A¨²n la esclavitud
La esclavitud es de todo tiempo y de todo lugar y no caracter¨ªstica de un sistema socioecon¨®mico determinado. Afirmaci¨®n v¨¢lida en t¨¦rminos generales. A partir de ah¨ª, las matizaciones de todo tipo son muchas y relativamente esclarecedoras. Relativamente, pues lo esencial es que el ser humano ha sido y es perfectamente capaz de adue?arse sin remilgos de seres humanos. Y conste que Rousseau dijo que el hombre nace libre (sin referirse espec¨ªficamente a la esclavitud) y que por doquier est¨¢ encadenado; pero que el ser humano es bueno, naturalmente bueno, eso no lo cre¨ªa Rousseau. Si la sociedad pervierte a este especimen a partir de un estadio de desarrollo social, pecadores de nacimiento somos, puesto que el grupo es un agregado de seres humanos, sin mezcla de endriagos y vestiglos.
Sin esclavitud en Atenas y en Roma, hoy no habr¨ªa civilizaci¨®n occidental tal y como la conocemos; pero la esclavitud no fue un fen¨®meno transitorio, sino parte permanente de nuestra herencia. En realidad, un esclavo ateniense sol¨ªa estar mejor tratado que su sucesor de nuestros d¨ªas. El famoso episodio de las minas de Lauri¨®n es tan famoso por no ser caracter¨ªstico, pues otra explotaci¨®n con miles de obreros, esclavos o no, no la conoci¨® Atenas. (Por cierto que si la propiedad de estas minas hubiera sido plenamente p¨²blica, sin gesti¨®n otorgada a concesionarios, el Estado no habr¨ªa permitido condiciones tan brutales de trabajo, siquiera porque la mercanc¨ªa humana ten¨ªa un precio econ¨®mico. Corr¨ªjanme historiadores, si yerro). En la ciudad de Atenas el esclavo estaba razonablemente integrado en la familia del amo, cuidaba de los hijos y a menudo era su maestro. Gozaba de cierta protecci¨®n jur¨ªdica. Con todo, el principio de la esclavitud no fue puesto en tela de juicio por los grandes fil¨®sofos ni por las escuelas filos¨®ficas, ni por los m¨¢s ilustres pol¨ªticos de la democracia. M¨¢s tarde, el cristianismo la dulcificar¨ªa, pero sin abolirla. Con una actitud m¨¢s beligerante por parte de la Iglesia, Europa no se habr¨ªa pasado casi todo el siglo XIX suspendiendo y restaurando la esclavitud en sus colonias y, en algunos casos, en su mismo seno. Ni dividida entre los simplemente antiesclavistas y los que propugnaban una manumisi¨®n total y sin condiciones: los abolicionistas. Pero, ?qu¨¦ ocurre hoy? Hoy ocurre que la esclavitud est¨¢ oficialmente abolida en todas partes, pero a la vez, m¨¢s extendida que nunca y en multitud de formas. Millones de casos de explotaci¨®n laboral s¨®lo son comparables, en crueldad, a los de las citadas minas de Lauri¨®n de la Grecia antigua. Siendo ilegal la posesi¨®n de una persona por otra u otras, no ha desaparecido, sin embargo, el control. La diferencia mayor es que entonces al esclavo se le llamaba esclavo y ahora, no. De hecho, sin embargo, el destino que le espera a la v¨ªctima en nuestros d¨ªas es a menudo peor que el de sus predecesores del siglo XIX. Tan est¨²pida, codiciosa y cruel es la humanidad, que el individuo sensibilizado tropieza con el dilema de si comprar o no comprar esa camisa o esa alfombra importada del Tercer Mundo, pues le asalta la duda de si habr¨¢ sido hecha por manos esclavas. Esos pa¨ªses claman contra la globalizaci¨®n que les impide dar salida a sus productos y uno no sabe si adquirir los que llegan, pues si hacerlo es complicidad con la esclavitud, no hacerlo puede ser complicidad con la muerte. Mal si ando, mal si no ando.
Decimos que hoy, en Occidente, los ni?os y mujeres ya no mueren de desnutrici¨®n, enfermedad y cansancio, en minas y factor¨ªas, como s¨ª ocurr¨ªa hasta bien entrada la revoluci¨®n industrial. No debemos olvidar, sin embargo, que si unas veces la sociedad va por delante de las leyes, otras son las leyes las que van por delante de la sociedad. Esto nos remitir¨ªa al estudio de una asignatura tan compleja como es el cambio social. El hecho es que el coraz¨®n del negrero late abundantemente entre nosotros. No s¨¦ c¨®mo habr¨¢ quedado el caso de la ?se?ora? Cher, actriz a quien el lector habr¨¢ visto a poco que vaya al cine. Al parecer se hizo construir una mansi¨®n con mano de obra ilegal y por lo tanto, m¨¢s que susceptible de esclavitud. Ella neg¨® la acusaci¨®n tal vez porque quien calla otorga. Pero es un caso entre miles comprobados. Por ejemplo, el de muchos diplom¨¢ticos, un cuerpo cuyos privilegios parecen desorbitados. Seg¨²n inform¨® EL PA?S, 'Miles de empleadas dom¨¦sticas de diplom¨¢ticos destinados en Estados Unidos viven en condiciones de servidumbre feudal, seg¨²n denunci¨®... la organizaci¨®n Human Rights Watch'. Un diplom¨¢tico tiene derecho a importar a su servidumbre, pero los visados correspondientes pierden su validez si cesa la relaci¨®n laboral con el se?or. Pues ancha es Castilla. 'Estas personas', denunci¨® Human Rights, 'llegan a Estados Unidos para escapar de la pobreza, pero pronto se convierten en trabajadores discriminados y cautivos de algunos de los patronos m¨¢s poderosos del mundo'. Un ejemplo: Juana Condiori, boliviana, trabaj¨® para un diplom¨¢tico que le retuvo el pasaporte, la hizo trabajar todos los d¨ªas de la semana, no le permiti¨® pisar la calle, y encima consinti¨® que fuera violada por un amigo del jefe. Todo por unas cuarenta mil pesetas mensuales, una pitanza; peanuts (cacahuetes, como dicen los norteamericanos). El New York Times denunci¨® ¨¦ste y otros casos y el Departamento de Estado se hizo eco, no s¨¦ si con ¨¦xito. Pero en la misma Europa, en Espa?a, aqu¨ª en Valencia, miles de mujeres, prostituidas a la fuerza, viven en cautiverio y con pocas posibilidades de escape, que todo est¨¢ atado y bien atado. Todav¨ªa tenemos ni?os laboralmente explotados, aunque su situaci¨®n no sea tan sombr¨ªa como la de tantos chiquillos africanos. En el continente a nuestro sur un ni?o/a esclavo se adquiere hoy por un precio diez, veinte veces menor que hace 150 a?os. No es extra?o que tras el tr¨¢fico de armas y de drogas la esclavitud sea el negocio m¨¢s lucrativo que existe.
S¨®lo hemos progresado en conciencia del mal. Un puente hacia un futuro indeciso en el que la conciencia se traduzca en actos de justicia. Cu¨¢n largas las transiciones hist¨®ricas, cu¨¢n rudos sus eslabones. Hoy el esclavo es persona, pero no nos duele bastante su estado. Para Arist¨®teles eran 'propiedad animada'. M¨¢s despectivo pero menos perverso. El progreso, a veces, pasa por la crueldad.
M¨¢s conciencia moral, pero acaso mayor trecho del dicho al hecho.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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