V¨ªctimas de los comandos de expolio
Muchos particulares, adem¨¢s de instituciones y entidades, fueron despose¨ªdos de sus documentos en Catalu?a tras la guerra civil
Entre los particulares v¨ªctimas del expolio documental franquista figura la escritora Teresa P¨¤mies, cuyo caso revela, adem¨¢s, que la incautaci¨®n de documentos no se limit¨® a la inmediata posguerra, sino que prosigui¨® cuando menos hasta mediados de los a?os cuarenta. Ah¨ª est¨¢n para demostrarlo las cartas que P¨¤mies -autora de libros tan emblem¨¢ticos como Testament a Praga, con el que gan¨® el Premio Josep Pla en 1970- remit¨ªa desde M¨¦xico a su familia, residente en Balaguer (Lleida), y que jam¨¢s llegaron a su destino. Muchos a?os despu¨¦s, 'advertida por un amigo' de que se encontraban en Salamanca, aprovech¨® un viaje a la ciudad castellana para intentar recuperarlas. Al parecer, las cartas todav¨ªa existen, efectivamente. Interceptadas, vulnerado su secreto y examinadas con fines aviesos, fueron trasladadas a Salamanca, de donde finalmente se opt¨® por transferirlas al dep¨®sito de Simancas. Y all¨ª deben de seguir. 'O al menos eso me dijeron', declara P¨¤mies, que nunca ha podido recuperarlas.
Tampoco Teresa Rovira ha podido recuperar la biblioteca y la documentaci¨®n personal de su padre, Antoni Rovira i Virgili, que en la madrugada del 24 de enero de 1939, en la hora amarga del exilio, qued¨® en el chalet familiar del barrio barcelon¨¦s de Horta. El d¨ªa anterior, mientras recorr¨ªa la ciudad bajo las bombas en busca del coche que deb¨ªa ponerlos a salvo a ¨¦l y a su familia, el entonces diputado y vicepresidente del Parlamento catal¨¢n pens¨® en sus 'libros y papeles', la 'riqueza que m¨¢s amaba' y que deber¨ªa 'abandonar casi totalmente'. 'Sin las obras de lectura y de consulta, y sin los apuntes manuscritos, me sentir¨¦ pobre y desamparado. ?sta ser¨¢ para m¨ª la peor pobreza', escribir¨ªa semanas despu¨¦s en un dietario que acabar¨ªa titulando Els darrers dies de la Catalunya republicana. Mem¨°ries sobre l'¨¨xode catal¨¤ (Los ¨²ltimos d¨ªas de la Catalu?a republicana. Memorias sobre el ¨¦xodo catal¨¢n), editado inicialmente en Buenos Aires en 1940 y reeditado por Proa hace un par de a?os.
Horas antes de su precipitada marcha, mientras su familia dorm¨ªa, Rovira i Virgili se encerr¨® en su despacho con el prop¨®sito de destruir cartas y documentos que pudieran ser de alguna utilidad para la segura represi¨®n que habr¨ªa de llegar. Pero pronto se declar¨® incapaz de completar la tarea: iba a necesitar semanas para revisarlo todo y poco despu¨¦s de medianoche, 'vencido', dio por perdida la 'batalla del papel'. De la misma forma perder¨ªa un texto mecanografiado que hab¨ªa empaquetado para llevarse y que, con la urgencia de la partida, qued¨® olvidado en el despacho: aquella S¨ªntesi de la hist¨°ria de Catalunya (S¨ªntesis de la historia de Catalu?a) no ha podido ser hallada todav¨ªa.
