La vihuela alarga su memoria
Los instrumentos musicales nacen, algunos logran reproducirse y la inmensa mayor¨ªa mueren. As¨ª lo sentencia la historia, que ense?a c¨®mo la lucha por la supervivencia se ha dejado tambi¨¦n sentir en este ¨¢mbito con el paso de los siglos: aquellos instrumentos que mejor han sabido adaptar su fisonom¨ªa a las nuevas exigencias de los compositores, a las mayores dimensiones de los espacios f¨ªsicos en los que hab¨ªan de sonar, o que han logrado resistir indemnes los envites de modas, caprichos o estilos son los que seguimos oyendo con asiduidad y los que contin¨²an formando parte de nuestro paisaje sonoro habitual. El resto acabaron siendo devorados por un tiempo que se mostr¨® inclemente con su fragilidad.
Los cuatro ¨²ltimos siglos fueron especialmente voraces con la vihuela, un instrumento semejante a la guitarra provisto de seis ¨®rdenes (parejas de cuerdas afinadas al un¨ªsono) que se pulsaban con la mano (en contraposici¨®n a la frotaci¨®n caracter¨ªstica de la vihuela de arco) y que goz¨® de un esplendor inusitado en Espa?a en el siglo XVI. Resulta dif¨ªcil entender c¨®mo, a pesar de su presencia documentada en numerosos inventarios de la ¨¦poca y de la indudable difusi¨®n de su m¨²sica, han llegado hasta nosotros s¨®lo un par de instrumentos, ambos conservados en Par¨ªs, en el Museo Jacquemart-Andr¨¦ (la conocida como vihuela de Guadalupe, por su inscripci¨®n grabada en el canto derecho de la cabeza) y en el Museo de Instrumentos de la Cit¨¦ de la Musique.
Tambi¨¦n brotan los inte
rrogantes cuando nos ocupamos de la m¨²sica que naci¨® pensada espec¨ªficamente para la vihuela. Hasta siete libros se imprimieron en el lapso de unas pocas d¨¦cadas. Abri¨® el fuego El maestro, de Luis de Mil¨¢n, que vio la luz en Valencia en 1535, pero los a?os de gloria, al menos desde el punto de vista editorial, habr¨ªan de concluir muy pronto, en 1576, cuando una imprenta vallisoletana dio a conocer El Parnaso, de Esteban Daza. Entre medias, las colecciones de Luis de Narv¨¢ez, Alonso Mudarra, Enr¨ªquez de Valderr¨¢bano, Diego Pisador y Miguel de Fuenllana, nombres todos insoslayables de nuestra historia musical y art¨ªfices de muchas de las canciones y piezas instrumentales m¨¢s hermosas de la ¨¦poca, que en poco desmerecen de las misas o motetes que escrib¨ªan tambi¨¦n por entonces un grupo no menos memorable de polifonistas espa?oles.
La pregunta, sin embargo, es inevitable. Aunque el contenido de estos siete libros justifica con creces la moderna recuperaci¨®n del instrumento, ?c¨®mo se explican los largos silencios entre una y otra publicaci¨®n? Tenemos constancia, adem¨¢s, de que ya las capillas musicales de los Reyes Cat¨®licos contaban con varios vihuelistas (como Rodrigo Donaire), o de que en los aposentos de Fernando sonaba despu¨¦s de comer 'musica de biuela'. Por ello resulta dif¨ªcil creer que Mil¨¢n fuera el primero en componer realmente para vihuela de mano, o que Daza fuera el ¨²ltimo y, lo que es m¨¢s importante, cuesta entender que apenas se hayan conservado copias o fuentes manuscritas de un repertorio que sin duda circul¨® y se cultiv¨® asiduamente m¨¢s all¨¢ de los c¨ªrculos nobles o cortesanos. 'Estas cifras han sido transuntadas mucho', escribi¨® Juan Bermudo en su Declaraci¨®n de instrumentos para explicar los errores de unas tablaturas copiadas una y otra vez. Por eso, cuando en 1975 Juan Jos¨¦ Rey descubri¨® en la Biblioteca Nacional de Madrid una colecci¨®n (Ramillete de Flores) de 10 piezas manuscritas copiadas a finales del siglo XVI entre diversos poemas, quedaba corroborada la hip¨®tesis m¨¢s plausible, que invita a pensar que, como ha escrito Antonio Corona-Alcalde, los siete libros conocidos deben de representar ¨²nicamente la punta del iceberg. Otro pu?ado de piezas conservadas en un segundo manuscrito del Archivo de Simancas, identificadas algunos a?os despu¨¦s, apuntaban exactamente en la misma direcci¨®n. Y lo que parece un simple borrador de una composici¨®n an¨®nima copiada en la guarda de un ejemplar del Epistolarum familiarum de Lucio Marineo Siculo conservado en la British Library de Londres no es m¨¢s que el ¨²ltimo eslab¨®n de lo que ojal¨¢ acabase por ser una larga lista.
