El precio de Perejil
Durante un instante, las cabras de un islote en el Mediterr¨¢neo fueron ciudadanas europeas
Estamos ante lo que los peri¨®dicos brit¨¢nicos califican de ¨¦poca rid¨ªcula, y el relato del islote de Perejil se ajusta perfectamente a esa calificaci¨®n: la heroica conquista de las tropas marroqu¨ªes que izaron su bandera en un islote rocoso, reclamado tambi¨¦n por Espa?a, para celebrar la boda de Mohamed VI con su novia velada, seguido por la heroica reconquista de los comandos espa?oles que plantaron all¨ª la bandera, acci¨®n que ha levantado aplausos patri¨®ticos en Madrid; m¨¢s la esperp¨¦ntica invasi¨®n de una isleta aleda?a a Ibiza, realizada con un pat¨ªn acu¨¢tico a pedales y reclamada para Gran Breta?a por el periodista de The Guardian Stephen Moss. Buen tema para la pluma de Evelyn Waugh o incluso de P. G. Wodehouse. Por lo dem¨¢s, las v¨ªctimas han sido unas cuantas cabras.
EE UU intervino porque no desea una trifulca en el occidente del Mediterr¨¢neo y, sobre todo, porque era el ¨²nico garante solvente para ambas partes
El caso de Perejil incluye en peque?as dosis los dos asuntos internacionales m¨¢s serios para Europa: sus relaciones con el mundo isl¨¢mico y con EE UU
?Qu¨¦ credibilidad tiene Europa si no puede arreglar un conflicto trivial a las puertas de su casa? Demasiado para EE UU, el gran fact¨®tum de la paz
No obstante, el caso de Perejil (Leila para los marroqu¨ªes) incluye tambi¨¦n en dosis peque?as los dos asuntos internacionales m¨¢s serios a los que se enfrenta Europa en este momento: sus relaciones con el mundo isl¨¢mico y con Estados Unidos. En ninguna parte est¨¢n tan pr¨®ximos ambos mundos como en el angosto estrecho de Gibraltar, que separa Espa?a y Marruecos. Durante siglos, los moros ocuparon el sur de Espa?a hasta que Fernando e Isabel lograron la reconquista en 1492. Ahora, Espa?a se topa de nuevo con la tierra de los moros, Marruecos. Al mismo tiempo, cientos de miles de marroqu¨ªes viven en Espa?a y muchos m¨¢s van como emigrantes ilegales, trabajadores temporales o como viajeros.
El Gobierno conservador de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha urgido a Europa para que tome fuertes medidas contra la emigraci¨®n ilegal, que expl¨ªcitamente vincula con el aumento de los delitos en Espa?a, y acusa a Marruecos de no colaborar en su control. El reciente incidente ha exacerbado fuertemente el sentimiento antimarroqu¨ª en Espa?a, un pa¨ªs que, por lo dem¨¢s, se siente justamente orgulloso de no tener un Le Pen o un Haider. El Gobierno marroqu¨ª explic¨® de manera bastante dudosa que su peque?a invasi¨®n ten¨ªa como objetivo controlar el tr¨¢fico de emigrantes y de drogas, un gran negocio que se realiza desde sus costas. Seg¨²n mis informes, en realidad ha sido la presencia de las ca?oneras y soldados espa?oles la que ha reducido ese tr¨¢fico durante un par de semanas. ?Va a ser as¨ª como el islam y Europa van a dialogar, con el lenguaje de las ca?oneras?
El problema es muy serio. Hist¨®ricamente, Europa se fue definiendo como oposici¨®n al islam. La primera menci¨®n a los 'europeos' (europeenses) se encuentra en la cr¨®nica de una batalla contra los musulmanes de 732. Con el papa P¨ªo II, 'Europa' fue tomando forma poco a poco como vocablo para definir a la cristiandad. La palabra ¨¢rabe-isl¨¢mica fue 'otro', para usar la espantosa jerga de los estudios sobre las identidades hist¨®ricas. En la 'guerra contra el terrorismo', declarada por George Bush tras los ataques terroristas del 11-S y apoyada de forma entusi¨¢stica por Aznar, ha surgido la tentaci¨®n de recurrir de nuevo a este concepto definitorio del 'otro'. Pero esto ser¨ªa rid¨ªculo y peligroso para un continente en el que viven no menos de 20 millones de musulmanes, y que necesitar¨¢, sin duda, a muchos m¨¢s inmigrantes para pagar las pensiones de una poblaci¨®n envejecida.
