La victorinoman¨ªa

La afici¨®n abrigaba la esperanza de ver como fin de ciclo un encierro dignamente presentado. Otra vez ser¨¢.

A Victorino Mart¨ªn le bast¨® con facturar seis toros, justos de presencia, descastados, fuera de tipo y mansos para ganar la batalla ganadera de una feria vulgar. Ante la mediocridad, la victorinoman¨ªa.

Claro, que el se?or Mart¨ªn cont¨® con unas colaboraciones inestimables. La primera no estaba en el cartel, pero s¨ª en el palco presidencial. El se?or presidente, sin venir a cuento y por el art¨ªculo de marras, concedi¨® sin que nadie pidiera o solicitara una vuelta al ruedo al cuarto, un manso pregonado y rajado. No se pueden dar pistas. Cu¨¢nto personal hay que mira pero no sabe ver. Tambi¨¦n se puede pensar mal.

La otra carta lleg¨® por la v¨ªa de la sustituci¨®n. El rey del oficio, Luis Francisco Espl¨¢, sustituy¨® al anunciado Antonio Ferrera.

El alicantino manej¨® tercios, tiempos y tendidos a la perfecci¨®n. Luciendo los defectos del primero de la tarde se hizo aplaudir con fuerza. Al cuarto, tras ejemplar lidia, dej¨® al manso listo para brindar. Faena sobria, con sitio, distancia y torer¨ªa. Sin ostentaciones. Magn¨ªfico.

Juan Jos¨¦ Padilla se dej¨® la garganta jaleando a su primero. Qued¨® la duda si el animal era sordo o el diestro estaba mal colocado. Tan voluntarioso y entregado como torpe en el que hizo quinto.

Luis Miguel Encabo se estrell¨® contra la soser¨ªa del tercero. Quiso y no pudo con el que cerr¨® festejo y feria. Tras sainete con las banderillas, faena sin transmisi¨®n, enganchada en exceso. No fue su tarde.

Fin de feria. Las figuras fracasaron y s¨®lo los toreros que quieren abrirse camino justificaron, a veces con entrega otras con calidad, su presencia en el circuito.

Cabe destacar, un a?o m¨¢s, la floja presencia del ganado. En particular en las tardes en las que las denominadas figuras del escalaf¨®n hicieron acto de presencia. La afici¨®n, desvalida y sin protecci¨®n, y la fiesta en manos de una presidencia sin personalidad fueron el contraste.