Radiohead provoca el delirio en San Sebasti¨¢n
El quinteto brit¨¢nico agot¨® las localidades en su primer concierto en Espa?a para presentar las canciones de su ¨²ltimo disco, 'Amnesiac', y siete temas nuevos. Dos horas de m¨²sica apasionada para experimentar con todos los matices del rock
Dos horas de m¨²sica apasionada, minimalista, m¨¢s emocional que cerebral, hicieron que el grupo Radiohead provocara el delirio entre una multitud de seguidores que asistieron al concierto con el mismo arrobamiento religioso con el que un piadoso asiste a sus ritos. Thomas Yorke y los suyos se mostraron en todo momento entregados a la labor de satisfacer a un p¨²blico conocedor de su obra y que apreciaron cada comp¨¢s de m¨²sica que son¨® en la velada.
Como ya hab¨ªan avisado, el espect¨¢culo de Radiohead cont¨® con una primera parte en la que la banda present¨® ante su parroquia hispana, y ante muchos visitantes extranjeros que aprovecharon su estancia en Donosti para ver y escuchar al grupo, hasta siete canciones nuevas que, presumiblemente, van a figurar en su pr¨®ximo disco.
Dos de ellas en especial, Suck young blood y A punch at a wedding, resultan perfectos exponentes de la interpretaci¨®n que el grupo ha dado del rock como materia art¨ªstica repleta de matices sonoros y mensajes de calado po¨¦tico; una visi¨®n del rock que posibilita el ensamblaje de melod¨ªas pop y experimentaci¨®n instrumental, dejando de lado tentaciones comerciales.
Algunos enfervorizados asistentes, como Ainhoa, de Zumaia, admit¨ªa 'haberles seguido por toda Europa'. Aitor y Unax se confesaban seguidores a ultranza de Radiohead 'porque hacen la m¨²sica de los j¨®venes de hoy'. Una joven con rasgos orientales permanec¨ªa embelesada mientras sus labios susurraban las letras de algunos de los temas.
Otra chica, presumiblemente espa?ola, permanec¨ªa de pie esbozando unas lagrimitas de emoci¨®n mientras los m¨²sicos daban rienda suelta a su caudal expresivo y el resto de espectadores le dec¨ªan que se sentara para no impedirles la visi¨®n. Entretanto, Yorke, Ed O'Brien, Johnny Greenwood, Colin Greenwood y Phil Selway atacaban una selecci¨®n de lo m¨¢s granado de su obra discogr¨¢fica y parec¨ªa que les hab¨ªa patrocinado alguna tienda de instrumentos musicales, ya que sobre el escenario se vieron y sonaron bater¨ªas, percusiones, bajos y contrabajo, guitarras el¨¦ctricas de varios modelos, guitarras ac¨²sticas, un piano de pared, otro el¨¦ctrico, un sintetizador monof¨®nico, samplers, un theremin y hasta un artilugio lleno de lucecitas y regletas que, parafraseando a Monthy Python en su pel¨ªcula El sentido de la vida, tal vez fuera la famosa m¨¢quina 'que hace ping'.
La banda mantuvo, por su parte, un nivel interpretativo extraordinario. Sobre todo el l¨ªder y vocalista Yorke, que canta como los ¨¢ngeles -recordando en m¨¢s de una ocasi¨®n a su colega de Manic Street Preachers, James Dean Bradfield-, baila como un enloquecido y tiene temple para arrancar de cada instrumento que cae en su mano notas obsesivas e inesperadas que cristalizan en canciones como National Anthem, My iron lung y, sobre todo, los pertenecientes a su disco m¨¢s interesante hasta la fecha: O.K. Computer.
El resto del grupo le cubre las espaldas perfectamente y cada uno contribuye con el sonido personal que toca en cada momento a cada fresco musical pintado a cinco manos. Eso s¨ª, pegadizos, lo que se dice pegadizos, no lo son en absoluto; de modo que, si no eres adicto al culto a Radiohead, tal vez salgas de su actuaci¨®n preocupado y pregunt¨¢ndote si ya nunca m¨¢s se te pegar¨¢n los estribillos de otras canciones. Pero en cuanto pasas delante de un bar en el que suena el Aserej¨¦, toda duda queda despejada.
Radiohead vuelve hoy al auditorio del Kursaal para terminar sus actuaciones en San Sebasti¨¢n y seguir la gira europea con el disco Amnesiac. La pr¨®xima parada ser¨¢ el pr¨®ximo s¨¢bado en el Festival de Benic¨¤ssim, y del 5 al 7 de agosto en el Palacio de Congresos de Salamanca.
Un tiempo apropiado
Donosti est¨¢ gris y fresquito, lo cual, para un madrile?o que lleva tres noches tratando de conciliar el sue?o a m¨¢s de treinta grados, es la gloria. Un lento paseo por la playa de la Concha revela el particular verano. El clima es para andar con rebequita o, sin paliativos, cazadora, pese a que unos pocos persisten en tomar un ba?o en la playa y el resto de los donostiarras realizan su vida laboral mirando al cielo, para que los intermitentes chaparrones no les pillen lejos de alguna marquesina. Porque en San Sebasti¨¢n sigue habiendo marquesinas bonitas y edificios incre¨ªbles. El visitante se extas¨ªa a cada paso mirando hacia un lado, donde est¨¢ Miraconcha con las citadas viviendas de ensue?o, y hacia el otro, donde la mar se encaja perfectamente en las arenas de Ondarreta, La Concha y La Zurriola, formando postales vivientes. Y se extas¨ªa tanto el distra¨ªdo reci¨¦n llegado que un sorpresivo jarreo celestial le sorprende en tierra de nadie. Esta secuencia se repetir¨¢ infinidad de veces y siempre ser¨¢ el momento indicado de refugiarse en alg¨²n bar de pinchos y zuritos. Qu¨¦ tiempo tan apropiado para ver a Radiohead.
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