Y quiz¨¢ no lo sea jam¨¢s. No toda la documentaci¨®n que fue incautada tras la guerra permanece en Salamanca. Parte de ella se ha perdido definitivamente por causas m¨²ltiples, como las deficientes condiciones del inmueble que la alberg¨® durante d¨¦cadas. Y por motivos diversos se produjeron tambi¨¦n nuevos traslados, de modo que hoy pueden localizarse legajos en instituciones de tanta importancia como el Archivo Hist¨®rico Nacional, en Madrid.Del proceder de los comandos de expolio -formados por unas 100 personas dirigidas por Marcelino de Ulibarri, un militar de Tafalla- existe noticia detallada, gracias fundamentalmente a los informes que ellos mismos realizaban de cada una de sus acciones. Se sabe de esta forma que una parte de la documentaci¨®n era explorada sistem¨¢ticamente en busca de datos ¨²tiles para la represi¨®n; otra parte, documentos y publicaciones a los que se supon¨ªa cierto inter¨¦s, era embalada sin demasiados miramientos y trasladada a Salamanca, adonde fueron llevados tambi¨¦n los documentos del primer grupo. La primera remesa importante -unas 130 toneladas- fue sacada de Barcelona en 12 vagones de tren en los primeros d¨ªas de julio de 1939, seis meses despu¨¦s de la ocupaci¨®n. Lo que no interesaba a los expoliadores se dejaba abandonado o era reutilizado para la elaboraci¨®n de pasta de papel: a esto ¨²ltimo se destinaron m¨¢s de 80 toneladas de libros y documentos.
Las actas de incautaci¨®n -que sus autores llamaban de 'recuperaci¨®n'- ser¨¢n un valioso apoyo si los propietarios de la documentaci¨®n aprehendida acuden finalmente a los tribunales en defensa de sus derechos. Nutrir¨¢n tambi¨¦n las p¨¢ginas de un libro, que se anuncia para el oto?o, en el que el abogado Pep Cruanyes ofrecer¨¢ una cr¨®nica detallada de c¨®mo fue todo, con fechas, lugares y nombres de represores y de represaliados.
Figura entre estos ¨²ltimos Nicol¨¢s Capo, cuyo domicilio en el n¨²mero 10 de la barcelonesa calle de Alcoi fue asaltado, registrado y expoliado durante cinco d¨ªas, del 2 al 7 de junio de 1939. Su despacho profesional, en la c¨¦ntrica calle de Pelai, sufri¨® igual suerte. De origen italiano, Capo lleg¨® a Barcelona procedente de Montevideo (Uruguay). Corr¨ªa el a?o 1923. 'Encontr¨® una ciudad abierta, a la vanguardia de todo', explica su hija, Odina Capo, y opt¨® por quedarse. Una decisi¨®n en la que tambi¨¦n debi¨® de pesar lo suyo la relaci¨®n que trab¨® con una joven de Les Borges Blanques (Lleida) con la que acabar¨ªa cas¨¢ndose.
Autodidacta y simpatizante anarquista, Capo era un entusiasta defensor del nudismo y de la vida y la alimentaci¨®n natural. Era 'un Savonarola del naturismo', resume su hija. Autor de los libros El naturismo y el progreso y Mis observaciones cl¨ªnicas sobre el lim¨®n, el ajo y la cebolla, entre otros, ocupaba parte de su tiempo en la edici¨®n de Pentalfa, una publicaci¨®n peri¨®dica con numerosos y alegres desnudos que se defin¨ªa as¨ª en su portada: 'No tiene tendencia pol¨ªtica, social ni religiosa; s¨®lo persigue la salud integral del hombre por medio de las leyes naturales'. Idea peligros¨ªsima para la estricta moral del nuevo r¨¦gimen, por la que fue expoliado y detenido. Hasta 1952, cuando, expulsado de Espa?a, fij¨® su residencia en Perpi?¨¢n, de donde no pudo volver hasta la muerte del dictador. Odina Capo conserva unos pocos ejemplares de Pentalfa: los que, tras adquirirlos en una librer¨ªa de lance, le regal¨® alguien que admiraba a su padre. Los que desde su casa fueron llevados a Salamanca, siguen all¨ª. De momento.
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