Provocaciones
Seguro que a¨²n abundamos los capaces de encontrar normales cosas as¨ª: 'Las lluvias causan estragos en China', 'El fracaso de las negociaciones produjo consternaci¨®n en la gente', 'El incidente motiv¨® la suspensi¨®n del acto', 'La metralla le ocasion¨® heridas leves', 'Lo que dijo el simpl¨®n del alcalde ha suscitado comentarios muy jocosos', 'Su actitud va a determinar que lo abandonen los amigos', 'La noticia ha originado una nueva ca¨ªda de la Bolsa', etc¨¦tera, etc¨¦tera. Pero las palabras escritas en cursiva parecer¨¢n superfluas a muchos informadores, que est¨¢n a punto de enterrarlas y de izar sobre su tumba, en medio del camposanto, la bandera de provocar. Si en las frases anteriores sustituimos los vocablos se?alados por el verbo provocar, estaremos hablando el lenguaje de la modernidad. V¨ªtor.
Pero hay tambi¨¦n ganancia cuando nuestras palabras quedan pre?adas de significados nuevos, como resultado de su promiscuidad. Alumbran v¨¢stagos bordes. Ya sabemos que los cronistas deportivos son los m¨¢s activos engendradores de idioma, violadores a menudo, y, as¨ª, dicen de un jugador alineado, por ejemplo, en tres partidos internacionales, que tiene tres internacionalidades.
Pero estas son nonadas si se comparan con el magno conflicto que nos cre¨® la ocupaci¨®n de la isla del Perejil por una docena de efectivos marroqu¨ªes. As¨ª se ha escrito y as¨ª se ha dicho, a pesar de la buena intenci¨®n que nos gu¨ªa al advertir con frecuencia que no hay un efectivo, esto es, un individuo que forma parte de una fuerza armada, sino efectivos, siempre en plural, constituidos por la totalidad de las fuerzas armadas que desempe?an una misi¨®n conjunta, y de sus medios de lucha. No hay un efectivo, dos efectivos, tres efectivos... Es palabra incompatible con los numerales, pero admite indefinidos (muchos, pocos efectivos). Quiz¨¢ la presencia de mujeres en el Ej¨¦rcito dificulte hablar de soldados y soldadas, y se habla por ello de efectivos; pero militares es unisex, y puede haber un o una militar, dos militares, tres militares...; queda mucho mejor, d¨®nde va a parar, que llamar efectivo a cada uno de los okupas agarenos. Su totalidad y sus armas, una barca, un barco, constitu¨ªan los efectivos que intervinieron en la operaci¨®n; los de los espa?oles, ya los vimos: soldados, guardias civiles, pero tambi¨¦n fusiles, misiles, ametralladoras, barcos, helic¨®pteros, aviones... Tremendo. (Pero ?por qu¨¦ no llamar soldadas a las soldadas? El genial humorista Tip invit¨® una vez a cenar a los Reyes, y en el brindis se dirigi¨® a ¨¦l con esta invocaci¨®n: ?Majestad!; y, vuelto hacia do?a Sof¨ªa, la apostrof¨® con esta otra: ?Majestada!).
Esta misma semana se ha 'descubierto' un art¨ªculo en que Unamuno da cr¨¦dito hormonal a la hip¨®tesis hormonal de un franc¨¦s seg¨²n la cual el pe?azo se llam¨® Espa?a y prest¨® su gracia a la Pen¨ªnsula. 'Risum teneatis'. Hoy, y con otro nombre, se ha limitado a ser un s¨ªmbolo volc¨¢nico de soberan¨ªa, como lo fue aquel escudo de Espa?a que osaron arrancar de la muralla de Ceuta, en 1859, los sarracenos. A ellos les da por nuestras piedras: no nos las tiran, nos las quitan; y la charranada del escudo vali¨® una guerra; por fortuna, ahora parece que s¨®lo se ambiciona permanecer en el statu quo anterior; este latinajo diplom¨¢tico, que significa 'en el estado en que se encontraban' las cosas, ha sido manoseado y convertido estas semanas, por muchos, incluido nuestro Presidente, en status quo, inductor sin duda de perplejidades en Europa. Otros han llegado a m¨¢s: a pronunciar 'estatus q¨²o'. Fin¨ªsimos.
