de hecho no hay nadie que no proclame estar en ellos, pero la militancia activa en esos espacios democr¨¢ticos exige m¨¢s esfuerzos, my buena voluntad y una colaboraci¨®n firme para evitar las perversas influencias de los enemigos. Comete el mismo error el dem¨®crata nacionalista que radicaliza sus posiciones para incorporar a los mal llamados abertzales, menos radicales pero complacientes con la violencia, que el dem¨®crata no nacionalista que se empe?a en articular sus posiciones ante el nacionalismo pensando ¨²nicamente en la obtenci¨®n de r¨¦ditos electorales en el resto de Espa?a,
El objetivo, que no debe ser otro que la unidad de todos los dem¨®cratas, es dif¨ªcil de conseguir pero no es imposible. En el Congreso de su partido, el Presidente Aznar afirm¨®: 'El ¨²nico conflicto que hay en el Pa¨ªs Vasco es la violencia de ETA'. Coincidiendo con ¨¦l en el tiempo, Batasuna hizo p¨²blico un Documento de paz, aberrante y confuso, que contiene barbaridades como esta: 'Nuestro Pueblo lleva aproximadamente 200 a?os sin conocer un escenario de paz estable y muestras de ello son: las consecuencias represivas de la Revoluci¨®n Francesa, las matxinadas, las sucesivas guerras carlistas, las dos guerras mundiales, el alzamiento fascista de 1936, las luchas obreras y populares contra la dictadura franquista y la realidad del conflicto pol¨ªtico en la actualidad...Esta realidad es la que le da car¨¢cter hist¨®rico, pol¨ªtico y tr¨¢gico al conflicto en que vivimos'. De la simpleza de Aznar al enrevesamiento del Documento de Batasuna media una distancia insalvable. (Pero que nadie interprete esta reflexi¨®n como un igualitario reparto de responsabilidades ante la dif¨ªcil situaci¨®n en que vivimos: el PP es un partido democr¨¢tico que condena el terrorismo y vive amenazado mientras Batasuna no lo es, no condena el terrorismo y vive amenazando).
?Cabe acercar estas posiciones? S¨®lo un necio podr¨ªa responder afirmativamente. Por tanto, la respuesta ha de estructurarse en el espacio intermedio e ir integrando en ella a quienes, interesadamente, se han situado extramuros del problema. Reynolds fue muy preciso en sus dos b¨¢sicas aportaciones: necesidad de una tregua o alto el fuego y abandono de los maximalismos. Da la impresi¨®n de que no era necesario que viniera desde tan lejos para proponer algo tan sencillo, pero creo que el clima de desconfianza que reina en las relaciones pol¨ªticas en Euskadi, precisa a veces que aparezca un hombre normal y corriente llegado de cualquier lado, al que escuchemos con m¨¢s respeto que el que nos tenemos a nosotros mismos, y nos diga lo obvio. As¨ª se lo expres¨® al lehendakari: 'En realidad, estoy aqu¨ª para decir que lo que hay que hacer es comunicar, eliminar la desconfianza y aumentar la confianza. Siempre hay que tener en cuenta que todos tenemos diferentes puntos de vista y que, por lo tanto, hay que encajarlos'. ?Cu¨¢ntas veces hemos escuchado esto mismo!. Cualquier paisano ha dicho esto mismo en la taberna de la esquina y ha sido recriminado o, tal vez, asentido por los dem¨¢s.
Pero Reynolds no pronunci¨® el t¨¦rmino '¨¢mbito de decisi¨®n'. Es m¨¢s, concedi¨® a 'su amigo' John Major, ex primer ministro de Gran Breta?a, el gran valor del acuerdo de Downing Street, un acuerdo que comenz¨® con una llamada de tel¨¦fono entre Dubl¨ªn y Londres. Tampoco habl¨® de 'autodeterminaci¨®n', todo lo m¨¢s pronunci¨® t¨¦rminos como consulta o referendums, pero no aludi¨® al tan tra¨ªdo y llevado en nuestros lares 'derecho de autodeterminaci¨®n'. En mi opini¨®n, se trata de dos t¨¦rminos enrarecen las relaciones, -que son imprescindibles en ese espacio intermedio-, en pos de abordar la elaboraci¨®n de un diagn¨®stico com¨²n que permita definir las terapias. La indefinici¨®n y la ambig¨¹edad han sido determinantes en la fragua y sedimentaci¨®n del problema vasco.