?Servir¨¢ esta guerra de opereta para que los habitantes musulmanes de Europa se sientan aqu¨ª como en casa? Sin duda que no, sobre todo los marroqu¨ªes en Espa?a. Lo que deber¨ªa hacer Europa, primero, es encontrar la manera de que estos musulmanes se sientan m¨¢s confortables en el continente; segundo, deber¨ªa desarrollar una pol¨ªtica dirigida hacia nuestra zona de inter¨¦s m¨¢s vital: el arco de pa¨ªses musulmanes que va desde el C¨¢ucaso, a trav¨¦s del norte de ?frica, hasta... Marruecos. Claro est¨¢ que es m¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo, como precisamente se acaba de demostrar.
Otro aspecto desalentador y absurdo de este asunto es que ha precisado la intervenci¨®n de EE UU para resolverlo. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, necesit¨® varias horas para llegar a un acuerdo por el que Espa?a retiraba sus soldados y la bandera, mientras el islote recuperaba su condici¨®n diplom¨¢tica neutra en la que hab¨ªa permanecido en el limbo durante 40 a?os. Como si Powell no tuviera nada mejor que hacer; por ejemplo, disuadir a su presidente de invadir Irak.
Y aqu¨ª estamos en Europa d¨¢ndonos muchas ¨ªnfulas mientras sermoneamos a los estadounidenses sobre su tenaz unilateralismo, su desastroso y parcial enfoque del conflicto palestino-israel¨ª, su desd¨¦n por la Corte Penal Internacional y dem¨¢s monsergas. Proclamamos constantemente que el gran secreto de la nueva Europa radica en que la soberan¨ªa nacional ya no es completa, sino m¨¢s bien compleja, confusa y estratificada. ?Y qu¨¦ hacemos durante nuestras vacaciones veraniegas? Primero, un pa¨ªs europeo importante se involucra en una guerrita por la soberan¨ªa simb¨®lica completa sobre un pu?ado de rocas. (S¨ª, Marruecos empez¨® todo, ?pero no habr¨ªa podido Espa?a estar realmente a la altura de las circunstancias del siglo XXI, enviando a sus soldados para desalojar a los marroqu¨ªes y arriar su bandera, pero no para izar desafiante la suya?).
Luego, Europa, como potencia internacional, se muestra incapaz de resolver una peque?a disputa a las puertas de su casa. El fallo europeo es significativo. Ante todo, Francia bloque¨® una posici¨®n europea com¨²n a favor de Espa?a porque, como antigua potencia colonial, tiene sus propios intereses en Marruecos. El presidente Jacques Chirac tiene fama de jactarse de una relaci¨®n casi familiar con el rey Mohamed VI, y varias empresas francesas disfrutan de una presencia privilegiada en la econom¨ªa marroqu¨ª. Despu¨¦s, la persona indicada para mediar en la disputa era Mister PESC, Javier Solana, que como espa?ol no era la persona id¨®nea para los marroqu¨ªes. Siendo socialista, tampoco era de mucha ayuda para el Gobierno conservador espa?ol. Solana desempe?¨® un discreto y ¨²til papel en la penumbra. El presidente de la Comisi¨®n Europea, Romano Prodi, formul¨® un llamamiento a favor del di¨¢logo y del retorno al statu quo previo. Su portavoz, Jonathan Faull, se?al¨®: 'Apoyamos a nuestros amigos espa?oles. Este asunto concierne al territorio de la UE...'. De esta forma, y por un breve y glorioso momento, las cabras del islote de Perejil se convirtieron en ciudadanas de la UE.
El toro por los cuernos
En el entretanto, EE UU tom¨® el toro por los cuernos. Intervino en el asunto porque as¨ª se lo pidieron; porque no desea una trifulca en el conf¨ªn occidental del Mediterr¨¢neo cuando tiene una patata caliente en el otro extremo; porque Espa?a es un aliado europeo importante en su 'guerra contra el terrorismo', y Marruecos, un socio ¨¢rabe-isl¨¢mico moderado; por ¨²ltimo, y sobre todo, porque era el ¨²nico garante solvente para ambas partes. Esto me recuerda un poco a las guerras de los Balcanes de la pasada d¨¦cada, en las que la gente comentaba a menudo, a prop¨®sito de buscar una salida diplom¨¢tica: 'Necesitamos que intervenga la comunidad internacional, quiero decir, los norteamericanos' para hacer esto o lo otro.
Y en este punto nos encontramos. S¨ª, es cierto que la Administraci¨®n estadounidense posee un r¨¦cord notable de unilateralismo alarmante, y cuando regresemos de las vacaciones puede que la encontremos calentando motores para iniciar una guerra contra Irak. ?Pero qu¨¦ credibilidad tiene Europa como socio y elemento cr¨ªtico si ni siquiera puede arreglar un conflicto trivial a las puertas de su casa? Demasiado para el gran fact¨®tum de la paz y del consenso. El poeta William Blake escribi¨®: 'Contemplar todo un mundo en un grano de arena'. O, en este caso, contemplar un continente desprotegido en un ramito de perejil.
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