Por otra parte, el nombre Perejil con que se denomina ese peque?o eructo del mar es desapacible. Dicen que se llama as¨ª porque 'antiguamente' crec¨ªan all¨ª unos perejiles grandiosos; pero siempre suscitan sospechas esas explicaciones basadas en una inc¨®gnita antig¨¹edad: se ha llegado a escribir en serio que Canarias debe su nombre a dos canes desmesurados (como los perejiles del Estrecho) que llevaron los conquistadores.
Hubiera sido preferible otra explicaci¨®n de Perejil: los aficionados a las etimolog¨ªas fant¨¢sticas creen que alg¨²n espa?ol (?por qu¨¦ no portugu¨¦s?) del siglo XVI llamado Pero Gi1, transformado en Peregil, hab¨ªa dado nombre a ese callo del pie de Ceuta; el nombre existi¨® y existe como apellido hispano, escrito as¨ª, con -g-; pero no hay rastro del hipot¨¦tico denominador de la isla. Ya Covarrubias (que, por supuesto, escrib¨ªa peregil), ofreci¨® la etimolog¨ªa exacta; dijo de ¨¦l que era un 'apio menudo' llamado en lat¨ªn petroselinum (Plinio). As¨ª es; el segundo formante del vocablo es selinon 'perejil', que crece en el primero, en petra, la 'piedra'. Como el franc¨¦s persil. Y dado que la hoy famosa islilla es acaudalada en pedruscos y no falta all¨ª esa mata (los legionarios dicen que no la encontraron; ?estas cabras...!), va a ser cierto que ella le dio ese nombre desabrido. No debe extra?ar la -j- del vocablo; la Academia lo escribi¨® as¨ª desde 1817 para diferenciarlo, casi con total seguridad, del antrop¨®nimo Peregil que llevan muchas familias (y algunos personajes literarios, como uno, granadino, de Washington Irving). Esa distinci¨®n gr¨¢fica en que aparece n¨ªtido Gil, se impuso desde entonces.
El nombre de la planta es tan poco lustroso como el pe?asco utilizado por el reci¨¦n casado para provocarnos (y aqu¨ª s¨ª est¨¢ bien el verbo). La sublime historia de aquel abortillo marino merec¨ªa haber inspirado otro modo menos agreste de llamarlo, m¨¢s po¨¦tico. En efecto, fuentes mitol¨®gicas de toda solvencia aseguran que fue erigido por H¨¦rcules, a la vez que Gibraltar, con el fin de asentar una de sus famosas columnas. Perejil es m¨¢s deplorable a¨²n, casi desgarrador, si tomamos otro cam¨ªno y averiguamos que aquellos riscos albergaron el amor de la ninfa Calipso a Ulises; ella lo retuvo siete a?os a su insaciable merced. Ogigia dice Homero que se llamaba el tal lugar; eso era entonces pero, ahora, ilustres exegetas de la Odisea dan fe de que aquel amoroso secuestro ocurri¨® en aquel ombligo -as¨ª lo llama el poeta- cerca de Ceuta, que, Zeus sabe cu¨¢ndo, acabar¨ªa llam¨¢ndose Pereji1. El gran dios citado, a instancias de Atenea, envi¨® all¨ª a Hermes para que la ninfa liberase al pobre Ulises, harto ya de tanto amor. El paisaje que pudo contemplar el mensajero parece bastante distinto al de ahora; pero todo cambia con el tiempo. Dentro de una gruta cantaba y tej¨ªa la insaciable, y, en sus proximidades, corr¨ªan claras fuentes, verdeaba la vid, crec¨ªan innumerables ¨¢rboles y, Homero lo se?ala implacablemente, el perejil.
Calipso, cumpliendo ¨®rdenes superiores, permiti¨® que Ulises construyera una balsa con troncos y sogas; montado en ella, el h¨¦roe de Troya se meti¨® mar adentro, convirti¨¦ndose as¨ª en el primer emigrante en patera de que hay noticia.
Fernando L¨¢zaro Carreter es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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