Porque, ?qu¨¦ es el '¨¢mbito vasco de decisi¨®n'?. ?Es un espacio geogr¨¢fico?, ?es un espacio social, pol¨ªtico o econ¨®mico?. En ninguna de sus variantes, salvo la meramente geogr¨¢fica, el ¨¢mbito vasco puede circunscribirse o concretarse. Los vascos no somos un n¨²mero, un mero factor cuantitativo del problema. Lo vascos somos ciudadanos con las caracter¨ªsticas indelebles de tal; con v¨ªnculos de relaci¨®n hist¨®ricos y culturales que no siempre son id¨¦nticos, ni siquiera homog¨¦neos; con v¨ªnculos de arraigo bien diferentes teniendo en cuenta la importante influencia de la inmigraci¨®n; con v¨ªnculos sociales y econ¨®micos muy diversos teniendo en cuenta la emigraci¨®n; con v¨ªnculos pol¨ªticos muy firmes en base a su relaci¨®n y pertenencia a un Estado, Espa?a, con el que ha mantenido siempre lazos de comunicaci¨®n y gobierno concertados en base a estatutos, fueros y conciertos peculiares. No cabe establecer, por tanto, un t¨¦rmino que debiera ser preciso, sin definirlo previamente. ?C¨®mo hablar de '¨¢mbito' si a¨²n no nos hemos puesto de acuerdo en el nombre: Comunidad Aut¨®noma Vasca, Pa¨ªs Vasco, Euzkadi, Euskadi, Euskalherria, Euskal Herr¨ªa...?
Intimamente relacionado con este concepto, la 'autodeterminaci¨®n' forma parte del previo desacuerdo porque el objetivo que persigue forma parte del mundo de los misterios. Si autodeterminaci¨®n es sin¨®nimo de independencia, pierde todo su sentido considerarla como una soluci¨®n al problema vasco. El Documento de Batasuna recoge una serie de puntos encadenados: 'construir la paz es hablar de derechos', 'hay que diferenciar la paz de los proyectos pol¨ªticos', 'construir la paz es hablar del derecho de autodeterminaci¨®n', 'construir la paz es restar la pluralidad' y 'hablar de autodeterminaci¨®n es hablar de una derecho humano'. De esto modo interrelaciona aspectos muy diferentes de la acci¨®n pol¨ªtica: paz, derechos, proyectos pol¨ªticos, pluralidad, autodeterminaci¨®n y derecho humano. En este batiburrillo no debe entrar el nacionalismo democr¨¢tico porque sin paz no hay derecho que se sostenga. Ning¨²n proyecto pol¨ªtico debe admitir que la paz est¨¦ en riesgo. La pluralidad comporta una serie de exigencias que influyen decisivamente en la interpretaci¨®n del derecho de autodeterminaci¨®n como derecho humano.
Hablar y porfiar ante estos conceptos cuando el pueblo vasco disfruta de un marco de soberan¨ªa tan amplio como el que nos provee el actual Estatuto de Autonom¨ªa, es un abuso del nacionalismo. Es en nombre de estos conceptos en el que los asesinos de ETA matan y extorsionan. En su nombre algunos j¨®venes proviolentos convierten en cenizas el mobiliario urbano. En su nombre hay organizaciones juveniles vascas que se atreven a difundir v¨ªa Internet mensajes como este: 'La juventud vasca est¨¢ en el punto de mira de los Estados espa?ol y franc¨¦s. La continua actitud insumisa respecto al poder establecido es la raz¨®n por la que somos constantemente golpeados...'. Y todos los vascos somos conscientes de que el nacionalismo democr¨¢tico nada tiene que ver con esas coartadas. Por tanto, el nacionalismo no est¨¢ renunciando a sus principios s¨®lo porque deje aparcados algunos de sus objetivos para combatir a quienes desean suplantarles mediante m¨¦todos violentos.
Cuando Reynolds afirmaba que sin alto el fuego no puede empezar el proceso de paz, fue categ¨®rico. Me gustar¨ªa saber si conoce cuales son las reivindicaciones planteadas por el nacionalismo radical y me gustar¨ªa saber si es consciente de que la violencia de Irlanda y la vasca tienen ra¨ªces muy diferentes y se estructuran de diferente forma. Forma parte del misterio que, inevitablemente, rodea a este tipo de asuntos. Lo cierto es que la paz tiene que formar parte de nuestra serie de urgencias, que somos much¨ªsimos m¨¢s los vascos que abogamos por la paz que los que no lo hacen, que no hay victoria ni asalto al poder que merezcan la pena si se producen a costa de sangre y libertad. Los vascos tenemos que reconstruir el edificio de nuestra dignidad. Nuestra honestidad ser¨¢ tanto m¨¢s cre¨ªble cuanto seamos capaces de desprendernos de buena parte de nuestros principios supeditando nuestra supremac¨ªa a la consecuci¨®n de ese bien superior que es la paz que garantice una convivencia en libertad.
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