Los oropeles y el oro
Cuando Rafael Alberti (1902- 1999) regres¨® a Espa?a tras su largu¨ªsimo exilio, transformado en un rapsoda que se multiplicaba en recitales po¨¦ticos por teatros y casas de cultura, muchos lo vieron como un ap¨¦ndice de su leyenda o como un superviviente condenado a una canonizaci¨®n folcl¨®rica. Benjam¨ªn Prado (Madrid, 1961), que fue su ayudante y amigo, recrea los doce a?os que pas¨® al lado de Alberti hasta que ¨¦ste cort¨® el hilo de su vida anterior, casado ya con Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo y convertido, de grado o por fuerza, en una marca registrada.
Seg¨²n aparece aqu¨ª, el Alberti anterior a 1990 era un ser vitalista y generoso, entusiasta, un punto vanidoso y fiel a sus compromisos (mantuvo su candidatura al Congreso por el Partido Comunista en detrimento acaso de sus probabilidades de obtener, al alim¨®n con Aleixandre, el Nobel que fue a parar en exclusiva a ¨¦ste). En cambio, hacia el final asoma un hombre 'lleno de muros y espinas' y 'cercado por las envidias, la histeria y el veneno' (p¨¢gina 17). Debido a su precariedad f¨ªsica, el poeta hubo de sucumbir a su nuevo entorno. ?ste fue el que lo empuj¨® a destruir la Fundaci¨®n en la que tantas ilusiones hab¨ªa puesto, a borrar de La arboleda perdida los nombres y los signos de la amistad, y, en una cascada de sucesivos testamentos, a despojar de derechos a su hija y de reconocimiento a sus antiguos allegados.
A LA SOMBRA DEL ?NGEL (13 A?OS CON ALBERTI)
Benjam¨ªn Prado Aguilar. Madrid, 2002 256 p¨¢ginas. 15,91 euros
ECUADOR (POES?A 1986- 2001)
Benjam¨ªn Prado Hiperi¨®n. Madrid, 2002 200 p¨¢ginas. 11 euros
La inflexi¨®n se produce, se
g¨²n Prado, tras un accidente de coche ocurrido el 18 de julio de 1987, fecha que se repite a lo largo del libro como una letan¨ªa. Por eso sorprende que, en las intenciones preliminares, el autor date el accidente 'en 1985, una madrugada creo que del mes de julio'. Junto a digresiones y an¨¦cdotas triviales, conviven en estas p¨¢ginas la glorificaci¨®n del poeta y la condena de quienes, seg¨²n se afirma con un tanto de melodramatismo, echaron 'veneno en su sangre' (p¨¢gina 85) y actuaron como 'l¨²gubres sepultureros o envenenadoras' (p¨¢gina 103). En conjunto, a la amargura de las acusaciones se imponen la celebraci¨®n albertiana y el homenaje por parte de quien era s¨®lo un muchacho cuando le cupo en suerte adentrarse en la literatura de la mano -o a la sombra- del ¨¢ngel.
El mismo Benjam¨ªn Prado ha recopilado en Ecuador sus cinco libros de poes¨ªa desde
Un caso sencillo (1986)
. En sus comiezos, el escritor madrile?o no ten¨ªa f¨¢cil la modulaci¨®n de su voz, alentada tanto como amenazada por la imponente presencia de Alberti. Cort¨¢zar se lo hab¨ªa avisado: '?Vos quer¨¦s ser escritor? Aqu¨ª, al lado del genio no lo ser¨¢s, porque es dif¨ªcil correr hacia delante mientras mir¨¢s hacia arriba'. Pero ese influjo no es f¨¢cil de detectar en sus primeros libros, entre otras cosas porque se ha producido una reescritura total del primero, y muy intensa en El coraz¨®n azul del alumbrado y Asuntos personales (ambos de 1991); adem¨¢s de que la versatilidad est¨¦tica de Alberti no se presta a la mimetizaci¨®n. Por lo dem¨¢s, en todas las ¨¦pocas de Benjam¨ªn Prado hay testimonios coexistentes de transparencia y de empuje visionario, de contenci¨®n y de pl¨¦tora verbal. Las composiciones m¨¢s reconocibles mezclan retazos de su presente, en un nuevo confesionalismo que alcanza momentos de alto voltaje, con evocaciones de los sujetos literarios que constituyen su altar mitol¨®gico. Ciertos poemas in¨¦ditos o de su ¨²ltimo libro exento (Todos nosotros, 1998) se contraen hasta el aforismo, algunas veces con la tenuidad al¨®gica del haik¨², otras como mera glosa de una reflexi¨®n ajena, las m¨¢s como mostraci¨®n de la esquina in¨¦dita de un lugar com¨²n.
Los poemas no se suceden por orden de publicaci¨®n de los libros, sino que est¨¢n ordenados en secciones tem¨¢ticas. En unos destaca la solvencia imagin¨ªstica; en otros, la poes¨ªa es m¨¢s bien el tema que el resultado de la escritura. Algunas composiciones provocan, no obstante, el estremecimiento: me refiero sobre todo a las que delatan la devoci¨®n por unos poetas -Sylvia Plath, Javier Egea, Marina Tsviet¨¢ieva...- que caminaron desde la desesperaci¨®n hasta el suicidio, entendido ¨¦ste, a la manera de Drieu la Rochelle, como un acto de fe.
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