No hay mot¨ªn

Un mot¨ªn de presas: de los de verdad, donde la polic¨ªa tira a matar y matar. Junto a las presas, una guardiana como reh¨¦n, y tres trabajadores de la televisi¨®n, que fueron a filmar la vida en la c¨¢rcel. Pero no es un verdadero mot¨ªn: ha sido preparado desde la direcci¨®n para matar a unas presas. O eso entend¨ª yo del incesante parloteo de la mujeres en escena donde se mezcla la cr¨ªtica a los programas de televisi¨®n, a la publicidad y sus estilos, a una cierta idea del feminismo; m¨¢s algunas pinceladas de las reclusas que comparten la escena. Una obra precedida y terminada por unos compases de pasodoble -Espa?a ca?¨ª, si no me equivoco- como para dar a entender que es algo peculiar de Espa?a, con lo que se har¨ªa as¨ª una cr¨ªtica global de este pa¨ªs que tiene tambi¨¦n dramaturgos como Alberto Miralles. La tragedia profunda que se plantea no se desarrolla como se pod¨ªa esperar, sino que se mezcla con chistes, efectos de susto, un trabajo c¨®mico de la primera actriz Gemma Cuervo y alg¨²n discurso social de Yolanda Farr. Una construcci¨®n pobre con un idioma t¨®pico. No me es posible hablar de la reacci¨®n del p¨²blico porque en la tarde del s¨¢bado hab¨ªa unas veinticinco personas que hicieron levantar el tel¨®n un par de veces en honor del autor, los actores y el director.