La enfermedad moral del capitalismo
1 Un fantasma recorre el mundo. El de la enfermedad moral del capitalismo, que arrasa su legitimidad. El sistema se halla afectado por una serie de esc¨¢ndalos, crisis recurrentes y financiarizaci¨®n que minan su presente y su futuro. El problema es tanto mayor por cuanto el capitalismo carece de alternativas. Muchas de las instituciones fundamentales para su funcionamiento no dan la talla. Una de las burbujas especulativas m¨¢s importantes de la historia ha estallado y ca¨ªdo el tel¨®n sobre el suelo del escenario. Los ciudadanos han visto desnudas la codicia, la avaricia, la desigualdad, la exclusi¨®n, sin velos de ning¨²n tipo. Las bolsas de valores, los mercados donde cada vez m¨¢s ciudadanos depositaban sus ahorros, est¨¢n deprimidos y llenos de tristeza. Millones de personas est¨¢n perdiendo su dinero o sencillamente se han arruinado. Pero lo m¨¢s dram¨¢tico est¨¢ por llegar: el momento en que el contagio se traslade de los peque?os accionistas a la solvencia de los bancos. S¨®lo entonces se encender¨¢n las luces rojas y los Estados intervendr¨¢n, olvid¨¢ndose de los principios de la econom¨ªa de mercado.
Millones de personas est¨¢n perdiendo su dinero o se han arruinado. Pero lo m¨¢s dram¨¢tico est¨¢ por llegar: el momento en que el contagio se traslade de los peque?os accionistas a la solvencia de los bancos
La burbuja burs¨¢til ha magnificado los cambios en las costumbres empresariales y ha llevado las tendencias que se hab¨ªan ido forjando durante m¨¢s de una d¨¦cada -coincidiendo con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn- al paroxismo. Hubo un tiempo en el que se crey¨® que en las bolsas s¨®lo se pod¨ªa ganar dinero, y en el que se olvid¨® la ley de Newton de que todo lo que sube, baja (y no al rev¨¦s). La historia dice que el furor que acompa?a a una burbuja especulativa, en este caso la de la nueva econom¨ªa, provoca la desaparici¨®n repentina de la desconfianza en casi todos los sectores. Cuando la burbuja se pincha, se pierde la confianza. La de ahora es, sobre todo, una crisis de confianza.
No puede decirse que no hubiera se?ales de que este crash burs¨¢til pod¨ªa llegar. Desde principios de los a?os noventa, casi en paralelo a la unipolaridad del mundo motivada por el fin del socialismo real, el sistema se ve afectado, con una cadencia regular, por una serie de crisis de distinto aspecto, pero con una caracter¨ªstica com¨²n: comienzan por lo financiero y se contagian al resto del sistema productivo. Sucede cuando la globalizaci¨®n se ha constituido en el marco de referencia de nuestra ¨¦poca. Primero fue en Europa; en 1992, el debilitamiento de las monedas se llev¨® por delante el Sistema Monetario Europeo. En 1994 fue M¨¦xico, donde la salida de capitales termin¨® con el paradigma del pa¨ªs emergente que ha abierto sus fronteras y camina de modo lineal hacia la modernidad. En el verano de 1997 qued¨® triturado otro mito: el de los tigres y los dragones, el modelo asi¨¢tico tan ensalzado y tan falsificado hasta entonces por los neoliberales. Poco despu¨¦s salt¨® Rusia, que suspendi¨® el pago de su deuda, demostrando que no puede haber democracia sin Estado. Desde 1998 y 1999, la volatilidad se instala injustamente en Am¨¦rica Latina, una regi¨®n que hab¨ªa hecho con nota los deberes que los ortodoxos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial le hab¨ªan impuesto; un a?o despu¨¦s, Argentina vuelve a caer en la postraci¨®n y repudia su gigantesca deuda externa de m¨¢s de 150.000 millones de d¨®lares.
En diciembre de 2001, la crisis llega al coraz¨®n del sistema, y Enron, una empresa de energ¨ªa hasta ese momento adulada por todos, entra en bancarrota. Ha comenzado la ronda de la contabilidad creativa. La econom¨ªa del enga?o se transmite con la velocidad de la luz. Todos los d¨ªas cae alg¨²n gigante. Y no hemos llegado al final.
