Controvertida inauguraci¨®n con un 'Tanh?usser' 'al dente'
Tanh?usser parec¨ªa predestinada al ¨¦xito. Dirig¨ªa Thielemann, el nuevo dios musical del universo wagneriano. Se aparcaba el vetusto montaje de Wolfgang Wagner con una producci¨®n de Philippe Arlaud, la ¨²nica nueva de esta edici¨®n del Festival de Bayreuth, estando financiada por el mecenas Alberto Vilar, que as¨ª hac¨ªa su deb¨² en Bayreuth. Ni siquiera hab¨ªa manifestantes en contra de lo que sea en las inmediaciones de la verde colina. Pero lo de 'aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria' no se cumpli¨®. Un sector de espectadores rompi¨® el consenso manifestando, al concluir la representaci¨®n, su desaprobaci¨®n de las direcciones musical y esc¨¦nica.
Hasta Wolfgang Wagner era recibido con aplausos cuando, micr¨®fono en mano, anunciaba antes de comenzar el espect¨¢culo que el tenor australiano Glenn Winslade, int¨¦rprete del personaje que da t¨ªtulo a la obra, hab¨ªa sufrido una ca¨ªda y ten¨ªa una lesi¨®n en un pie, lo que limitaba su movimiento esc¨¦nico. Fue lo de menos, pues la atenci¨®n se centraba en las cuerdas vocales, y ¨¦stas no estaban para tirar cohetes, no por falta de potencia, sino m¨¢s bien de matizaci¨®n. Un Tanh?usser que no sobrepasa lo pol¨ªticamente correcto marca una representaci¨®n. A ello hay que a?adir la insulsa Venus de Barbara Schneider-Hofstetter y el no excesivamente inspirado Wolfram de Roman Trekel. Destacaron, con mucho, el Hermann de Kwangchul Youn y la sensible Elisabeth de Ricarda Merbeth. Punto y aparte merece la espl¨¦ndida actuaci¨®n del coro, dirigido por Eberhard Friedrich, en la mejor tradici¨®n de Bayreuth.
Disidencias
Las disidencias estaban en otras partes. Sorprendente la mostrada ante Thielemann, de no ser que sea por razones extramusicales, tal vez de ¨ªndole pol¨ªtica, tal vez como rechazo a alguna de sus actitudes personales. No es que fuese la mitad de la sala la que se opuso al director alem¨¢n, pero s¨ª un grupo considerable ubicado especialmente en los pisos altos. Esto hizo que los bravos se redoblasen entre sus partidarios, arm¨¢ndose as¨ª una buena gresca. La direcci¨®n de Thielemann fue milim¨¦tricamente precisa, serena, con un gran equilibrio de din¨¢micas y tempos, transparente y hermosa de sonido.
El director franc¨¦s Philippe Arlaud ve la historia de Tanh?usser como una f¨¢bula atemporal y la cuenta a trav¨¦s del color, la luz y la geometr¨ªa. Tambi¨¦n a trav¨¦s del gesto, cuando se integra en la composici¨®n pl¨¢stica de cada escena. Las perspectivas dominan en el cuadro del Venusberg, la pradera-cueva de amapolas siempre est¨¢ definida por la utilizaci¨®n de los m¨¢s variados efectos luminot¨¦cnicos, y en el acto del torneo de canto, el color se hace escultura viva con un espect¨¢cular vestuario de Carin Bartels en rojos, grises, blancos y negros, que podr¨ªa servir de coartada a un hipot¨¦tico desfile de modas en el ciberespacio. Los elementos conceptuales quedan en segundo plano. Domina un esteticismo en ocasiones blando. Arlaud ha manifestado que es un Tanh?usser al dente y tal vez lo est¨¢, aunque en un sentido muy diferente al que piensa.
Babelia
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