Salzburgo rehabilita a Zemlinsky con su f¨¢bula 'El rey Kandaules'
Kent Nagano dirige magistralmente una ¨®pera de gran belleza
Es quiz¨¢ demasiado pronto para afirmarlo, pero la segunda ¨®pera presentada este verano en Salzburgo, El rey Kandaules, puede convertirse en la gran revelaci¨®n del festival. Por la imponente belleza de la obra, por la magistral realizaci¨®n musical de Kent Nagano, por el equilibrio y fuerza del reparto vocal, y por una puesta en escena expresiva y teatral al l¨ªmite de Christine Mielitz, con atrevidas aportaciones de corte sexual y grotesco del pintor y escultor Alfred Hrdlicka (Viena, 1928).
Una de las l¨ªneas del nuevo Salzburgo es la atenci¨®n a los compositores del exilio, cuya m¨²sica degenerada fue prohibida por el nazismo y sus partituras relegadas e incluso destruidas. Con Alexander Zemlinsky (1871-1942) se inicia una serie que en los pr¨®ximos a?os tendr¨¢ continuidad con ¨®peras de Erich Wolfgang Korngold (con la estupenda La ciudad muerta), Franz Schreker y Egon Wellesz.
Der k?nig Kandaules, ¨²ltima ¨®pera de Zemlinsky, est¨¢ basada en un drama de Andr¨¦ Gide sobre una f¨¢bula que de una u otra manera tiene insinuaciones que se remontan a Plat¨®n o Herodoto. Zemlinsky compuso la m¨²sica en la segunda mitad de los a?os treinta del siglo XX, pero el estreno no tuvo lugar hasta 1996 en Hamburgo, despu¨¦s de un proceso de reconstrucci¨®n de la orquestaci¨®n de la partitura, sin composici¨®n adicional, llevado a cabo por el investigador Antony Beaumont a comienzos de los noventa.
En el proceso de recuperaci¨®n de la obra particip¨® Ruzicka, actual director art¨ªstico del Festival de Salzburgo, que en un art¨ªculo aparecido entonces no dud¨® en situar El rey Kandaules como una de las cinco ¨®peras m¨¢s confesionales e innovadoras de aquellos a?os, junto a Mois¨¦s y Aaron, de Sch?nberg; Lulu, de Berg; Mat¨ªas el pintor, de Hindemith, y Carlos V, de Krenek. El estreno en Hamburgo de Kandaules, m¨¢s de medio siglo despu¨¦s de la composici¨®n, fue un ¨¦xito extraordinario que posteriormente se repiti¨® en Viena y Colonia. Las representaciones de Salzburgo suponen la rehabilitaci¨®n definitiva de esta obra y su inclusi¨®n, por m¨¦ritos m¨¢s que sobrados, en el repertorio.
La interpretaci¨®n de Nagano, al frente de la Deutsches Symphonie-Orchester de Berl¨ªn, hace justicia al lirismo, misterio, fuerza y pasi¨®n que la ¨®pera posee. Al director californiano de origen japon¨¦s le van como anillo al dedo estas obras un poco tapadas de la primera mitad del siglo XX, a medio camino entre la tradici¨®n y la vanguardia. Magn¨ªfico reparto vocal de principio a fin, aunque es de obligado cumplimiento destacar a Robert Brubaker en el personaje que da t¨ªtulo a la obra, Wolfgang Sch?ne como el pescador Gyges y Nina Stemme como la reina Nyssia.
Al l¨ªmite
La puesta en escena de Christine Mielitz se apoya por encima de todo en los valores expresivos y teatrales de unos cantantes actores a los que lleva al l¨ªmite de sus recursos (hay un desnudo integral de la soprano, por ejemplo, algo muy poco habitual en el mundo de la ¨®pera). El dominio de los espacios no es nada convencional. Gyges, por ejemplo, viene de la calle cuando hace su primera aparici¨®n. Muchas escenas se desarrollan en el patio de butacas y hasta la misma orquesta sube al escenario en el tercer acto.
El estilo directo, seco, en¨¦rgico, desnudo, hace pensar en lo m¨¢s conseguido teatralmente de la tradici¨®n de la ex Alemania del Este. Varias aportaciones pict¨®ricas del escultor Alfred Hrdlicka -con desnudos, felaciones...- dan un tono visual agresivo adicional. El control de todos estos elementos por parte de la directora esc¨¦nica es magn¨ªfico. Est¨¦tica austera, aprovechamiento m¨¢ximo de los elementos teatrales, gran trabajo de direcci¨®n de actores. Hrdlicka caminaba con dificultad cuando apareci¨® en escena a recibir los saludos por su trabajo en El rey Kandaules. A algunos les parecer¨¢ antigua la puesta en escena y, de hecho, hubo un sector que protest¨® al final, pero, en conjunto, la representaci¨®n tuvo un ¨¦xito encendido.
Otras voces, otros ¨¢mbitos
La obra pl¨¢stica de Hrdlicka se expone en galer¨ªas y en el propio recinto de los festivales. Es descarnada, tiene fuerza. Comparte protagonismo con la ¨²ltima incorporaci¨®n pl¨¢stica de Salzburgo: una casa m¨¢gica de Anselm Kieffer en el parque Furtw?ngler. La galer¨ªa Rupertinum expone obras de Leger. En el patio central de la calle dedicada a Thomas Bernhard -13 casas en las afueras, m¨¢s all¨¢ del campo de f¨²tbol- hay una escultura de granito an¨®nima. Las casas tienen un color pastel y ya no hay ropa tendida en las calles como otros a?os, sino un ¨¢rbol central y m¨¢s de un balc¨®n con flores. Bernhard, Stefan Zweig: el recorrido por el otro Salzburgo es, como m¨ªnimo, esclarecedor.
Babelia
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