En este circuito, las finanzas son lo hegem¨®nico. Lo productivo, lo industrial, es subsidiario de lo financiero. Las bolsas de valores adquieren el protagonismo. Los medios de comunicaci¨®n instant¨¢neos abren sus programaciones en cada momento con la evoluci¨®n de los ¨ªndices Nikkei, Dow Jones o Nasdaq. De su comportamiento depende la salud mental y econ¨®mica de muchos inversores.
2La ¨¦tica del capitalismo. ?Qu¨¦ tiene que ver este capitalismo de la mentira y el fraude con el capitalismo de sus fil¨®sofos fundadores, Adam Smith, Benjamin Franklin, Max Weber, Sombart, incluso Marx o Veblen y Schumpeter? En La ¨¦tica protestante y el esp¨ªritu del capitalismo, Weber define el esp¨ªritu del capitalismo como el conjunto de elementos ¨¦ticos que deben inspirar a los empresarios en sus acciones a favor de la acumulaci¨®n del capital; el capitalismo supone una nueva relaci¨®n moral de las personas con su trabajo, determinada en forma de vocaci¨®n. El protestantismo de la Reforma, con una conducta asc¨¦tica y puritana, tuvo una influencia en el desarrollo del capitalismo. ?Qu¨¦ puntos en com¨²n encontrar entre los calvinistas de la honestidad, la frugalidad y la preparaci¨®n y los t¨ªos Gilito que han emergido a la luz p¨²blica en los ¨²ltimos a?os?
Rafael Termes, banquero y miembro de la Real Academia Espa?ola de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, ha defendido que no hay contradicci¨®n entre el capitalismo y la ¨¦tica, sino 'que la propia naturaleza del modelo capitalista, bien entendido y bien vivido, fomenta el desarrollo de las virtudes morales, la primera de ellas las generosidad'.
?O s¨ª, y el abuso forma parte de la esencia del sistema? Es lo que piensan los profesores franceses Luc Boltanski y ?ve Chiapello, que han escrito un monumental tomo, titulado precisamente El nuevo esp¨ªritu capitalista, en el que sostienen que mientras el capitalismo prospera, la sociedad se degrada, y que el crecimiento de los beneficios es paralelo a la exclusi¨®n. ?Hay una larga y ¨²nica ¨¦poca de evoluci¨®n del capitalismo que empieza con el nacimiento del poder mercantil en el siglo XVII y que contin¨²a hasta nuestros d¨ªas, o, como interpreta el profesor Robert Heilbroner, el capitalismo tiene sus propias discontinuidades, que completan una fase tras otra, asumiendo en nuestro tiempo otras formas, como lo que llamamos nueva econom¨ªa?
Lo que estamos viviendo tiene m¨¢s que ver con la destrucci¨®n creativa que Schumpeter describi¨® prof¨¦ticamente a principios de los a?os cuarenta que de la versi¨®n ?o?a e ingenua de Hayek y los neoliberales. En esta ¨²ltima, el empresario, bajo su responsabilidad, decide qu¨¦ produce, qu¨¦ servicios ofrece y c¨®mo lo hace; en la actividad empresarial, es totalmente libre. El consumidor, por su parte, es libre de elegir, de acuerdo con su renta, entre los valores y servicios que le ofrece el empresario. ?ste ¨²ltimo trabaja en un contexto de libre competencia, inversiones y precios adecuados al beneficio esperado. El mercado proporciona al empresario informaci¨®n sobre la oferta y la demanda, y las coordina. Los productores, independientes entre s¨ª, reciben indicadores de los consumidores acerca de los bienes que deben producir y a qu¨¦ precios. Aspiran a vender bienes y prestar servicios de la mejor manera posible, vendi¨¦ndolos al precio m¨¢s barato para atraer clientes. Es la smithiana mano invisible del mercado. El contenido del Estado es s¨®lo garantizar al mercado la posibilidad de ejercer su funci¨®n sin obstaculizar su trabajo y protegerlo de injerencias ajenas.
?Y los pajaritos cantan y las nubes se levantan! Parece un cuento navide?o o una pel¨ªcula bienintencionada de Frank Capra. Sin monopolios, sin carteles ni trusts, sin informaci¨®n privilegiada u oculta. Sin mentira. El escritor ruso Alexandr Zinoviev -doblemente disidente, de lo sovi¨¦tico y de lo posterior- dice que esta descripci¨®n ang¨¦lica le recuerda un chiste sovi¨¦tico: la maestra de una guarder¨ªa de Mosc¨² cuenta a los ni?os lo maravillosa que es la sociedad sovi¨¦tica; un ni?o se echa a llorar y la maestra emocionada le pregunta por qu¨¦; el ni?o le contesta que, oy¨¦ndola, le han entrado muchas ganas de ir a la URSS.