Rey y Corona-Alcalde est¨¢n
precisamente en Gij¨®n este fin de semana junto a muchos otros music¨®logos, int¨¦rpretes y violeros. Entre estos ¨²ltimos merece especial menci¨®n Carlos Gonz¨¢lez, organizador tanto de la Semana de M¨²sica Antigua como de este coloquio internacional y un veterano en la reivindicaci¨®n de los derechos de la vihuela. En las diversas sesiones est¨¢ previsto analizar las peculiaridades de los instrumentos conservados, hablar de constructores, de fuentes manuscritas relacionadas con la vihuela, de su presencia en Latinoam¨¦rica, de sus hom¨®logos en Italia y Portugal, de r¨¦plicas modernas y, por supuesto, se dejar¨¢ tambi¨¦n que el propio instrumento exponga sus credenciales y se exprese en manos de especialistas como Jos¨¦ Miguel Moreno, Jes¨²s S¨¢nchez, Jes¨²s Alonso o Ariel Abramovich, este ¨²ltimo con la particularidad de que ta?er¨¢ un instrumento encordado enteramente con cuerdas de tripa, tal y como se hac¨ªa en el siglo XVI.
El coloquio anuncia la presentaci¨®n de un CD-Rom que contendr¨¢ la totalidad de los facs¨ªmiles de la m¨²sica conocida para vihuela, con el aliciente a?adido de que aparecer¨¢ en el rojo original lo que Valderr¨¢bano llama 'la voz colorada', las cifras que representaban la notaci¨®n de la parte vocal en las canciones con acompa?amiento de vihuela. Tambi¨¦n est¨¢ previsto, por ¨²ltimo, que de este encuentro surja el germen de la Sociedad Espa?ola de Vihuela, cuyo cometido fundamental ser¨¢ sin duda aclarar las muchas inc¨®gnitas que a¨²n rodean al instrumento y velar por mantener viva la presencia de un instrumento de vida fugaz pero larga memoria.
La huella literaria
LOS ESCRITORES no pod¨ªan permanecer indiferentes a la fascinaci¨®n que ejerci¨® en su tiempo la vihuela. El sevillano Juan de Arguijo le dedic¨® una larga silva donde se vincula a personajes mitol¨®gicos como Ari¨®n, Anfi¨®n u Orfeo, que aparece tambi¨¦n representado ta?¨¦ndola en El Maestro, de Mil¨¢n: 'En vano os apercibo, dulce instrumento m¨ªo, si templar mi dolor con vos pretendo...'. En la segunda parte de Don Quijote, en el episodio del Caballero del Bosque, Cervantes pone en boca de su hidalgo: 'Pero escucha, que a lo que parece templando est¨¢ un la¨²d o vig¨¹ela, y, seg¨²n escupe y se desembaraza el pecho, debe de prepararse para cantar algo'. La¨²d y vihuela conviv¨ªan con naturalidad como instrumentos solistas y acompa?antes, y es s¨®lo la oscuridad de la noche la que no le permite a Don Quijote discernir de cu¨¢l de los dos se trata. En una pirueta cronol¨®gica, Alejo Carpentier se refiere tambi¨¦n a la vihuela en su Concierto barroco: 'El f¨¢mulo, para ponerse a tono con el ambiente, tomando su vihuela de Paracho, se dio a cantar las ma?anitas del Rey David antes de pasar a las canciones del d¨ªa, que hablaban de hermosas ingratas, quejas por abandonos, la mujer que quer¨ªa yo tanto y se fue para nunca volver...'. Como nos ense?a su repertorio, la vihuela tambi¨¦n supo mucho en su d¨ªa de desamores.
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