?Qu¨¦ sucede cuando se descubre a un estafador?
Vivimos tiempos de estafas y de estafadores. Las p¨¢ginas de los peri¨®dicos vienen llenas de noticias acerca de pr¨¢cticas dudosas cometidas por directivos de grandes empresas norteamericanas y europeas. Las t¨¦cnicas de estafa var¨ªan, pero las m¨¢s frecuentes en estos ¨²ltimos tiempos son la estafa de los accionistas por los directivos, la manipulaci¨®n de la contabilidad para encubrir p¨¦rdidas e inflar los resultados, y la venta de acciones antes de que sean p¨²blicos los malos resultados. Esta ¨²ltima, una variante del 'coge el dinero y corre'. Algo en lo que parecen haber incurrido el propio presidente George W. Bush y su vicepresidente, Dick Cheney.
Ser¨ªa reconfortante pensar que tenemos mecanismos para protegernos contra estas pr¨¢cticas de fraude y, lo que es m¨¢s importante, para confiar en que disminuir¨¢n en el futuro. Pero me cuesta creerlo.
?Por qu¨¦ surgen ahora tantos casos de estafa? Porque hemos entrado en la fase de crisis y p¨¢nico que sigue siempre a las fases de man¨ªa especulativa. Es decir, ese deseo irracional que de forma recurrente impulsa a la humanidad a poseer o invertir en ciertos bienes. A la largo de la historia econ¨®mica han sido muy variados los objetos de deseo y especulaci¨®n que han provocado esas man¨ªas: los tulipanes en el siglo XVIII, los ferrocarriles en el XIX y los terrenos y activos inmobiliarios en el siglo XX, por citar unos pocos. Ahora hemos vivido la fiebre de Internet, los puntocom y las telecos. Estas man¨ªas son provocadas por expectativas exageradas acerca de la demanda futura de los nuevos productos y servicios. Llevados por esas expectativas exageradas, empresarios e inversores fomentan la especulaci¨®n y hacen que los precios de esos bienes se disparen. Cuando se percibe que se ha estirado m¨¢s el brazo que la manga, comienzan a aparecer pr¨¢cticas contables dudosas con las que se intentan enmascarar los excesos y comportamientos irracionales. Y cuando esas pr¨¢cticas comienzan a ser conocidas, se inicia la fase del p¨¢nico y las crisis. En esas estamos.
Pero ?qu¨¦ ocurre cuando se descubre a un estafador? Estos d¨ªas he vuelto a leer un libro instructivo y delicioso de Charles P. Kindleberger, Man¨ªas, p¨¢nicos y cracs. Ilustra comportamientos de los defraudadores que se repiten a lo largo de la historia de las crisis. Uno es el suicidio, como forma de escape del defraudador ante una intolerable p¨¦rdida de autoestima. Hay muchos ejemplos. Recuerden a Roberto Calvi. O la imagen de los agentes de Bolsa tir¨¢ndose por las ventanas de Wall Street en octubre de 1929. Otro es el vuelo, es decir, la fuga o el autoexilio de los defraudadores hacia otros lugares para reanudar all¨ª sus actividades o vivir el resto de sus d¨ªas con mayor o menor comodidad. Un caso hist¨®rico importante fue el de Robert Knight, que despu¨¦s de falsificar los libros de contabilidad de la South Sea Company, en el Reino Unido, vol¨® al continente para labrarse una nueva fortuna en Par¨ªs, despu¨¦s de una breve estancia en la c¨¢rcel de Amberes. En algunos casos dan con sus huesos en la c¨¢rcel, pero en general por poco tiempo.
?Se pueden prevenir las pr¨¢cticas fraudulentas? ?Cu¨¢l es el castigo adecuado? Estados Unidos ha elegido esta semana el camino de endurecer las penas de c¨¢rcel. El Gobierno de Aznar ha anunciado mayor rigor, pero me temo que el pecado podr¨¢ saldarse con unas jaculatorias. Otros revindican el retorno de la ¨¦tica. (Por cierto, me llama la atenci¨®n que donde m¨¢s se habla de la ¨¦tica y donde se crean c¨¢tedras sobre esta materia sea en las escuelas privadas de negocios y no en la universidad p¨²blica. Quiz¨¢ sea una percepci¨®n excesiva, pero me recuerda lo de 'dime de que presumes y te dir¨¦ de que careces'). Por mi parte, s¨®lo mencionar¨¦ un castigo que ha sido sugerido varias veces a lo largo del tiempo. As¨ª, con ocasi¨®n del fraude de la mencionada South Sea, en la C¨¢mara de los Comunes se sugiri¨® que los directivos deb¨ªan ser declarados culpables de parricidio y someterlos al antiguo castigo romano para esa transgesi¨®n: ser introducidos en sacos cosidos, cada uno con un mono y una serpiente, y ahogados. Pero, a decir verdad, me parece un poco excesivo y encontrar¨ªa el rechazo de los defensores de los animales.
La estafa financiera, en sus diversas formas, es consustancial al capitalismo y est¨¢ asociada a las man¨ªas y las burbujas especulativas. Quiz¨¢ se pueda moderar introduciendo un poco m¨¢s de moralidad en los comportamientos de los altos ejecutivos. Especialmente, prohibiendo muchas de esas formas de retribuci¨®n variable y exagerada, como las stock options, que incentivan pr¨¢cticas empresariales y contables dudosas. Pero conf¨ªo m¨¢s en la difusi¨®n de los hechos delictivos. Por un lado, porque act¨²a como se?al de que el fraude se paga con la p¨¦rdida de reputaci¨®n. Por otro, porque fomenta la moralidad al estilo de como se hace en Candide, de Voltarie, donde se corta la cabeza a un general 'para animar a los dem¨¢s'. Pero tampoco hay que exagerar. La codicia es un componente b¨¢sico de la naturaleza humana que el capitalismo sabe explotar y encauzar como ning¨²n otro sistema. En eso reside gran parte de su fortaleza y dinamismo.
Anton Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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