Durante muchas d¨¦cadas los neoliberales criticaron a los comunistas que dec¨ªan que el socialismo real no ten¨ªa nada que ver con lo que ellos defend¨ªan. Ahora es al rev¨¦s: son los neoliberales los que creen que este capitalismo de amiguetes y fraudes que sufrimos (el capitalismo real) no tiene nada que ver con el verdadero capitalismo.
3La contabilidad creativa. Algunos t¨¦cnicos atribuyeron a la contabilidad la categor¨ªa de ciencia. Con ella se registran las diferentes partidas que reflejan una realidad, p¨²blica o privada, en relaci¨®n a su entorno. Pero la contabilidad, sin una homologaci¨®n regulada, puede ser como los reglamentos de Romanones o como la Alicia de Carroll, que afirmaba que lo importante no son las palabras sino quien las utiliza. Para explicar esta especie de laxitud es para lo que se generaliz¨®, en la segunda mitad de los noventa, el concepto de contabilidad creativa, que se aplic¨® sobre todo al sector p¨²blico. El privado, siempre m¨¢s din¨¢mico, se ha apoderado con ardor del concepto. Por dif¨ªcil que pueda parecer, en estos momentos el ¨ªndice de confianza de la clase pol¨ªtica americana es superior al de la clase empresarial.
En diciembre de 2001, la multinacional tejana de la energ¨ªa, la empresa Enron, paradigma de la desregulaci¨®n y ejemplo de beneficios bien administrados, quebraba. Poco despu¨¦s de los atentados terroristas del 11 de septiembre, y antes de la cumbre a favor de una globalizaci¨®n alternativa de Porto Alegre, se demostraba que el principal peligro del capitalismo estaba en sus excesos, en su autocomplacencia.
Recordemos el caso Enron. Dicen los defensores acr¨ªticos del sistema: es la mejor prueba de que en el capitalismo el que se comporta con codicia, paga su precio. Es mucho m¨¢s que eso. En Enron hay un deterioro paulatino del valor de sus acciones; hay ocultaci¨®n y destrucci¨®n de informaci¨®n, hay la ruina de sus empleados; hay la creaci¨®n de miles de sociedades instrumentales para sacar partidas del balance... Y hay implicaciones directas con el poder pol¨ªtico al m¨¢s alto nivel. En 2001, 144 altos directivos de Enron se embolsaron casi 750 millones de d¨®lares en sueldos, bonos, otras remuneraciones en efectivo y opciones sobre acciones; al presidente Ken Lay (el amigo de Bush) le correspondieron 152 millones; al consejero-delegado, 35 millones. El 2 de diciembre de 2001, Enron suspendi¨® pagos, su cotizaci¨®n fue cancelada y 4.500 empleados se quedaron sin trabajo tras recibir en conjunto una indemnizaci¨®n de 43 millones de d¨®lares.
Hagamos un excurso sobre los sueldos de los grandes ejecutivos. Se est¨¢ multiplicando el inter¨¦s de los accionistas en algunas juntas generales por las generosas indemnizaciones y la entrega de opciones sobre acciones (a las que se objetiva como las responsables de haber provocado pol¨ªticas de agresiva expansi¨®n y endeudamiento a fin de disparar el valor de las acciones y asegurarse una retribuci¨®n personal de los ejecutivos). El experto en estrategia empresarial Peter Drucker estimaba, a mediados de los a?os ochenta, que la diferencia de remuneraci¨®n entre el m¨¢ximo ejecutivo de una empresa y el trabajador base no deber¨ªa ser mayor de 20 veces, ya que a partir de dicho l¨ªmite se sobrevaloraba la contribuci¨®n del ejecutivo al ¨¦xito de la empresa en comparaci¨®n con la del trabajador base. Pues bien, en el a?o 2000, antes del estallido de la burbuja y de acuerdo con el informe anual del semanario Business Week, la diferencia entre ambos, en las grandes empresas americanas, alcanz¨® 411 veces, siendo la retribuci¨®n media de dichos m¨¢ximos ejecutivos de 11 millones de d¨®lares.
