Virtuosismo sobre el vac¨ªo
Marcel.l¨ª Ant¨²nez se ha instalado c¨®modamente en una manera de concebir la escena que, en el fondo, tiene muy poco de teatral. En realidad, no necesita al p¨²blico para contarle una historia, sino para mostrarle ese juguete gigantesco en que ha convertido todo el aparato esc¨¦nico ahora poblado de robots que el propio Ant¨²nez acciona desde su exoesqueleto, que es esa especie de armadura de cables y sensores que prolongan el cuerpo del performer. De hecho, Pol se lo puede valorar desde dos puntos de vista radicalmente distintos y, seg¨²n desde donde se lo mire uno, obtendr¨¢ valoraciones francamente diferentes.
Si a Pol se lo juzga por el despliegue de imaginaci¨®n al dise?ar los mu?ecos que pueblan el escenario o al concebir todas las secuencias filmadas que hacen del escenario una especie de r¨¦plica de una pantalla de ordenador en la que tanto el p¨²blico como el propio actor acaban integr¨¢ndose, entonces el espect¨¢culo no merece otra cosa que elogios. En este sentido, no hay duda de que Pol funciona estupendamente como una instalaci¨®n pl¨¢stica y lo ideal ser¨ªa que fuesen los propios espectadores los que se ocuparan de manipular, ellos solos, todo lo que hay en escena.
Pol
De Marcel.l¨ªAnt¨²nez. Direcci¨®n, coordinaci¨®n y gui¨®n: Marcerl.l¨ª Ant¨²nez. Int¨¦rpretes: Piero Steiner y Marcel.l¨ª Ant¨²nez. Actriz virtual: Silvia Garc¨ªa. Robots: Roland Olbeter. M¨²sica: Alain Wergifosse. Mercat de les Flors, Barcelona, 18 de julio.
Si a Pol se lo juzga, en cambio, por lo que cuenta, entonces la cosa cambia. Y no porque Pol sea un cuento infantil. Tambi¨¦n eran para ni?os los cuentos que recogieron los hermanos Grimm, y a ¨¦stos, aunque narrados por abuelitas, no les faltaba precisamente simbolismo, ni sadismo. Frente a las salvajadas de aquellos viejos cuentos, las transgresiones de Ant¨²nez pierden de inmediato su carga de profundidad. De hecho, Pol acaba siendo un ejercicio de virtuosismo formal sobre la nada.
Es una verdadera l¨¢stima que, partiendo de unas ideas esc¨¦nicas de una brillantez incuestionable, Ant¨²nez acabe menospreciando el trabajo tanto de dramaturgia como de direcci¨®n esc¨¦nica. La narraci¨®n no est¨¢ trabada y el cuento del conejo enamorado de la hija del rey ciervo (para no complicar innecesariamente el argumento con nombres raros de seres fabulosos) va a saltos y a golpe de genialidad visual. Con los mismos elementos y un poco de coherencia narrativa, Pol mejorar¨ªa a ojos vista.
Tambi¨¦n sorprende que un hombre como Ant¨²nez, con m¨¢s de dos d¨¦cadas dedicadas a formas m¨¢s o menos vanguardistas del teatro, le d¨¦ tan poca importancia al trabajo actoral. Su propia presencia esc¨¦nica es de una fragilidad asombrosa. Ni como performer, ni como oficiante, ni como payaso logra resultar en ning¨²n momento convincente. En este caso, adem¨¢s, la cosa se agrava por la presencia de un segundo performer, el actor c¨®mico Piero Steiner, que encarna al conejo protagonista. A Pol le falta imaginaci¨®n literaria y teatral para hacer que el estupendo invento esc¨¦nico sea la maravilla que podr¨ªa ser.
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