La muerte religiosa
Todas las religiones son l¨²gubres, a veces con un disfraz trist¨ªsimo de alegr¨ªa. Todos los tribunales son l¨²gubres, revestidos de justicia. ?sa es la peor palabra: confiar en la justicia humana o divina es esperar el dolor. El Constitucional absuelve a los padres que, por su religi¨®n, negaron la transfusi¨®n de sangre a su hijo de 14 a?os, y ¨¦l mismo, mesmerizado por esa religi¨®n (Testigos de Jehov¨¢), se neg¨® a esa impureza: muri¨®. Yo tampoco los condenar¨ªa: estaban alienados. Podr¨¢n ir a un manicomio. Cuando oigo -ayer- a Zapatero prometer que gobernar¨¢ un Estado 'm¨¢s laico', me parece tambi¨¦n l¨²gubre: se es laico o no, pero no s¨®lo m¨¢s o menos. Las religiones son unas creencias que deben ser libres, excepto cuando hacen un da?o f¨ªsico o metaf¨ªsico. La inducci¨®n a un muchacho para que se deje morir antes que recibir sangre de otro es un delito metaf¨ªsico que se convierte en codificado si produce la muerte.
La ablaci¨®n del cl¨ªtoris de las mujeres es un delito f¨ªsico que obedece a unas leyes religiosas, no expresas, porque se las priva del placer sexual que podr¨ªa llevarlas a adulterios sin fin: parece que por esa raz¨®n, cuando, a pesar de todo, llegan al adulterio, hay que apedrearlas hasta la muerte. Aqu¨ª los tribunales condenan la ablaci¨®n: no s¨¦ si alg¨²n caso llegar¨¢ al Supremo y si en ese caso su respeto a las religiones absolver¨¢ a los mutiladores. Hay padres musulmanes que hacen la circuncisi¨®n a sus hijos con los dientes (se suele encomendar a mujeres esa tarea): uno, en Espa?a, se ha llevado parte del glande del ni?o. La religi¨®n cat¨®lica proh¨ªbe el uso de los contraceptivos; los embarazos no deseados en ni?as salen de ah¨ª, y los abortos que a¨²n son clandestinos, y la transmisi¨®n de enfermedades ven¨¦reas cuyas v¨ªctimas estamos contando ahora por decenas de millones.
Cierto que propone otra soluci¨®n, que es la castidad de una manera absoluta -un poco de castidad no resuelve-, pero ya sabemos que es imposible, y que hasta sus mejores predicadores caen en la lujuria, a veces en la m¨¢s despreciada por la sociedad -la pederastia-, a veces en los centros de misi¨®n en tierras de infieles. Hubo papas lujuriosos y din¨¢sticos.
Un Estado laico, y Zapatero lo sabe, pero no lo dice, es el que no abraza ninguna religi¨®n: pero tambi¨¦n aquel en que sus jueces, profesores, periodistas, guardias, ciudadanos normales, impiden, cuando lo saben, que se practique el lado l¨²gubre de la religi¨®n. Imaginemos por un momento que las ad¨²lteras fueran asesinadas en Espa?a -algunas todav¨ªa lo son-; y naturalmente, los hombres tambi¨¦n. Esto ser¨ªa un desierto.
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