Volvamos a la secuencia de Enron. Desde entonces, pr¨¢cticamente todos los d¨ªas ha estallado un caso de contabilidad creativa de distinto pelaje. Y no solamente en EE UU, sino en Europa. Xerox, Johnson and Johnson, Global Crossing, IBM, Carlsberg, ABB, Nortel, Dynegy, Duke Energy, Adelphia, Tyco, Computer Associates, Enterasys, Imclone Systems, Kmart, Lucent, Network Associates, Peregrine Systems, Qwest, Rite Aid, etc¨¦tera, hasta llegar a WorldCom, cuya suspensi¨®n de pagos supera a la de Enron. En unos casos, irregularidades comprobadas; en otros, sospechas e investigaciones por parte de la Securities and Exchange Commission (SEC) o del FBI. Los m¨ªnimos de credibilidad de la contabilidad empresarial pueden caer todav¨ªa m¨¢s si el Senado de EE UU comprueba la implicaci¨®n de Citigroup y J. P. Morgan como c¨®mplices interesados de Enron.
De Enron a WorlCom pasando por Andersen. En muchas de las compa?¨ªas con problemas, la compa?¨ªa auditora, la encargada de reconocer si los estados contables eran correctos, era Andersen, el patr¨®n oro de las auditoras mundiales. Andersen ha comunicado a la SEC que a partir de ahora renuncia a auditar compa?¨ªas que cotizan en Bolsa, lo que puede suponer su final. Que caiga Andersen es semejante a si en Espa?a cerrase El Corte Ingl¨¦s. Estos esc¨¢ndalos contienen, como las mu?ecas rusas, distintos cap¨ªtulos de responsabilidad y de conflictos de intereses: entre los Consejos de Administraci¨®n y los accionistas; entre los accionistas y los ejecutivos; entre las empresas y sus compa?¨ªas auditoras; en las auditoras, entre sus servicios de auditor¨ªa y de consultor¨ªa; en los bancos de negocios, entre sus servicios de inversi¨®n y los de asesor¨ªa. Fallan las murallas chinas. Se pone en cuesti¨®n la imparcialidad y la independencia de cada actor.
Otro protagonista de lujo, afectado por esta monumental crisis de confianza, ha sido el banco de inversi¨®n Merril Lynch. Se conoci¨® un correo electr¨®nico interno del banco en el que algunos de sus analistas bromeaban sobre el nulo valor de unas acciones que oficialmente recomendaban. A continuaci¨®n se supo que ello no era una excepci¨®n, sino que hab¨ªa multitud de casos en los que no exist¨ªa separaci¨®n entre las divisiones de an¨¢lisis y de inversi¨®n de los bancos de negocios: ten¨ªan a las empresas como clientes, por una parte, y, por la otra, como objeto de an¨¢lisis.
Durante la d¨¦cada de los noventa, en la que EE UU vivi¨® el periodo de expansi¨®n m¨¢s profundo y prolongado de su historia contempor¨¢nea, cambiaron los iconos de los j¨®venes. Ya no eran ¨¦stos los de Gandhi o el Che Guevara, sino los de los principales ejecutivos de las empresas de la nueva econom¨ªa. M¨¢s adelante, desde que en abril de 2000 las cotizaciones de esas empresas empezaron a comportarse primero como picos de sierra y luego como un tobog¨¢n a la baja, estos h¨¦roes de la coyuntura han devenido en ¨ªdolos ca¨ªdos. Bajan del pedestal a m¨¢s velocidad que los mandatarios comunistas tras el hundimiento de la URSS.
Un reciente sondeo de The Wall Street Journal Europa, realizado en 14 pa¨ªses europeos sobre m¨¢s de 12.000 personas, da unos porcentajes coherentes con esa agria desconfianza: s¨®lo el 21% de los encuestados cree que la mayor¨ªa de los consejeros-delegados son honestos; el 70% cree que cobran demasiado; el 67% opina que los ejecutivos deber¨ªan revelar por ley sus salarios y beneficios; m¨¢s de uno de cada cinco europeos entiende que los principales ejecutivos ponen sus intereses personales por encima de los de sus empleados, accionistas e incluso clientes.
4Bush y la extra?a familia. Las pasarelas entre el poder pol¨ªtico y el poder empresarial, a veces muy opacas, emergen en esta coyuntura con toda su crudeza. Theodore Roosevelt, primo del h¨¦roe del New Deal norteamericano Franklin Delano Roosevelt, tambi¨¦n fue presidente de Estados Unidos, aunque muchos le hayan olvidado. Teddy Roosevelt fue un republicano progresista (antes no era del todo contradictorio) que reform¨® el paisaje econ¨®mico norteamericano en su lucha contra los monopolios a finales del siglo XIX. George Bush hijo, actual presidente de EE UU, quiere parecerse a Teddy Roosevelt en esa energ¨ªa transformadora (lo dice The Economist), y a Ronald Reagan en su cruzada a favor de la disminuci¨®n del tama?o del Estado. Tiene pocas posibilidades de conseguirlo. No es reformista y ha pasado del super¨¢vit p¨²blico que le dej¨® Clinton al d¨¦ficit presupuestario.
?Es bueno que un Gobierno est¨¦ compuesto mayoritariamente de antiguos hombres de negocios y que el presidente del mismo haya sido empresario? Hay experiencias de todo tipo, pero en esta coyuntura es mejor que la frase 'hay que gobernar un pa¨ªs como una empresa' no se repita con frecuencia. El Gobierno de Bush, incluido ¨¦l mismo, est¨¢ repleto de empresarios reconvertidos en pol¨ªticos. El presidente acaba de ser acusado de informaci¨®n confidencial: en 1990, siendo presidente de EE UU su padre, vendi¨® dos centenares de miles de acciones de una empresa petrolera de la que era alto directivo. Poco despu¨¦s, la compa?¨ªa anunci¨® p¨¦rdidas y las acciones cayeron. Dick Cheney, vicepresidente de EE UU, dirigi¨® una empresa de gasolineras y tambi¨¦n est¨¢ siendo investigado. Los secretarios de Defensa, Comercio y Tesoro dirigieron o presidieron empresas de energ¨ªa, gas y aluminio. Varios de los encargados de los departamentos de Defensa, Fuerzas A¨¦reas o Marina provienen asimismo del mundo empresarial. El jefe de personal de Bush, Andrew Card, era el portavoz del grupo de presi¨®n de la industria del autom¨®vil. Y Harvey Pitt, presidente actual de la SEC, impuesto con tozudez por Bush, fue abogado de buena parte de las empresas auditoras que hoy tienen problemas (al menos 10 de sus antiguos clientes son investigados hoy por la instituci¨®n reguladora que Pitt preside).
?Hace todo ello a la Administraci¨®n republicana m¨¢s sospechosa de connivencias empresariales? Por lo menos no es m¨¢s inocente. Pero la cuadratura del c¨ªrculo se extrema si, adem¨¢s de este empresarial pasado colectivo, se analiza la pol¨ªtica econ¨®mica aplicada por Bush desde que lleg¨® a la Casa Blanca: aranceles proteccionistas favorables a diversos sectores industriales americanos de la econom¨ªa tradicional; ayudas directas a las compa?¨ªas a¨¦reas, muy afectadas por los atentados terroristas del 11 de septiembre; una nueva ley agraria que contiene subsidios a los agricultores; tregua fiscal a las grandes empresas; etc¨¦tera. Y, sobre todo, un plan energ¨¦tico liderado por Cheney, que seg¨²n todos los observadores, parece redactado directamente por la industria el¨¦ctrica de EE UU. Al analizar al Gobierno de Bush y sus pr¨¢cticas econ¨®micas, uno se acuerda de las palabras de Adam Smith: 'La gente de la misma industria rara vez se re¨²ne, incluso para divertirse, sin que la conversaci¨®n acabe en una conspiraci¨®n contra los ciudadanos, o para subir los precios'.
Con estos precedentes, ?qu¨¦ tipo de credibilidad va a tener la ret¨®rica cruzada contra la corrupci¨®n empresarial de Bush? Hasta ahora, cada vez que el presidente ha hablado y ha prometido duplicar las condenas y crear grupos especiales en el Departamento de Justicia contra los delitos financieros, los mercados han permanecidos impasibles. Creen que se trata de lenguaje de madera. Cuando un Bush, solemne y con la mano en el coraz¨®n, parafrasea a Max Weber y habla de una 'nueva ¨¦tica de la responsabilidad personal en la comunidad empresarial', y afirma que 'la econom¨ªa de EE UU es el sistema m¨¢s creativo, emprendedor y productivo jam¨¢s inventado', los ciudadanos no saben si dar la vuelta a la frase con cinismo y pensar: 'Pues s¨ª. Las pruebas las tenemos todos los d¨ªas'.
5 La respuesta est¨¢ en el viento. Enron, WorldCom y Andersen ?son la excepci¨®n o la generalidad? ?Exceso o norma? ?D¨®nde est¨¢n los n¨²meros de verdad, los beneficios reales? El ¨²ltimo premio Nobel de Econom¨ªa, Joseph Stiglitz, nos interroga: ?Recuerdan ustedes la crisis del Lejano Oriente, cuando el Departamento del Tesoro de EE UU y sus aliados del FMI culparon de los problemas de la regi¨®n al capitalismo de amiguetes, a la falta de transparencia y a la poca gobernabilidad corporativa? A los pa¨ªses se les dijo entonces que siguieran el modelo estadounidense, que usaran empresas de auditor¨ªa estadounidenses, que contrataran a empresas estadounidenses para que les ense?aran el modo de manejar sus compa?¨ªas...
?Por qu¨¦ aflora en este momento tanta corrupci¨®n, que socava la fe ciudadana en las instituciones democr¨¢ticas y en el sistema judicial? ?Ha sido la multiplicaci¨®n de controles e investigaciones para acabar con la financiaci¨®n de los terroristas, la lucha contra la opacidad de los para¨ªsos fiscales, la exigencia de mayor transparencia la que ha abierto la caja de Pandora de las empresas, los bancos, las auditoras, las agencias de rating, las casas de inversi¨®n, los que han puesto en evidencia agujeros y pr¨¢cticas en la gesti¨®n y en la contabilidad que se cre¨ªan ya desterradas del gobierno del capitalismo?
6La autorregulaci¨®n como quimera. La autorregulaci¨®n es la enfermedad infantil del capitalismo. Durante las d¨¦cadas de los ochenta y de los noventa, hegemonizadas por la revoluci¨®n conservadora, los lobbies empresariales y los intelectuales org¨¢nicos del capitalismo han vendido el esp¨ªritu de la desregulaci¨®n ilimitada a trav¨¦s de la autorregulaci¨®n. Arthur Seldon, presidente fundador del Institute of Economics Affairs -un tanque de pensamiento del thatcheris- mo- escribi¨® un libro titulado Capitalismo, que los neoliberales obsequiaban con orgullo como regalo de Navidad. Seldon dec¨ªa en ¨¦l que el capitalismo no pide defensa sino alabanza. Y explicaba su ideolog¨ªa: 'Ha sido el proceso pol¨ªtico el m¨¢ximo responsable de que el mercado no haya podido desplegar hasta ahora todas sus virtualidades. El proceso del mercado induce incluso a malas personas a llevar a cabo acciones buenas, mientras que el proceso pol¨ªtico hace que incluso personas buenas realicen cosas malas... La soluci¨®n consiste en disciplinar la autoridad de los pol¨ªticos y reducirla a su m¨ªnima expresi¨®n. El Estado no debe ser el Estado limitado, basado en el impreciso principio de las funciones propias del Gobierno, sino el Estado m¨ªnimo, que parte de la idea de que el Gobierno s¨®lo ha de hacer lo imprescindible'. ?Por qu¨¦ lo llamamos amor cuando queremos decir sexo?
La regulaci¨®n es la pr¨¢ctica obligada y equivalente, cuando se produce una tendencia a la liberalizaci¨®n de la econom¨ªa. Liberalizaci¨®n y desregulaci¨®n conducen, como demuestra ab nauseam la ¨²ltima coyuntura, al abuso. Despu¨¦s de cada crisis burs¨¢til aumentan las capacidades regulatorias. Para prevenirse contra ello, los neoliberales ya advierten de una 'exuberancia regulatoria' futura. Se est¨¢ revisando todo. La dificultad consiste en guardar el equilibrio conveniente entre Estado y mercado. En el ¨²ltima parte del siglo XX ese equilibrio se rompi¨® a favor de los mercados y he aqu¨ª el resultado: la p¨¦rdida de confianza de los ciudadanos. Hace pocos a?os, las pr¨¢cticas contables en EE UU eran un ejemplo a seguir; hoy, Estados Unidos, la patria de la desregulaci¨®n, es el epicentro de las irregularidades. ?Casualidad?
'La falsificaci¨®n y el fraude destruyen el capitalismo y la libertad de mercado, y a largo plazo los fundamentos de nuestra sociedad'. No lo ha dicho ning¨²n peligroso izquierdista, sino el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. ?Tambi¨¦n Greenspan exagera?
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